Al regresar a la manada me dispuse a buscar a mi mate para poder infórmale sobre lo que los arbóreos me habian hablado, al fin y al cabo es algo que afecta a todos los licántropos del lugar, por lo que no puedo mantenerlo en secreto. Lo mejor será decírselo cuando antes. Con esa idea en mente apresure mis pasos atravesando los pocos arboles que restaban, Pelusa se mantenía a mi lado, sin separarse demasiado, como si de alguna forma supiese que el peligro aun existía.
—¡Lukas! -Lo llame en cuanto vi su esencia anaranjada no muy lejos de nosotras- ¿Ya limpiaste tus heridas? -Pregunte al recordar la sangre que escurría de su brazo y pecho cuando volvió a su forma humana.
—Si, Noah me ayudo con eso -Me sonrió ampliamente y levanto su remera, dejando ver como efectivamente varias vendas cubrían las áreas afectadas, aunque estas no eran tantas como parecían en un principio- Solo eran rasguños, nada que no se cure en un par de horas -Agrego con tranquilidad- Si estas buscando a mi mate esta en su cuarto, cambiándose.
—Oh, no... En realidad estoy buscando a Daniel -Aclare- ¿Sabes donde esta? -Pregunte con esperanzas de que Lukas me ahorre minutos de búsqueda.
—En la cocina, preparando algo para que comas -Contesto apuntando hacia la mansión. Sin mas nos despedimos y cada quien continuo con su camino.
Al ingresar en la casa de Demian pude notar como varios licántropos caminaban de un lado a otro, intentando poner el lugar en condiciones para celebrar la presentación este mismo día. Aun faltaba una hora para el momento acordado para la fiesta, pero aun así uno que otro Alfa comenzaba a llegar, encontrándose con todos el caos generado por la pelea.
Me dirigí a la cocina junto a mi amada y logre ver como efectivamente mi mate terminaba de colocar unos sándwiches en un plato. Me acerque a él y luego de varios segundos de conversación, en los cuales pude probar un poco de mi comida, termine por decirle que me siguiese. Si bien el tatuado parecia confundido no dudo y camino detrás de mi. Pelu se mantuvo delante mío, siendo ella quien nos guiaba hasta nuestra habitación, el lugar mas privado que teníamos en la casa del amigo de mi mate. Pelusa y yo nos detuvimos a la vez, ambas observamos extrañadas los rasguños en nuestra puerta, mismos que Daniel no tardo en ver.
—¿Revisaron todas las habitaciones, verdad? -Pregunte sin soltar el plato de mis manos. Daniel asintió pero de igual forma fue el primero en ingresar a la habitación, con sumo cuidado- ¿Hay algo? -Lentamente comencé a acercarme a la entrada.
—¿Qué demonios es esto? -Susurro para si mismo- Puedes entrar pero... No te asustes -Agrego abriendo en su totalidad la puerta. Permanecí estática en mi lugar, intentando comprender lo que mis ojos captaban.
—...¿Acaso estoy muerta? -Logre decir luego de varios segundos de silencio. Todo en el interior de nuestro cuarto estaba destrozado, las sabanas revueltas, las decoraciones rotas y en medio de todo el caos se podía ver una inmensa mancha roja en la cama, la cual continuaba hasta el suelo y formaba un camino hasta donde nosotros nos encontrábamos. De no ser porque sé que esta es nuestra alcoba podría jurar que el dueño de esta había sido brutalmente asesinado y arrastrado para ocultar el cadáver. Daniel toco mi mejilla con un dedo dos veces y negó.
—Te ves igual de viva que ayer -Agrego con una sonrisa. Lo observe incrédula y ante su tonta acción no pude hacer mas que reír, inclusive Keira lo hizo- Ven... Vamos a hablar en otro sitio -Propuso cerrando la puerta- Le diré a Demian que mande a alguien para que limpie ese desastre -Si bien intento restarle importancia al asunto pude notar la preocupación y confusión en sus ojos. El extraño estado de la habitación y la falsa escena del crimen nos tomo por sorpresa a ambos.
Sin saber donde mas podríamos hablar con privacidad el de extraño color comenzó a guiarnos por los pasillos, hasta finalmente adentrarse en la oficina de su amigo, tal y como siempre sucede Pelusa fue la primera en entrar en el lugar. El razonamiento de mi mate fue lógico, si el Alfa estaba fuera no existía razón para que alguien se acercase a su oficina, por lo que no seriamos interrumpidos ni mucho menos escuchados por nadie. Una vez estuvimos sentados comencé con mi explicación.

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Ojos rojos
مستذئبEra inevitable, las llamas fueron participes de un intento desesperado por cambiar el destino que le amparaba. Finalmente pudo estar en paz... Pero olvido un pequeño detalle, una vez su destino fue pronunciado, ya no existía forma de cambiarlo. Deb...