101-Punto Débil

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Jorge se aparta de mí y me mira con el ceño fruncido al escuchar mis palabras. En cambio Aiden niega con la cabeza y mira con desaprobación a Jack.

–¡No puede ir! —grita el niñato con los puños apretados— He hecho todo lo que habéis querido, con la condición de no meterla a ella de por medio...

De repente se queda callado, dándose cuenta que ha hablado de más. No me da tiempo de preguntarle a que se refiere, cuando unos golpes en la puerta nos ponen en alerta. Sin pensar la abro, para encontrarme al padre de Aiden y al mío que por la cara que traen, no vienen a tomar café.
Mi padre me saluda con un beso en la mejilla y se acerca a Jorge para preguntarle como está, mientras que el otro le hace un gesto a Jack y los tres se marchan a la cocina. Instantes después, recibo un mensaje de Daniel, donde me pone una dirección y me pide que vaya porque necesita verme lo antes posible. Aprovechando que los demás están entretenidos, salgo intentando no hacer ruido y pongo en el GPS la dirección que me ha facilitado. Quince minutos más tarde, llego a lo que parece una casita de campo. Camino hacia la entrada con pasos cautelosos, ya que no me causa buena espina al ver que no hay luz y la puerta está abierta de par en par. Asomo la cabeza y cruzo un pasillo hasta un salón, el cual hay un par de hombres que parecen dos armarios empotrados y a Daniel atado e inconsciente.

–Te estábamos esperando preciosa. —oigo una voz ronca detrás de mí— dulces sueños.

Al despertar intento mover los brazos, pero no puedo, al mirar hacia arriba para saber que me lo un impide, veo unas esposas puestas alrededor de mis muñecas que ya están con varios cortes debido al peso de mi cuerpo. Parpadeo un par de veces para despejarme y observar todo a mi alrededor detenidamente, hasta que mis ojos acaban en Daniel que esta a mi lado, en la misma posición que yo. Busco con la mirada alguna salida y en ese momento me doy cuenta que estamos en lo que parece una bodega. Lo llamo varias veces en voz baja, hasta que por fin reacciona.

–Ese cabrón me tendió una trampa —habla torpemente— Britt, yo...

–Hazte el dormido y no hables o lo joderás. —le interrumpo al escuchar pasos.

Cierro los ojos y noto como una mano rasposa acaricia mi cara. Aguanto el aire para no sentir las arcadas que me produce, cuando su aliento choca contra mis labios y de repente me levanta la cabeza para darme un guantazo. Le miro guardando la compostura, a pesar de que la cara me arde y la cabeza me da pinchazos.

–Por fin despiertas. —habla uno de los que vi en el salón— Me han dicho que eres dura de pelar, pero hoy sabremos hasta que punto.

Me agarra del pelo con fuerza y me golpea con rabia un par de veces más. Sonrió con sorna, notando el sabor metálico de la sangre e imaginando que posiblemente me ha partido del labio. Aprovecho que se ha dado la vuelta para darle una mirada de advertencia a Daniel, al verle apunto de hablar y niego para que siga callado.

–¿Te hace gracia muñeca? —me pregunta chasqueando la lengua.

–¡Que poco hombre! —le provoco riéndome— Me tienes atada, porque sabes que conmigo no podrías.

Me agarra de las mejillas con brusquedad y me mira fijamente, buscando algún signo de miedo. En este mundo lo más importante es no demostrar tus debilidades ante tu rival, tanto si te duele una pierna o un brazo, porque a la mínima te atacarían a tus puntos débiles sin dudarlo. Por eso necesito que se centre en mí y no en él.
Asiente y se marcha, dejándonos solos de nuevo.

–¡Qué mierda estas haciendo! —exclama Daniel en voz baja.

–¿Acaso no lo ves? —le pregunto con la voz ronca— No dejar que vea mi punto débil.

Giro con dificultad la cabeza para mirarlo y en ese instante se da cuenta de lo que pretendo con todo esto.
Antes de abrir la boca escuchamos pasos y lo veo entrar con un carrito lleno de objetos. Me rompe la camiseta y no me pasa desapercibida la mirada lasciva que me echa al ver parte de mi sujetador. Se relame los labios y me pasa una esponja mojada por la zona de las costillas, acto seguido, agarra unas pinzas que están conectadas a una batería y las pega a mi cuerpo. Noto una descarga eléctrica recorriendo por cada parte de mi ser y no puedo evitar que un grito desgarrador salga desde el fondo de mi garganta, ante el dolor que produce. Llega un momento donde solo oigo los gritos distorsionados de Daniel y de disparos. Aunque intento abrir los ojos para decirle que estoy bien, no puedo. Todo se vuelve negro.

Dedicado a;
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