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—No la despiertes, dejala dormir —Susurra Tiago—. Te espero abajo.—Le dice a su amigo y este asiente con la cabeza.

El ruido de la puerta al cerrarse, hace despertar a Zoe pero no decide abrir los ojos para poder conciliar el sueño nuevamente.

Leo agarra su celular y va en puntitas de pie hasta la cama de ella, se sube y gatea despacio para llegar a acostarse al lado.

—Ya te olí desde que te levantaste, chiquito. —Susurra Zoe, todavía con los ojos cerrados.

—¡Dah! —Se queja él, dejándose caer en el colchón— Te agarraste la mejor cama, no te quejes.

—¿Ah sí? —Pregunta ella abriendo los ojos y viéndolo con cara de dormido y el pelo todo despeinado como tanto le gustaba a ella— ¿Y por qué?

—Estás abajo del aire y podés dormir tapada.

Zoe se estira en la cama para posicionarse y quedar frente a frente con él, bosteza y vuelve a cerrar los ojos.— ¿Qué hora es?

—Las diez.

—Ah, que rompe ovarios que sos —Dice ella para taparse hasta la cabeza—. Yo no sé que tenés con levantarte tan temprano.

—Me parece que seguís dormida porque te equivocaste, bombón —Leandro se levanta de la cama y la destapa a propósito—. A mí me despertó Tiago y estoy para dormir como diez horas más.

—Bueno pero..

—El madrugador debe ser Exequiel.

Ella sonríe con los ojos cerrados y vuelve a taparse.— Perdón, perdón.

Se queda unos largos minutos más en la cama haciendo fiaca mientras Leo daba vueltas preparándose para bajar, cuando él ya estaba listo, Zoe se levantó para cambiarse, hacerse un rodete y bajar con anteojos de sol. Simple pero efectivo.

—Menos mal que te dije que la dejes dormir, salamin. —Se queja Tiago, apenas llegan al desayunador.

—Que raro ustedes dos despiertos tan temprano —Dice Matías y Leo se sienta al lado de él para apoyar su cabeza en el hombro del amigo—. Uh, el Toro no rinde ni dos horas hoy.

—Podrias haber cerrado la puerta un poquito más despacio. —Zoe abraza a Tiago, apenas se sienta al lado pero él se aleja.

—¿Estás cambiado vos? —Teo mira de arriba a abajo a Leo, quién ya estaba con los ojos cerrados— Bueno, por lo menos tiene malla.

—Llegan las jefas y nos vamos. —Avisa Pedro.

—¿Que toca hoy? —Pregunta Zoe mientras mordía una tostada.

—Playa.

—Ah, gracias por avisarme, ni la malla me puse —Se queja ella—. ¿Me pasas el tarro de azúcar? —Le pide a su mejor amigo.

—Pedisela a Leo. —Responde él, llevándose una mala cara de Zoe, quién se levanta y la busca ella.

—Buen día, buen día. Hija, ¿Qué haces despierta? —Geraldine la mira extrañada— Bueno, no importa, nos vamos.

Todos se levantan de la mesa ya que habían terminado de desayunar pero Zoe impide que Tiago se levante.

—Vos te quedas acá.

—Ahi voy. —Avisa él y los demás asienten para ir a la parte trasera del hotel que daba a la playa.

—¿Me podés decir qué te pasa?

—¿Yo que te dije anoche? —Repregunta Tiago— Ah cierto, ni te debes acordar.

—No, claramente, no.

Mi PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora