CAPÍTULO 72

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Luego de unos minutos manejando, Javier se detiene en la casa de Ferrari y el miedo me entra por todos los poros. No sé qué es lo que estoy haciendo, pero debo seguir adelante, ya es muy tarde para salir corriendo de ahí. Cuando llegamos, Javier entre con su auto por el garaje blanco y me obliga a salir con cuidado.

—¿Estás seguro de que esto es una buena idea?

Él asiente con la cabeza tan solo una vez.

—Muy seguro. Ferrari está haciendo refacciones en uno de sus trajes, así que no debes preocuparte por eso. Él no vendrá.

Sus palabras me dejan un poco más cómoda con la situación, así que tomo mis cosas, pero él me las quita de las manos y las pone en el asiento trasero de su auto.

—¿Qué ocurre? —Me atrevo a preguntar.

—Es que mi madre no sabe que tienes casi cinco años menos que yo.

Ruedo los ojos ante lo que sale de sus labios. ¿Qué tiene eso que ver?

—¿Y qué problema hay con eso? Javier, mi cara de niña me delata, así que tú tranquilo... Tu madre se dará cuenta igual de eso. —Palmeo su mejilla.

Oigo un sonido peculiar y sonrío al ver a la madre de Javier.

—Tú debes ser Katy —comenta la mujer acercándose a nosotros—. Le dije a mi hijo que te invitara antes, pero estaba muy ocupado para hacerlo.

Mi ceño se frunce y luego asiento. Me acerco y la saludo con un beso en la mejilla, luego la mujer mira a su hijo orgullosa y comienza a guiarnos hacia la cocina. No dudamos en seguirla, Javier observa todo y cuando ve comida solo se lanza como un condenado a comer lo que hizo su madre.

—Hay empanadas en la mesa —anuncia la mujer.

—Muchas gracias —le respondo y me siento junto a Javier.

Comenzamos a comer las empanadas mientras hablamos sobre la vida, mi carrera y que Javier hace mucho tiempo quería que su madre me viera. Javier come en silencio, pero de vez en cuando me mira con una dulce sonrisa que adorna sus labios.

—Ya debes de estar terminando la carrera, ¿verdad? —Comenta la madre de Javier, y nuevamente nos ponemos a platicar sobre la psicología en la vida de las personas.

Javier se harta de guardar silencio y se pone en modo romper las pelotas.

—¿La boda tiene una temática en especial?

Su madre deja de hablar y se pone a prestarle atención a su hijo. Sonríe amplia al ver que él está haciendo preguntas sobre eso y luego hace una mueca con sus labios.

—Bueno, en realidad, no está en los planes de la boda. Sin embargo, podría pensar hacerla de algún tipo especial —responde con una dulce sonrisa—. Me alegra que pienses en venir, hijo.

Javier sigue comiendo, pero luego de un instante bebe de su jugo y me mira con seriedad, luego le presta atención a las palabras de su madre y hace una mueca con sus labios.

—Nunca dije que vendría a la boda —comenta él dándole a entender a su madre que está equivocada por pensar que su hijo estaría a su lado—. Así que no sueñes con los ojos abiertos, madre. No pongas palabras que yo nunca dije.

Su madre baja la mirada un poco nerviosa y triste al ver que su hijo no estaría con ella en un momento tan importante como ese. No puedo creer la mala pasada que le está haciendo a su propia madre, me duele que tenga que hacer las cosas así de mal.

—Vamos a venir a su boda —le respondo a la madre y aprieto la mano de Javier.

—¿Van a venir? —Su mirada me demuestra que está mucho más feliz de lo que estaba cuando Javier le dijo que no iría—. Por favor.

Asiento con la cabeza más de una vez.

—Estaremos con usted —digo llena de seguridad.

Javier se pone de pie y su madre se acerca como un resorte a él. Lo abraza y Javier palmea la espalda de su madre, pero cuando se gira toma mi mano y comenzamos a caminar hacia su cuarto. La madre nos observa con una dulce sonrisa y luego sale de sus labios:

—Luego les aviso para el postre.

Javier rueda los ojos y se acerca a su habitación. Al entrar, cierra la puerta y se queda viéndome a los ojos. No dice nada, no es necesario decir algo, solo me come la mirada y mi corazón se cae a los pies. Me siento tan extraña, pero suelto una risita y me acerco a él, le tiendo mi mano y él la toma aferrándome a su cuerpo.

—No te vayas esta noche. Déjame hacerte mía esta noche... —susurra sobre mi oído y luego toma el lóbulo de mi oreja—. Quédate conmigo, mi bella Katy.

Trago saliva ante sus palabras y llevo mis manos hacia su pecho, lo empujo un poco y luego niego con la cabeza tan solo una vez. Me alejo un poco y me siento sobre su cama, observo todo lo que hay en su habitación y él se sienta a mi lado con una dulce sonrisa sobre sus labios, luego toma mi mano y acaricia mis dedos con detenimiento.

—No puedo quedarme hoy, tengo que ir a ver a Alex y luego ir a casa para comentarle a mis padres que el final es el lunes —digo con el ceño fruncido ante la situación—. Me gustaría quedarme y poder ir a la boda de tu madre contigo.

Cuando nombro la boda, él suelta mi mano y su mirada se oscurece de la bronca que carga dentro de sí. Sé que Javier odia con todo su corazón a ese hombre, pero tiene que aceptar que así son las cosas y que no las va a poder cambiar, no hay modo de que eso no suceda. Al menos, le estoy diciendo que yo estaré junto a él en ese momento difícil.

—Pero yo no quiero, no quiero, Katy. No pienso ir a esa estúpida boda, sé que voy a perder a mi madre y no puedo —dice subiendo un poco su tono de voz—. No puedo perderla también a ella, ya he perdido mucho.

Niego con la cabeza más de una vez. Me acerco y dejo un beso sobre su frente, siento sus manos sobre mi cadera y lo dejo, pero busco sus labios y él no me los brinda. No me quiere besar, no lo entiendo. Me aparto de Javier y espero una explicación, pero no me la da.

—¿Por qué tienes tanto miedo, Javier? —Cuestiono alzando ambas cejas.

Él deja de verme a los ojos para focalizar su mirada en otro lado.

—Porque ese hijo de perra mató a mi padre, estoy seguro de eso, Katy —me explica con seriedad en su tono de voz.

No quiero creerle, pero se ve que está muy preocupado por su madre. Sus palabras me hacen entrar en duda, pero no puedo aceptar así como así las cosas que salen de sus labios.

—¿Tienes pruebas sobre eso, Javier? ¿Y si Ferrari es solo un pobre hombre que ama a tu madre? —Me atrevo a preguntarle tomando su rostro entre mis manos—. Piénsalo, quizás estás equivocado y no sabes toda la historia.

Él me mira a los ojos con seriedad y luego niega con la cabeza tan solo una vez. Se nota que está muy seguro de lo que dice, aunque yo tengo mis dudas.

Me vuelve a tomar de la cadera y me sienta sobre su regazo, sonrío amplia y busco su cuello. Sus manos se dirigen decididas a la tala de mi short y trata de bajarlo, pero un grito de su madre con respecto al postre nos sorprende.

—Mierda... —Murmura Javier.

1. Jamás: El comienzo (Completo) ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora