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ZOE.
 
 
Cuando se fue Exequiel y entró Leo a casa me imaginé el típico "Cambio Juez" que se realizan en los partidos.

Cenamos tranquilos entre risas, sin malas caras de mis hermanos y miradas entre mi papá y yo. Me hizo señas que mañana íbamos a hablar porque claramente lo necesitaba.

Mamá hizo que Matías y Teo laven los platos de la cena por haberle hecho pasar un mal rato a Exequiel.
Me reí pero a la vez pensé: "Ahora lo van a odiar el doble".

A propósito me serví un poco de helado, lo comí rápido para dejarles el plato hondo en la pileta para que lo limpien. Ambos se dieron vuelta para matarme con la mirada mientras yo me limpiaba los dedos e iba al sillón para acostarme al lado de Leo.

A veces me da miedo que actúen o se muevan en sincronización, como si tendrían que haber nacido gemelos.

Cuando escucho que estaban secando las últimas cosas, me levanto del sillón y le doy un largo beso a Leo que hasta él se sorprende.

—Bueno, bueno, yo lo invité a dormir, eh. —Dice Matías pero decido ignorarlo.

—Si después venís conmigo, tocá la puerta. —Le digo a Leandro, él asiente para mirar denuevo a la televisión y me voy para la pieza sin saludar a mis hermanos.

De alguna forma los tendría que hacer sufrir y haciéndome la enojada e ignorandolos, iba a resultar.

Leo terminó viniendo a mi pieza justo cuando estaba por responderle a Exequiel pero solo se quedó hasta que me preparara, como imaginé, porque iba a ir a dormir a la pieza de Matías. Traté de convencerlo con besos pero ambos sabíamos que si se quedaba, mi hermano le hacía la cruz.

Me fui de casa para ir a una fiesta en la casa de un amigo porque mañana iba a ser nuestro último día de colegio.

Comparadas a nuestras otras compañeras, nosotras éramos una bola de boliche de todo el brillo que nos habíamos puesto encima. Podríamos representar a la exageración viviente.
Bailamos y tomamos todo lo que nos pasaban por el frente, por lo que alrededor de las 4 de la mañana me quedé dormida y me desperté una hora más tarde con ganas de vomitar.
Mi primera quebrada, justo en mi último día de secundaria.

Que inoportuna, Zoe.

Florencia y Morena estaban tentadas de la risa afuera mientras yo sacaba todo de adentro mío. Me apuraron para que salga y cuando finalmente lo hice, me pusieron la campera y fuimos caminando hasta el colegio.
El camino me pareció muy rapido cuando estábamos a unas cuantas cuadras de distancia del colegio. A eso lo llamo: los efectos del alcohol.

En cuanto llegué y visualice a mis conocidos, los vi sorprendidos ante mi vestimenta.
La campera de egresados llevaba las siglas del colegio de River y yo nunca había vestido algo de este club. Durante todo el año no la había usado pero mis amigas me abrigaron con eso y no pensaba sacarmela por un capricho. Estaba demasiada fría la mañana en Núñez hoy.

—No se acostumbren, es porque hace frío solamente —Me acerco para explicarles, mi mamá me saluda y veo a mis hermanos con mala cara—. ¿Qué les pasa ahora?

—Me parece que enfrente de esta heladera de cancha, siempre vas a tener frío —Escucho como me dicen al oído y me doy vuelta rápidamente para ver a Exequiel—. ¿Sos de River ahora?

—¡Hola! —Grito para abrazarlo— ¿Cómo te enteraste que hoy era mi último día?

—Tengo mis contactos. —Él se encoge de hombros y me da un beso en la frente.

—Tiago.

—No, Tiago no fue el que me dijo.

—No, te digo que ahi viene Tiago —Me río y veo como mi mejor amigo llevaba por el hombro, una campera de egresados—. ¡Tengo una idea!

Mi PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora