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Leandro.
 

Después de la noticia inesperada de Zoe y su escapada del salón de fiestas con Exequiel, me retiré yo también.
Robandome dos botellas de champagne pero me retiré.

Al llegar al departamento, mi hermano no dió señales de vida por lo cual me desaté la corbata, me saqué los zapatos y me tiré al sillón con mis amadas botellas robadas.

—Son para una buena causa —Me reí solo mientras vaciaba lo poco que restaba de la primera—. O de eso me quiero convencer.

Francamente la noticia me había enojado pero el gran contenido de champagne que tenía encima y el haber visto el auto de Zoe en el estacionamiento compartido de mi edificio, hizo cambiar todo.
Comencé a llorar pero, al instante, me reí de mi mismo al hacer semejante estupidez.

Estábamos creciendo. Tiago se encontraba buscando su futuro profesional en España, Zoe estaba independizandose de a poco y yo en continuaba mi futuro futbolístico en River: ¿Nada podría ir mejor, no?

Igualmente ya empezaba a extrañar los momentos que teníamos los tres solos.
Ese fue mi último pensamiento al dormirme bajo los efectos del alcohol.

La luz del día me hizo despertarme y debido a mi enorme dolor de cabeza, intenté recordar que había tomado en la fiesta. Fue en vano.
Me obligué a desayunar y ahí empezó mi día. O mi tarde, mejor dicho.

Me atragante con el jugo de naranja al leer un mensaje que me había mandado Zoe hace minutos, dejé el vaso para responderle pero una llamada me interrumpió.

Era Exequiel.

Atiendo y solo me limito a escuchar su respiración del otro lado, salto de la silla de la cocina hacia el piso y me acerco al gran ventanal. Quizás desde acá lo veía.

—Em, como te digo...

—Ya sé que su departamento está en el edificio enfrente al mío —Contesto rápidamente y escucho una risa del otro lado—. Malditos, los odio. Me enteré hoy, estando todo borracho. Agradecé que no sé el piso donde viven porque sino iba y les tiraba la puerta abajo.

—Uh, se despertó el torito.

—No me hubiese importado que estuviesen haciendo. —Respondo, un poco enojado pero al instante cierro los ojos. Me había regalado.

—No te importa porque quizás te querés unir —Me responde entre carcajadas—. Te regalaste, hermano.

—¿Qué querés? —Pregunto mientras pongo la llamada en manos libres y veo los veinte mensajes seguidos que me dejaba Zoe. Estaba intenso el día.

—Estaría teniendo una crisis de amores. —Me dice y yo, al instante, disparo para mi pieza.

—Me cambio y estoy allá.

—Estamos en el 22B, "B" de Riber. —Hace referencia al típico chiste que le hacía su club al mío por haber descendido de la categoría "A" hacía la "B" en el año 2011.

—Dejate de joder o no voy una mierda. —Le contesto y antes de escuchar denuevo su risa, corto la llamada.

Agarro una campera y las llaves antes de salir por el palier de mi edificio.
Me dirigí a uno de los puentes que conectaba su edificio con el mío para después subir al piso que me había indicado.

Toco la puerta y Exequiel me abre la puerta rápido.—Bienvenido a la cueva.

Mis ojos empiezan a viajar por todo el departamento, que tenía una mezcla de gustos en decoración: los de Exequiel contra los futuristas y cinematográficos de Zoe.
La fusión quedaba bastante hermosa, se notaba que habían estado trabajando bastante.

—Después de un par de peleas, quedó lindo.

—Me imagino —Me reí mientras me sentaba en un sillón y seguía mirando a mi alrededor—. ¡Hijos de puta, tienen el balcón grande! —Grité, descubriendo la diferencia con mi departamento. Veo como Exequiel solo asiente con la cabeza— ¿Qué te anda pasando?

—Estoy notando que Zoe está rara —Me dice para tirarse en el otro lateral del sillón—. Pero desde antes del quilombo de ayer en la fiesta y hoy...

Tres mensajes seguidos llegan a mi celular, interrumpiendo a mi amigo y al instante me llaman. Sabía que era Zoe.
Me muevo incómodo, ignoro la pantalla y vuelvo a mirar a Exequiel para que continúe.

—Hoy me pongo a hablar con la mamá por llamada, escucho como llega ella a la casa, sigo hablando con su familia tranquilamente —Explica, con el ceño fruncido y confundido—, y después escucho una voz que no era de ninguno de los hermanos pero su papá le dice "Matu".

Mi celular vuelve a sonar, siendo denuevo la insistente de Zoe. Ambos nos quedamos en silencio y en un acto de rebeldía, apago el celular.
No la iba a salvar en esta.

—¿Matu? —Pregunto confundido y él asiente con la cabeza.

—De un día para el otro no le puede cambiar la voz a Matías, te juro que era muy distinta y su papá le habló como si lo conociera de toda la vida. Lo peor fue que, a los segundos que apareció esa voz, la mamá me corta la llamada rápido.

—¿Te cortó?

—No, tipo, me dijo después hablamos y eso pero... no sé.

No sabía que responderle, me sorprendía que Zoe no le haya contado sobre el salame ese que habíamos conocido en el entrenamiento de River.
Por un momento me dió miedo por Exequiel y lo que fuera a pasar pero descarté esa idea de mi cabeza rápidamente.

Traté de tranquilizarlo pero sin decirle nada que me comprometiera y después nos pusimos a hablar de otra cosa para pasar la tarde.

Necesitaba con todo mi ser una videollamada de a tres con Tiago para que ubique a Zoe.
Comenzaba a oler que estaba por desviarse del camino y comenzar a cometer errores como antes.

Mi PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora