89-¿Familia?

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Me deja en el asiento del copiloto y cuando le veo rodear el coche, me imagino lo que tiene en mente y me niego rotundamente a que él conduzca en este estado, aunque le haya bajado la borrachera no significa que esté sereno del todo, así que con rapidez me cambio de asiento y cierro el seguro evitando que pueda entrar. Toca al cristal varias veces gritando que deje de hacer tonterías y que no estoy en condiciones para conducir.
Es gracioso que justo él diga eso, cuando apenas hace un par de horas llevaba una castaña de campeonato. Decido ignorarlo hasta que se cansa y sube pegando un portazo y sin dirigirme la palabra. Poco después de arrancar veo una farmacia y me bajo para comprar la medicación que me dijo la enfermera en el hospital.

Al volver, Daniel está sentado en el lado del piloto con una sonrisa más grande que el gato de Alicia en el país de las maravillas y no me sorprende en absoluto, ya que conociéndolo sabía que algo haría para intentar salirse con la suya, pero con lo que él no contaba es que yo me anticiparía quitando las llaves del contacto.

–¿De verdad me creíste tan estúpida? —le digo moviendolas entre mis dedos.

Todo rastro de esa sonrisa triunfadora desaparece, cambiándola por una de cabreo monumental.

–¡Deja de ser tan cabezota! — exclama golpeado el volante— y dame las putas llaves.

–No te voy a dar una mierda. —le contesto levantando la voz— Tienes un minuto para bajarte o me largo en taxi, tú decides.

En silencio y mirándome con odio, se sienta de nuevo en el asiento de copiloto de brazos cruzados. Sé que me espera un largo viaje por delante y no lo digo por él, si no por mí misma, porque aunque Daniel tenga razón en que no estoy bien, no puedo fallar en despedirme de ella.

Gracias a la medicación, el viaje se me hizo llevadero y sin complicaciones, aparte de la tranquilidad de no tener que haber aguantando a un Daniel resoplando todo el camino. Tan sólo hizo falta una hora, para que se quedara profundamente dormido y roncando como un oso durante el resto del trayecto.
Al aparcar enfrente de la casa de su madre, automáticamente se despierta. Eso es algo que jamás entenderé ¿Cómo lo hace para dormir y despertarse en el lugar exacto? No sólo en el coche, si no en autobús también. Es algo muy curioso, porque seguro que si me duermo yo, acabo en Afganistán.
Salimos del coche y a través de la valla, veo varias sillas y una mesa en mitad del jardín. Lo que me llama la atención es ver a dos señoras vestidas de negro sentadas y hablando con mi hermana. Al entrar ellas me observan detenidamente haciendo que me empiece a sentir incómoda. Una de ellas parece de mi edad y me sorprende el parecido que tiene conmigo, en cambio la otra es más mayor y juraría que por los rasgos que tiene es la hermana de mi Nana.

–Soy Eva, la hermana mayor de Mary y ella es Alicia, mi hija. —se presenta señalándose y señalando a la chica.

Asiento con la cabeza, porque es tontería presentarme si ya saben quien soy, aparte no tengo ni idea que decirles. Las presentaciones en plan "Hola me llamo Britt, un placer conocerte" y terminar con una sonrisa más falsa que el anuncio de trident no es lo mío.

–¿Dónde os vais a llevar a mi Nana? —les pregunto rompiendo el silencio incomodo que se a formado.

–A un pueblo cerca de aquí. —me responde Alicia con una mezcla de tristeza y timidez— Ella quería que la enterraran allí.

Nos vamos  hasta la capilla del pueblo y minutos después entran dos hombres con el ataúd en una especie de camilla con ruedas hasta el centro. Me quedo con la boca abierta cuando veo un pequeño altar con velas y su foto en un portaretratos rodeado de flores. Paso las yemas de mis dedos acariciando su cara y recordando el día que se la hizo.

"Flashback"

–¡Date prisa con la foto que tengo cosas que hacer! —le dice Nana impaciente.

–Si no deja de moverse no puedo hacérsela. —le responde el chico desesperado— Sólo quédese quieta unos segundos, por favor.

–Anda que si eres así de lento para todo, compadezco a la que vaya a ser tu mujer. —le suelta de golpe dejando al chico más blanco que el papel.

Recuerdo que ese día faltó poco para que pobre chaval le diera un ataque de nervios, tras el comentario de mi Nana, pero por suerte el dueño del local llegó y después de unas diez fotos conseguimos que al menos en una quedara bien.

"Fin del Flashback"

Me seco las lágrimas y me siento en un banco cerca del presbiterio, mientras poco a poco van llegando los demás. Para mi sorpresa veo entrar a mi padre en una silla de ruedas con una barra vertical el cual lleva un gotero colgando y una mascarilla de oxígeno, acompañado por una señora que le empuja hasta llegar donde estoy yo.
¿Cómo cojones le han dejado salir estando así de delicado?

–Al principio no me querían dejar ir, pero haciendo un par de llamadas no les ha quedado más remedio —comenta como si me leyera la mente— Quería despedirme de ella. —prosigue cabizbajo.

–Varias veces me dijiste, hay tres cosas que no se puede ocultar por mucho tiempo, el sol, la luna y la verdad —le contesto sin rodeos— Espero que entiendas lo que quiero decir con esto. —agrego en un susurro.

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Verdades Ocultas (Capítulos Cortos) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora