Mi estomago comenzó a sonar suavemente, al parecer este se percato de que no había sido llenado desde el almuerzo del primer día. Suspire y me puse de pie, alejándome de los brazos de Daniel el cual se encontraba plácidamente dormido.
Pelusa también estaba despierta, por lo que al notar que saldría de la habitación comenzó a seguirme. Con botella en mano bajamos las escaleras, dispuesta recargarla y además encontrar alguna fruta para saciar el pequeño vacío de mí estomago.
Mis pies descalzos se oían suavemente por donde pasaba, después de todo el lugar al ser tan grande y, debido a la hora, estar carente de personas simplemente generaba que cualquier sonido que rompa con la tranquilidad de la noche resuene repetidas veces, en forma de un sonoro eco.
Una vez mi botella fue llenada la apoye sobre la mesa. Desvié mi mirada hacia mi amada la cual se encontraba sentada a mi lado, observando fijamente todos mis movimientos con sus bellos ojos amarillos. Le sonreí y cediendo a la tentación palmee mis muslos con ambas manos generando que ella rápidamente saltase sobre mí, enredando sus patas en mi cintura, deposite un suave beso en su nariz y selle nuestro abrazo.
Luego de varios segundos la solté para que pudiese volver a estar en cuatro patas y así iniciar con mi búsqueda de alimento. Muy a mi pesar abrí el refrigerador. Debí haber despertado a Daniel... Sonreí al ver unas manzanas en la parte inferior pero antes de que pudiese agarrar una me detuve al oír un ruido que desencajaba con el profundo silencio a mi alrededor . Lentamente me puse de pie pero antes de que pudiese voltearme en busca del causante de aquel sonido algo frio rozo mi cuello.
—Quieto o te corto el cuello –Pronuncio una voz completamente desconocida. Aquello con lo que me amenazaba era un cuchillo. Rápidamente busque a mí amada con la vista, pero por alguna razón no logre verla por ningún sitio. Mis nervios crecieron al instante.
Lentamente subí una de mis manos hacia el cuchillo, una vez estuve bien posicionada pise con fuerza el pie de mi atacante y sin pensarlo aleje el filo de mi cuello, lanzando su arma al suelo, lejos de nosotros. Antes de que intentase atacarme sostuve su brazo con fuerza y me posicione detrás de él, golpeando detrás de sus rodillas para que cayera al suelo. Y solo para asegurarme lo obligue a inclinarse hacia delante, pegando su rostro al suelo.
— ¿Demian? –Pregunte confundida al notar su esencia negra verdosa y ver los tatuajes en su brazo derecho y cuello- ¿¡Que crees que estás haciendo!? ¡Me asustaste! –Me queje en alto sin liberarlo de mi agarre.
— ¿Emma? –Pregunto confundido girando su cabeza en mi dirección, o algo así puesto que en esa posición le era difícil moverse- ¡Lo siento! –Se disculpo rápidamente- Escuche ruidos y creí que eras un intruso... Por la diosa, lo lamento.
Finalmente lo libere y una vez estuvo de pie continuo disculpándose por su error. Cerré la puerta de la nevera y le sonreí, después de todo fue un accidente... Aunque no me explico cómo pudo haber confundido mi olor con el cualquier ser en esta casa.
Aun sintiendo una pequeña incomodidad por la situación opte por agarrar mi botella con agua y despedirme de él. Tengo que encontrar a Pelusa, es extraño que me haya dejado sola. Con esa idea en mente subí rápidamente las escaleras y me adentre a nuestra habitación, Daniel continuaba durmiendo plácidamente, aunque al parecer estuvo buscándome de manera inconsciente puesto que había rodado hasta el otro extremo de la cama, cosa que nunca hace.
Al ver la esencia brillante de mi amada me acerque a ella, por alguna razón estaba observando por la ventana ¿Por qué esta tan feliz?
—Pelusa –La llame en un intento por conseguir su atención, pero nada. Simplemente movía su cola sin despegar la mirada del cristal. Completamente extrañada por su actitud me acerque a ella, una vez a su lado observe en su dirección. Rápidamente abrí la ventana sin poder borrar la sonrisa de mis labios.

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Ojos rojos
Hombres LoboEra inevitable, las llamas fueron participes de un intento desesperado por cambiar el destino que le amparaba. Finalmente pudo estar en paz... Pero olvido un pequeño detalle, una vez su destino fue pronunciado, ya no existía forma de cambiarlo. Deb...