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ZOE.
 
  

—¡Siguiente!

—¿Podés prestar atención? —Mi prima me empuja al frente, dejo el celular y miro a la señora del otro lado de la ventanilla.

—Hola. —Musito mientras buscaba mis papeles para hacer la inscripción en la facultad. Claramente no estaba decidida a cuál ir pero como en casa me dijeron "anotate en todas las que te gusten y de ahí ves si entras", yo lo hago.

—Tu nombre. —Me exije la señora y lentamente levanto la mirada ante su horrible tono.

No te alteres, Zoe, no te alteres.

Le respondo con el mismo tono y a ella le cambia la cara al escuchar el apellido de mi papá como si hubiese dicho que era la hija del principe de Grecia—. ¿Te paso mis papeles?

—¡No, no hacen falta! —Ella le resta importancia y me sonríe. Yo giro mi cabeza para mirar a Aymará, quien más o menos, la estaba ojeando con la cara de bulldog que tenía— ¿En qué carrera querías inscribirte, amor?

¡Ahora era "amor"! Cruzo miradas con mi prima y ambas nos entendemos.

—¿Sabes qué? Disculpame, no estoy muy segura —Genero una falsa cara de disculpa—. En un rato vuelvo —Agarro a Aymará de la mano y la saco al patio de la universidad, esta se empieza a reír apenas salimos—. No, yo claramente acá no voy a estudiar.

—Vos sola venís a inscribirte a esta facultad de chetos, Chini —Ella niega con la cabeza mientras veía los cuatro enormes edificios universitarios que nos encerraban—. Llegabas a venir acá con Matías y esa mujer no salía viva. Si yo no tolero a la gente así, Matías menos y encima no sabe disimularlo. Ni se esfuerza.

—¿Se puede ser tan interesada? —Pregunto mientras me llevo el celular a la oreja— Ah no, mirá atrás tuyo —Señalo, ella se da vuelta disimuladamente y me atienden del otro lado—. No solo me trataron mal, sino que, después de que dije mi apellido me trataron con el apodo "amor".

—Ay, Zoe —Mi mamá trata de no reírse del otro lado de la llamada—. Ves, por eso con tu papá no queríamos recomendarte universidades para que experimentes vos sola.

—¡Me podrían haber dicho que esta universidad era una...! —Suspiro antes de maldecir— Encima con Ayma nos acabamos de cruzar a uno de los jugadores de papá. No me sorprende, futbolistas con mentalidad de príncipe.

No tiene mentalidad de príncipe. —Se queja Aymará mientras lo mira cuál babosa.

—Te recuerdo que todos tus novios fueron futbolistas, hija. —Se escucha a mi papá de lejos en la llamada.

—Si pero ninguno fue tan ridículo —Me defiendo mientras miro el ambiente de la universidad—. Ni Leandro lo fue, siendo de ese club.

—Bueno, como vos digas —Mamá suspira del otro lado—. Vayan a comer algo y después vean otras universidades.

—No, mucho por hoy —Me quejo y mi prima asiente con la cabeza—. Me quedaré con las otras que me anoté, espero entrar.

—Si estudias, entras... Fácil.

—¡Ja! Fácil. —Me río sarcástica y cortó la llamada—Vamonos de acá que ya me siento una cheta más.

—Y, un poco lo sos. —Ayma se ríe y la miro mal.

Salimos del enorme edificio con gente desagradable, nos subimos al auto, tiro la cartera a la parte de atrás y escucho el ruido de una bolsa.

—¡Ay, la camisa! —Grito y mi prima se asusta. Agarro la bolsa y sin abrirla, miro adentro para ver si se arrugó mucho.

—¿Y eso? —Me pregunta y yo arranco para salir de la avenida más grande de nuestra ciudad— Gorda, tu casa es para el otro lado.

Mi PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora