CAPÍTULO 58

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Tengo que estar a tu lado.

Aquellas palabras se repiten dentro de mi cabeza una y otra vez. Me siento estúpida y no sé qué hacer. Este hombre me paraliza y me obliga a pensar en cosas que no debo. Siempre tengo algo en mi cabeza y me obliga a detenerme y retomarlo, es como mi droga personal.

«Javier Jones realmente me estoy drogando contigo», pienso caminando junto a él.

Con cada paso que doy estoy segura de que estoy haciendo las cosas bien. Sé que eso no significa que las esté haciendo bien, pero eso es lo que él me hace sentir. Siento que cada acción que llevo a cabo la hago perfecta y solo gracias a él. Esto es muy extraño y nuevo para mí. Me da mucho miedo para ser honesta.

La sensación que me produce al estar con él no la tiene nadie. Es algo que solo él sabe que hace. No sé cómo hacer para que verlo y tocarlo no se vuelva como una droga para mí. Cada segundo deseo más y más de Javier. Dentro de mí, hay un montón de barreras que me hacen detenerme y pensar en lo que estoy haciendo, pero si estas no estarían, creo que ya sería toda una adicta a él.

Alzo ambas cejas mirándolo fijamente a los ojos con el ceño fruncido ante la situación, no comprendo lo que me está diciendo y no quiero que se enoje todavía más conmigo. Detesto ser el foco se su odio, aunque me gusta estar en su mira. Sé que me mira y me desea tanto como yo a él.

Me echa la culpa de algo que no hice, no creo haber hecho algo malo y si lo hice, realmente lo siento. Yo no recuerdo haberle hecho algo malo a Javier. Hace muy poco lo conozco, pero se metió en mi vida como nunca antes alguien lo había hecho.

Tomo sus manos con delicadeza y las acaricio con suavidad en mi tacto. Quiero que vuelva en sí, pero eso es muy imposible en estos momentos. Está completamente ebrio. No puedo regresarlo al mundo real.

—¿Qué tienes, Javier? —Pregunto con la esperanza de que me responda aquella simple pregunta que nace de mi interior.

Me está haciendo preocupar mucho. Nunca sentí algo similar. La preocupación es algo nuevo para mí.

—No lo sé, no entiendo lo que me pasa... No sé que tengo o lo que no tengo —murmura mirando el suelo. Sus pestañas se ven más delgadas y largas, pero mojadas.

¿Javier está llorando?

«¡Oh!, Chuck, no puedo creerlo», pienso en mis adentros.

—Javier, si no tienes idea de lo que está pasando por tu mente, yo no puedo ayudarte.

—Quizás no necesito que me ayudes, Katy —susurra él levantando la mirada. Su rostro está bañando en lágrimas—. Solo quiero seguir, ya no quiero cometer tantos errores en mi vida... Quiero ser una persona nueva, una persona viva.

Me acerco con rapidez a él y con la yema de mi dedo pulgar comienzo a sacar sus lágrimas, una mueca de desagrado se comienza a formar sobre sus labios. Lo noto al igual que aquel bufido de frustración que emana de aquellos labios rosados y carnosos que él posee.

Lo miro fijamente a los ojos y niego con la cabeza, como ya me es de costumbre, a su lado siempre niego. No entiendo lo que ocurre, pero sé que voy a conseguir las respuestas que deseo.

Nunca puedo sentir confianza en este hombre, siempre siento que me oculta algo y ese algo es muy importante.

—No quieres mi ayuda, pero sigues interesado en lo que me pasa —digo soltándolo, cuando siento como toma mi mano para comenzar a caminar hacia la habitación—. Hoy te enojaste porque estaba abrazando a tu amigo. Dime, Javier, ¿qué es lo que tienes?

Me detengo inmediatamente, no quiero continuar con el camino. Quiero hablar aquí, no entiendo la necesidad de llevarme a la habitación.

Lo suelto con cuidado y me cruzo de brazos, mi mirada fría se posa sobre sus ojos amielados.

—Lo sé, yo sé que... Solo se estaban abrazando, no soy idiota —comenta con el ceño completamente fruncido, lame su labio inferior, como de costumbre, y se acerca a la pared para mantenerse parado.

—¿Entonces? —Pregunto alzando ambas cejas en busca de una respuesta de parte de este hombre.

Necesito explicaciones de su parte. Quiero que él me responda cada una de mis preguntas.

—¡No lo sé! —Exclama tomando su cabeza entre sus manos—. No lo sé...

Se está poniendo nervioso con mis preguntas, pero no quiero verlo así. Con cuidado me acerco a él y asiento con la cabeza tan solo una vez. No puedo verlo perdido, lo necesito bien.

—¿Tienes miedo? —Pregunto sacando sus manos de su cabello.

Su mirada se posa sobre mis ojos de nueva cuenta y simplemente asiente con la cabeza. Se me tan bonito cuando asiente a lo que le digo, que me lo quedo viendo con una dulce sonrisa sobre mis labios.

No puedo creer que me diga que tiene miedo, estoy segura de que no me lo diría sobrio.

—No tienes que temer, Javier. Aquí estoy yo, puedo ayudarte en todo lo que necesites —le digo con tranquilidad—. No tienes que sentirte mal. Eres una buena persona, pero muy rota.

—Lo tengo, tengo mucho miedo... No sabes nada sobre mí. Solo quieres que me sienta mejor —responde y luego agrega—: No soy malo. Tengo miedo y eso me frena demasiado.

—¿Miedo de qué? —Pregunto alzando ambas cejas mirándolo fijamente a los ojos con una pequeña sonrisa sobre mis labios.

La sonrisa es una pequeña pantalla para que él se sienta cómodo y pueda abrirse a mí, quiero ayudarlo y eso haré. Necesito ayudarlo a abrirse a mí. Quiero ser parte de su vida.

Haré lo necesario para poder ayudar a Javier a superar aquel miedo que lo está consumiendo por dentro.

¿Qué será lo que lo está carcomiendo? ¿Por qué no quiere mi ayuda para superarlo?

1. Jamás: El comienzo (Completo) ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora