49

3.2K 145 5
                                    

ZOE.
  
  
  
Los días siguientes habían pasado como agua corriente.

La convivencia estaba viniendo más que bien, pasabamos muy poco tiempo en la habitación a comparación de lo que pasó en Uruguay.
Por la mañana después de desayunar, nos dirigíamos a la playa para darnos un chapuzón en el mar y después caminabamos por la orilla hasta que sea la hora de almorzar. Después pasabamos a hacer la rutina de gimnasio, si nos quedamos cansados haciamos un rato de siesta y si no, nos íbamos para el centro de la ciudad.

Las noches eran lo mejor, cenabamos del room-service en el balcón, ambos con las batas del hotel. Algo que me hacía super feliz porque mis papás nunca me dejaban hacerlo, siempre la cena era en el restaurante del hotel y bien vestida.

Claramente parecía soñado lo que estábamos viviendo, era una burbuja de la que no queríamos salir.

La mañana del lunes nos levantamos un poco tarde, por lo que desayunamos al límite del horario del hotel y nos fuimos a la playa, dónde a Exequiel no se le ocurrió mejor idea que alquilar una moto de agua.

Habian dos parejas además de nosotros y noté que las chicas se posicionaban en la parte de atrás, de acompañante.

Rápidamente gire para clavar mi mirada en Exequiel y él lo entendió al instante: Alquilabamos dos motos o yo manejaba  porque no planeaba ir de acompañante.

La primera opción fue la elegida y anduvimos hasta cansarnos, jugando a quién iba más rapido o mojando al otro con las frenadas.

A la vuelta nos cruzamos con un puesto de comida y decidimos comprar para comer en la habitación del hotel.

—Las últimas son mías. —Señalo la bandeja de papas fritas en la cama y miro desafiante a Exequiel mientras me iba al baño.

—No veo que tengan tu nombre.

—¡Vos no podés comer mucho frito y estos días ya te estás pasando! —Grito mientras me volvía abrochar el short de jean.

—Estoy de vacaciones. —Él se encoge de hombros.

—Aparte, ¿Cómo le vas a poner ketchup? —Lo miro, asqueada— Tenemos cheddar y vos elegís el ketchup, por favor, Exequiel.

—Pa' los gustos los colores.

—Mirá a este pendejo —Le digo mientras le mostraba mi celular con una historia de Instagram de Matías—. Cuando vuelva a entrenar, no va a entrar ni a la lista del banco.

—Y eso que tu papá le dijo que ya corte con las fiestas.

—Me parece raro que salga sin mi —Contesto para comerme dos papas fritas y escucho como él se ríe—. ¿Qué?

—Alguien ya tiene que ir aprendiendo que los nenes están creciendo.

—Si, cuando les conviene crecen estos nenes.

—Mientras.. —Él separa un poco la bandeja de nuestro lado—. Te podés ocupar de mí —Acerca su boca la mía y se queda mirandola—. ¿O no?

—Con esa boquita hermosa, ¿Cómo decirte que no, Morocho? —Digo para agarrarlo de la cara y subirme encima de él para besarlo.

—Pará. —Exequiel se separa y empieza a reírse solo.

—¿Qué te pasa, tonto? —Pregunto sonriéndole mientras se tapaba la cara.

—Me hiciste acordar cuando me dijiste en Uruguay: "Me miras con esa carita.." —Dice riéndose— ¿Cómo era?

—No, no lo voy a repetir. —Me quejo, con cierta vergüenza, para bajarme de su cuerpo y acostarme al lado de él.

—Daaale —Me sonríe y me abraza—. Ay, ¿Cómo era? —Trata de acordarse mientras yo lo miraba mordiendome el labio, sin poder creer que cortó todo por una estupidez— Lo peor era que te hacías la difícil y se te notaba a kilómetros que tenías más ganas que yo.

—Mentiroso.

—Igual yo también estaría enamoradita, semejante chico enfrente tuyo...

—Perdón, ¿Ganas de qué? —Pregunto al ver que se estaba agrandando— ¿Y vos cómo sabes que no estuve con nadie? Quizás volví con Leo, por ejemplo.

—Já, ja.

—Gané. —Sonrío victoriosa, sabiendo que lo había hecho enojar.

—Cualquiera que llegue a tu vida ahora, no me llega ni a los tobillos —Me susurra, sonriendo—. Los vas a vivir comparando conmigo, desde ya te lo digo.

—Che, ¿No serás muy seguro de vos mismo? —Pregunto para pasar mi dedo por su labio.

—Después me contas cómo te va con la comparación.

—No te enojes, tranquilo fiera. —Me río para darle un beso y él me hace acostar para quedar encima mío.

Su mano viaja a mi mejilla, baja hacia mi cuello, va por mis pechos y termina en el botón de mi short para desabrocharlo y sacarlo, directamente con la ropa interior.

Uno de los teléfonos empieza a sonar pero ninguno de los dos le da importancia.
Bajo mi boca hasta su cuello para llenarlo de besos mientras él manoteaba el cajón para sacar un preservativo.

—Exe —Digo para volver a besarlo—. Ya están llamando mucho.

—Estoy de vacaciones. —Me responde para sacarme la remera.

Me dejo seducir denuevo por sus encantos ya que, al segundo, en la habitación solo se escuchaban nuestras respiraciones, y continuamos desnudandonos para después ver cómo Exequiel rompía el envoltorio del preservativo y se lo colocaba para introducirse en mí.

A los segundos, el celular vuelve a sonar y yo me muerdo el labio para suspirar.

—Atendé, amor, por algo insisten.

Él me mira desconcertado pero al ver que le hablaba enserio, su boca larga un quejido y estira el brazo para alcanzar el celular.

—¿Qué mierda querés? —Responde apenas atiende y yo le pego en el brazo, asombrada ante su maltrato a la otra persona— No, estoy en la costa. ¿No está Damián o Ezequiel? —Pregunta para después lanzar otro quejido— Que no rompa las bolas.—Dice para colgar y al segundo se empiezan a escuchar las notificaciones de los mensajes.

—¿Quién era? —Pregunto levantándome y apoyándome en mis codos.

—Cristian, jodiendome la vida —Me responde para caerse suavemente sobre mi y empezar a besar mi cuello—. Denuevo está mal por no sé quién y tengo que volver.

—¿Volver cuándo?

—Shhh. —Él me agarra de los cachetes para besarme y seguir con lo nuestro.

Mi PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora