CAPÍTULO 23

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Me separo un instante de él y miro a los ojos.

—Solo sueño con una vida mejor.

—Tienes que dejarte llevar para poder ser feliz. Hacer lo que tú quieras, no tienes que pensar tanto y ser feliz —responde con facilidad en sus palabras.

Javier me ayuda a ponerme de pie y comenzamos a caminar rumbo a su auto. No tardamos mucho en llegar. Me abre la puerta y me lanzo en el asiento trasero para descansar en paz. Antes de hacer alguna tontería, le envío un mensaje a James.

Me fui a casa. No me siento muy bien 😿

Cuando salgo del auto, me siento mucho más cerca de él ahora que hace un rato. Puede ser un auténtico encanto cuando se lo propone. Javier sabe lo que una chica quiere escuchar y eso no sé si es bueno o malo.

—Te ayudaría a entrar, pero estoy seguro de que no quieres chicos en tu habitación, ¿no? —Me pregunta.

—Vivía con uno —me encojo de hombros—. Pero no tengo ánimos para preparar un café o algo para ti.

No sé si debo besarlo para despedirme o no, de modo que siento un gran alivio cuando me coge unos mechones de pelo rebeldes y me los coloca detrás de la oreja. Apoyo la cara en la palma de su mano y él se inclina y roza mis labios con los suyos y me siento incómoda. Empieza con algo tan simple y tierno como un beso, pero siento un torrente de calor que recorre mi cuerpo y necesito más. Quizás me quiero vengar de Paul, pero no creo estar haciendo lo correcto. Javier me agarra del brazo y tira de mí para indicarme que me traslade a su asiento. Obediente, me coloco a horcajadas sobre su regazo, con la espalda contra el volante. Noto cómo el asiento se inclina ligeramente, proporcionándonos más espacio, y le levanto la camiseta para deslizar los brazos por debajo de ella. Su torso es firme y le arde la piel. Resigo con los dedos el tatuaje que tiene en el estómago.

Su lengua masajea la mía y me estrecha entre sus brazos con fuerza. La sensación es casi dolorosa, pero es un dolor que estoy dispuesta a soportar para estar así de cerca de él y vengarnos de esos dos. Gime en mi boca cuando subo más las manos por debajo de su camiseta. Me encanta hacer que él gima también; causar ese efecto en él. Estoy a punto de perder la razón y dejarme llevar por los sentidos de nuevo cuando de repente suena mi teléfono.

—¿Todo está bien? —pregunta.

Sonriendo, abro la boca para responderle alguna broma al respecto, pero cuando miro la pantalla y veo que es Paul, me detengo. Miro a Javier y sé que se imagina quién es. La expresión de su rostro cambia y, temiendo perderlo, y temiendo que mude su estado de ánimo, rechazo la llamada y dejo caer el móvil en el asiento del acompañante. No estoy pensando en Paul en estos momentos. Lo relego al último rincón de mi mente y lo encierro con llave.

Me inclino de nuevo para seguir besando a Javier, pero él me detiene y se aparta.

—Tengo que irme —dice en tono cortante, y me entra el pánico.

Cuando me echo hacia atrás para mirarlo, su mirada es distante y su frialdad apaga mi fuego.

Asiento con la cabeza tan solo una vez y rápido bajo de su auto. Me siento incómoda por todo esto, estoy muriendo por dentro. No puedo creer que casi... No, ni siquiera me atrevo a pensar en eso.

Cuando llego a mi cuarto, no dudo en lanzarme a la cama y pensar en todo lo sucedido, aunque sé que tengo que dormir en vez de pensar. Me siento tan mal que no puedo respirar. Solo lloro y cuando me detengo es para guardar fuerzas y volver a llorar cuando las tengo. Me siento una basura, no solo por haber sido engañada, sino que yo casi estoy con Javier. Eso no está bien.

No conozco de nada a ese hombre, pero todo lo que dijo y la manera en la que me besó y tocó me prendió por completo el alma. Jamás había sentido algo tan real como eso, era una mezcla de placer y dolor por lo sucedido. Era delicioso y lo perdí, perdí por todo lo que siento.

Sé que tendría que haberme dejado llevar para olvidar el dolor, pero no me atreví a tirar todo por la borda. Cada vez me va a ser complicado ver la cara de Paul en las clases, sé que me va a doler, pero tengo que aceptar que es mi último año y tengo que aprovechar todo lo que pueda.

Mi vida está comenzando y siento que ya perdí más de lo que me podría haber imaginado. Jamás imaginé que la pérdida del amor de tu vida dolía tanto, con razón mi mamá siempre me decía que me aleje de Paul. Yo no la quería escuchar, pero debí haberle caso.

Oigo mi celular y me estiro un poco para agarrarlo. Observo el número y me doy cuenta de que se trata de mi madre. No puedo creer, ¿acaso tiene una bola mágica? ¿Cómo sabe que estoy pensando en ella?

—Madre —respondo con la voz explotada de alcohol.

—¿Katherine? ¿Qué te ocurrió? —sé que está preocupada por mí.

—Nada, ma. Solo fui a una fiesta y eso... No te preocupes —le explico.

—¿En época de clases? —pregunta sin poder creer en lo que se ha convertido su hija—. ¿Te llenó la cabeza tu prometido?

Hago un poco de silencio y niego con la cabeza tan solo una vez. Limpio mis lágrimas y vuelvo a negar.

—No, ma. Solo... Estaba festejando —trato de cambiar el tema.

—¿Qué festejas?

—Voy a tomar las pasantías del profesor Reid —anuncio con seguridad en mi tono de voz.

—¡Felicidades, cariño! —Grita mi madre por el celular.

Mi cabeza gira ante aquel grito y lo único que quiero es dormir.

—Me iré a dormir, ma. Estoy muerta... —Miento a medias—. Hablamos mañana que es sábado.

—Claro, bebé. Duerme bien —dice antes de que la llamada acabe.

Suelto mi celular y apoyo mi cabeza sobre la almohada.

«¡Duérmete, Katherine!», pienso más de una vez.

1. Jamás: El comienzo (Completo) ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora