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—Que raro que Tiago no quiso venir a casa.

—¿Será porque la fiesta fue en su casa? —Le pregunta Leo, poniendo el freno de mano al estacionar enfrente de la casa de los Gallardo— Andá a dormir, bombón, dale.

—¿Qué? No. Vos no te vas de acá hasta mañana —Zoe se saca el cinturón y sale para buscar el control del portón en la cartera—. Entrá el auto.

—Estoy cansado, Chini, no estoy para tus caprichos —Se queja él—. Entrá, haceme el favor.

—No me hagas enojar, Leandro —Zoe se cruza de brazos—. Aparte, por eso mismo, si estás cansado te quedas acá.

—La que te parió.—Se queja en susurro pero igualmente decide entrar el auto.

—Te escuché, ahora le voy a decir a mi mamá.

—Me va a entender perfectamente, sabiendo el tipo de hija que tiene.

—Che, que gruñón que estás. —Zoe cierra el portón y lo va a abrazar de atrás cuando él cierra la puerta del auto.

—¿Ya se te fue el mal humor y las lloraditas?

—No hablemos de Exequiel, por favor.

—¿Por qué? Si se puede saber —Ambos escuchan la voz de la mamá de Zoe y se dan vuelta rápido— ¡Ay, Leo! ¿Qué haces con sangre? —Zoe se autoescanea a si misma para ver si estaba igual pero solo tenía unos hilitos— ¿Qué pasó?

—Ma, no pasó nada.

—¿Te peleaste con Exequiel?

—Tranquila, fue con otro chico. —Le responde él.

—No se peleó con él pero igual ese apareció para hacer quilombo —Acota Zoe y su mamá se tapa la cara con las manos—. Nos vamos a dormir. —La saluda y agarra de la mano a Leo para entrar a la casa.

—¿Por qué le contaste eso?

—Porque tiene que aprender a no tener a Exequiel en un pedestal altísimo —Susurra ella y al girar su cabeza, ve a Ciro durmiendo en el sillon—. ¡Shh! Vamos dale.

—No seas boluda y escuchalo cuando estés sobria —Leandro le agarra la cara cuando llegan al pasillo—. Acordate lo que te digo, vas a perder el tiempo con el otro agrandado y cuando te quieras acordar, quizás, Exequiel se buscó a otra y te vas a querer matar.

—Acordate de sacar la cama de abajo porque Mati no te va a dejar lugar. —Responde ella, ignorando todo lo que su amigo le había dicho.

—Te amo y te quiero ver bien. —Leo la mira fijo y le da un beso en la frente.

—Ya sé, yo también te amo, Toro.

Ambos se sueltan y se van para distintos lados del pasillo, hacía las habitaciones para dormir.
  
  
     
 
  
Exequiel estaciona el auto enfrente de la pensión, al bajar se mira la camisa blanca manchada y decide abrir el baúl para sacar la campera que siempre llevaba, por si las dudas.
Cuando la cierra, se pone la capucha y activa la alarma del auto para caminar hasta la entrada.

—Eh Chango, le dije a tu mamá que hoy no dormías acá porque pensaba que te fuiste a lo de tu chica. —Charlie, el portero, se sorprende al verlo.

—Si, yo también pensaba que no dormía acá —Exe responde, apenado—. ¿Vino acompañada mamá?

—Por una jovencita.

—No la dejes entrar por nada en el mundo —Él lo señala—. Por favor.

—Está bien —Charlie asiente con la cabeza pero se lo queda mirando—. ¿Estás bien vos? Te veo triste y con la cara un poco inflamada.

Mi PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora