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ZOE.
 

Los siguientes tres días nos la pasamos visitando lugares de la provincia pero igualmente, antes de que se vaya la luz del día, terminabamos merendando en la cascada Ñivinco que nos había enamorado por completo.

El día domingo nos levantamos temprano para poder tener lugar en la terraza del hotel para desayunar y fue ahí donde ocurrió el descontrol corporal.
Papá y mamá, debido a la fecha, nos dieron los huevos de pascua a todos y como todos los años, Teo y yo terminamos empachados. Desde chiquitos que no tenemos ese "algo" en el cuerpo que nos dé un límite para dejar de comer chocolate y por eso así terminabamos.

Además de que era mala idea desayunar brownie con chocolatada y rebajarlo con huevo de pascua.

—Menos mal que hoy no tenemos excursiones. —Se ríe mi papá mientras ve como Teo y yo íbamos arriba de las espaldas de Tiago y Exequiel.

—Creo que esta fue mi última pascua.—Dice mi hermano, con voz de sufrimiento, los demás se quejan ante su mal chiste y yo me río al saber lo que sentía.

Maldito descontrol corporal.

—No aprenden más, eh. —Mamá niega con la cabeza mientras con papá se desviaban hasta el pasillo de su habitación.

Exequiel hace lo mismo conmigo en su espalda y cuando veo que estamos cerca de la puerta, saco la tarjeta magnética del bolsillo trasero de mi pantalón y la abro.

—Hasta acá es mi servicio, Principessa.—Me dice él, poniéndose de espaldas y dejando caer mi cuerpo a la cama.

—Gracias, bombón —Contesto para estirar mis brazos en señal de que me abrace y asi lo hace—. Mi estómago perdió una gran batalla.

—No parabas de comer, Muña —Se ríe mirándome—. Vos y Teo parecían adictos.

—No se comen huevos de pascuas todos los días.

—Puede ser —Exequiel asiente con la cabeza y lleva sus brazos a su cara para taparla—. ¿Te duele mucho la panza?

—Si y tengo unas náuseas que ni te cuento.

—Bueno, puede ser un embarazo también. —Se destapa la cara para sonreírme.

—Lavate la boca, pendejo, antes de decir eso —Lo señalo, tocando la madera del cabezal de la cama mientras él se reía—. No es gracioso.

—Me gusta hacerte enojar, entendelo —Me da un beso y se levanta de la cama—. Bueno, te voy a armar la valija.

—Que amoroso, ¿Por qué será tanta caballerosidad? —Pregunto sarcástica mientras veo como me guiña el ojo.

Ambos nos quedamos en silencio, él doblando la ropa y yo mirándolo hasta que me estiro para agarrar el control del televisor.

—Ahora mi pregunta es.. —Vuelve a hablar él mientras doblaba su ropa—. ¿Le vamos a poner Genaro o Laia?

—¡Basta, Exequiel!

—¿Parto normal o cesárea?

—Me duele la panza, dale, no me molestes —Me quejo, poniendo cara de sufrimiento—. Espera, ¿Laia?

—Laia.

—Mi apellido tiene que estar en su documento, desde ya te digo.

—Lo que vos no entendés —Me dice mientras cerraba la valija—, es que nuestros apellidos no combinan, ni de un lado ni de otro.

—Uh bueno, voy a tener que parir a los de Leandro porque nuestros apellidos si combinan. —Me encojo de hombros y él se ríe, negando con la cabeza.

—Le encantaría a Leo pero seguramente rezaría con que no salga con tus caprichos y tu malhumor. —Se sienta en la cama y se acerca a mi.

—¿Vos vas a rezar pidiendo lo mismo?

—¿No era que no éramos nada y me tenía que lavar la boca? —Me sonríe a centímetros de mis labios.

—Retrucamela denuevo y te juro que...

—¿Qué? —Se ríe y me da un beso.

—Te juro que no salimos de esta pieza hasta pasado mañana.

—El dolor de estómago no te detiene lo pervertida, increíble.

Le guiño el ojo y agarro mi celular— Lastima que ya tenemos que abandonar el hotel. —Le muestro la hora en la pantalla.

—Tenes razón, ya abusamos mucho de estas camitas.

—Si en Bariloche no tenemos cama como tiene que ser, rompo todo.

—No te hagas, que bien que no te molestó tanto a la noche. —Me dice mientras caminábamos hasta la puerta con las valijas.

—¡Exequiel!

—Por poquito no llegan Genaro y Laia.

—Basta. —Susurro riéndome y callandolo mientras cerraba la puerta.

—Va, todavía no sabemos.

—Que denso que te pones, nene.

Mi PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora