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ZOE.
 
 
—¿Por qué no dormiste en casa? —Pregunta Ciro, a penas bajo del auto con papá, que me había ido a buscar a lo de Leo— Mirá a la hora que llega, vieja.

—Nunca llevar tu auto y venirte sola vos, eh.

—Llego y me bombardean a quejas,  ¿Viste? —Le digo a papá y él se ríe, negando con la cabeza.

—¡Vení con nosotros a lo de Tiago, Chini! —Dice Teo con una energía que, claramente, no tengo.

Veo como Matías le pasa un brazo por el cuello y le susurra algo, seguramente para que se calle.

—¿A dónde?

—A la pileta de Tiago. —Habla con dificultad el más chiquito.

—Teo de mierda.

—Me cambio y vamos —Contesto y paso por al lado de Matías, tirándole de una oreja—. No sé que te molesta, pendejo.

—¡Que es mi amigo!

—Si no fuera por mi, te seguirías cagando a trompadas con Tiago —Grito yo desde la cocina y saludo a mamá—. Fue mi mejor amigo primero, mil besos.

Me armó una mochila, que claramente la iba a dejar en el auto, me pongo un short, la malla y una remera.

—¿Vos no tenes que estudiar nada, no?—Me pregunta papá cuando paso caminando rápido por el living.

—No, jefe.

—¡Mándale saludos a Jorgelina! —Grita mamá refiriéndose a la mamá de Tiago.

Esa mujer era lo más bueno y cariñoso del mundo, había veces que iba a la casa más para verla a ella que para verlo a mi mejor amigo.
Tan buena que Tiago hace jodas en la pileta que tenían y no le dice nada al pendejo.

Subo a mis críos al auto y nos vamos para la casa de mi amigo donde, al llegar, me doy cuenta que había varias pibitas que no me bancaba y medio predio AFA.

—Pensé que te ibas a quedar con el toro, Chini. —Tiago me abraza saludándome.

—No, vino la familia y estaba Franco también —Explico y él asiente mientras entrabamos—. No quería estar ahí metida.

—Si sabes que te aman.

—Si pero, qué se yo, quería dejarlos pasar tiempo de familia —Digo mirando a la gente alrededor de la pileta—. Una baranda a botinera acá.

—Bue, bue —Se queja Tiago mirándome—. No te me hagas la grande y simple acá, porfa.

—No me duran ni 2 minutos.

—Te iba a llevar con los de River pero mejor no.

—No. —Digo mirando mal al lado nuestro que estaban mis otros amigos de River, uno en particular con la pibita que lo boludeaba y alrededor de otros jugadores de otro club.a

—Che, che, ¿No vas a saludar? —Escuchamos al otro costado nuestro y vemos a Valentín.

Un castaño alto y flaco con ojos claros que me fui haciendo amiga, a medida que venían a competir al predio de River. Él y varios de sus compañeros.

—Uh, no sabía que los de Club Vélez podía entrar acá. —Digo poniendo cara de asco y después me empiezo a reír hasta que veo a la novia, saludo y sonrió falsamente.

Estás pibitas eran la típica frase "Estoy con vos solo cuando jugas bien y ganas" o a veces ni eso.
Velez pasó a finales del torneo y está pibita ni fue a ver al novio, imaginense.

Matías o Teo llegan a venir a casa con una novia así y no llega a pisar ni el jardín del frente.

—¿Cómo anda Leo, alias el toro? —Llega Maxi, otro de club Vélez y me saluda.

—Ahí anda, descansando —Digo sonriendo vergonzosa, nada peor que todos acá sepan con quién ando—. Elías de mierda, anda con la novia y ni bola me da. De Vélez tenía que ser.

—Ni a nosotros nos da bola ya. —Se queja Tiago.

—¡Se cae, se cae! —Escuchamos gritos y risas y nos damos vuelta para ver a Luciano con Matias, chicos de otro club agarrando de los pies a un nene Vélez para tirarlo a la pileta pero de atrás viene otro, los empuja y caen los tres.

Tiago, divertido con lo que ve, se ríe y va corriendo para tirarse pero a los segundos que sale de la superficie, me llama porque se había tirado con el celular en el bolsillo de la malla.

Tenemos hasta el mismo nivel de torpeza parece.

Dejo su celular cerca de Valentin qué seguramente se iba a quedar ahí con la novia toda la noche y cuando me estoy por dar vuelta siento como me taclean y me cargan.

—¿Vos me andabas bardeando? —Elías me grita, divertido con la situación mientras corría hasta la pileta.

—¡Para nene, para! —Grito cerrando los ojos y tratando de sacarme la remera— ¡La ropa, el celular!

Pero cuando alcance a decir la última palabra ya estaba saltando para hacernos caer a ambos a la pileta, convirtiéndonos en segundos el show de toda la joda.

—Uh, te mata. —Escucho a Luciano.

—Ah, si tiene el iPhone ese bajo agua esta.

—Nenita de papá. —Elias se suma a Tiago para joderme.

—Callense, pendejitos. —Digo saltando encima de ellos dos para que se hundan.

Después de quedarnos un rato hablando, salgo para secarme un poco y avisarle a mi celular que ya tenía que empezar a andar o sino en casa me mataban.

Subo para la pieza de Tiago, buscando unas toallas y un secador de pelo.
No pensaba dejar que mis pelos se sequen y queden todos inflados. Nunca.

Me quedo en malla, dejo el short y la remera en la alfombra para después secarlos con el secador.

Prendo la tele mientras me seco el pelo, porque claramente esto era como mi segunda casa y cuando lo apago para peinarme un poco, la puerta se abre.

—No, a la joda vine solo con.. —Exequiel entra a la pieza, primero se sorprende y después sonríe divertido—. Con Marcos, si —Sigue hablando por teléfono mientras cierra despacio la puerta de la pieza—. Dale, más tarde te llamo igual, beso.

—No sé por qué cerras la puerta, si acá no tenes que estar vos.

—No sabía que era tu casa, che —Él se apoya contra un mueble, mirándome de brazos cruzados—. Pensé que era la de mi amigo.

—Ay no me pelees, Exequiel, porque salís perdiendo.

—¿Ah sí? —Vuelve a sonreír pero ahora empieza a acercarse.

—Si. —Digo intentando poner mi peor cara de orto cuando por dentro me moría de la vergüenza de estar en malla ante alguien recién conocido. El autoestima por el piso tenía últimamente. Desenchufo el secador y lo dejó a un lado mientras sigo mirando la tele.

—Sabes que la que menos pensaba cruzarme hoy eras vos —Él se sienta al lado mío en la cama—. ¿Por qué será no? —Me pregunta, yo lo miro y la vista se me desvía a su boca— Ah, ya sé, porque estabas en Nuñez con tu noviecito, el celoso.

—No es mi novio, boludo.

—Si, más o menos me doy cuenta igual —Dice y yo lo miro, confundida—. Porque desde que entré no paras de mirarme la boca.

—Deliras. —Hablo rápido y vuelvo la vista a la tele pero él me agarra del mentón para que lo vuelva a mirar.

—¿Tanto te gusta? —Pregunta con una sonrisa en sus labios, haciéndome derretir el doble— No cualquiera que se conocen hace menos de una semana se miran así —Dice, ahora él también mirándome la boca—. Me parece que nos tenemos que sacar las ganas antes de que sea medio tarde.

Mi PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora