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ZOE.
 
 
Me despierto desorientada en mi cama con Leandro durmiendo al lado mío, ni sabía cómo había llegado hasta acá.
Lo único que me acordaba era de nosotros dos, la mesa de pool y el sexo con bronca que nunca tuve pero que me encantó.

Despacio separo su cuerpo del mío y me levanto de la cama para salir de mi pieza, estaba descalza para no hacer ruido y no despertar a nadie pero me olvidé el detalle de que en esta casa habitan chusmas.

Ya estaban casi todos despiertos.

—Chini primera, un milagro —Dice mi mamá al verme aparecer por el living—. ¿Te hago desayuno, amor? —Me pregunta y yo asiento con la cabeza para tirarme al sillón con Teo. O mejor dicho arriba de él.

—Buen día, mi amorrrr. —Exagero el saludo mientras lo apretujaba en un abrazo.

—Gracias por invitarme ayer, eh.

—Ya te dije que vos no tenes edad para andar saliendo tanto —Respondo y lo miro—. Aparte vos sos mi segundo bebé, te vas a quedar en la cajita de cristal toda tu vida —Lo jodo agarrándolo de los cachetes y él me mira mal—. Mi Teito hermoso.

—Dejá de llamarme así. —Se queja él riéndose.

—Tomá, China —Mamá me deja un plato lleno de fruta en la barra de la cocina—. Me voy para la pile.

—Uy, te acompaño. —Digo con la boca llena del primer bocado.

—Yo también. —Teo se suma, apagando la televisión y corriendo a la pileta para tirarse de clavado.

—Nunca un momento a solas sin nenes.

—Ah, si nos amas, mamá. —Le dice el más chiquito mientras se sacudía el agua del pelo.

—¿Manejaste vos anoche? —Me pregunta mamá apenas nos sentamos en el borde— Mejor dicho, ¿Tomaste mucho anoche?

—¿Por qué?

—Es muy raro que Leo venga a dormir a casa y no sea al revés.

—¿Te digo la verdad? —Pregunto mientras pincho un pedazo de sandía del plato— No tengo ni la menor idea.

—¡Ay, Zoe! —Ella me pega en el brazo y yo me río— Me llegó a enterar que manejaste vos en ese estado y te mato.

—Me matas si te cuento que dejé a Matías al volante.

—¿QUÉ? —Grita y Teo se ríe, gozando el momento.

—Mentira ma, seguro manejó Leo o yo.

—Los voy a matar. —Se levanta para volver a la casa pero señala atrás mío, me doy vuelta y veo que no solo me lo decía a mi.

—¿No sabías que en casa ajena no se duerme hasta tarde? —Pregunto, a propósito mirando el celular para ver la hora.

Leo con los ojos entrecerrados por el sol, se acerca a mí y me da un beso.— Me podrías haber levantado también.

—¿Qué pasó ayer? Parte mil —Vuelvo a preguntar y él se ríe—. Y encima, estás rarito.

—¿Yo rarito? —Me pregunta y yo asiento con la cabeza para darle otro pico— Mejor no hablemos que terminamos en otra mesa.

—Te haces el malo, bobo.

—Igual ambos sabíamos que iba a pasar —Dice acostándose en el borde y apoyando su cabeza en mis piernas—. Lo ví venir y te hiciste mucho lío al pedo porque no somos nada. —Se ríe y yo lo miro desconfiada.

—Pero lo que no sabíamos que iba a pasar era lo del pool. —Digo en código porque Teo estaba cerca e indicándole que no quería hablar sobre el tema que había tocado.

Mi PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora