CAPÍTULO 40

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Paul me envía un mensaje con la dirección: «Pasaje Ecuador, 1632». La copio y la pego en el programa de navegación de mi celular, que dice que está a quince minutos en coche. ¿Qué puede estar pasando ahí para que Paul me necesite?

Es imposible que no puedan arreglar las cosas entre ellos dos. Sinceramente, tengo un poco de miedo por lo que pueda estar sucediendo en esa residencial. Sé que son un par de departamentos, pero no sé lo que deba estar haciendo Paul y Javier ahí. Mucho menos a estas horas, es demasiado tarde para hacer algo.

Cuando llego al lugar de destino, estoy tan confundida como al salir de mi habitación. James me ha llamado dos veces, pero no lo he atendí ninguna de las llamadas. Necesitaba que el GPS siguiera en la pantalla y, sinceramente, la expresión de desconcierto de su rostro me atormenta. Solo espero llegar a tiempo para después poder contarle lo que ocurrió.

Todas las casas de la calle son enormes y parecen mansiones. Esta, en particular, es al menos tres veces más grande que otras del vecindario. Es una vivienda de ladrillo con pequeñas piedras de colores y un gran portón blanco, con un jardín en pendiente que hace que parezca que está asentada sobre tres apoya ruedas. Es preciosa incluso bajo la luz de los faroles de la calle. Supongo que debe de ser la casa del padre de Javier, ya que no puede pertenecer a un estudiante universitario, y es la única razón que se me ocurre para que Paul pudiera estar aquí. Inspiro hondo, espiro y subo los escalones. Golpeo con fuerza la puerta blanca de hierro y esta se abre al cabo de unos segundos.

—Katherine, gracias por venir. Lo siento, sé que tienes compañía. ¿Ha venido James contigo? —pregunta Paul, y mira hacia el coche al tiempo que me indica que pase.

—No, está en la residencia. ¿Qué pasa? ¿Dónde está Javier? ¿Qué es lo que le pasó? —Alzo ambas cejas.

Hay una ola de silencio. No me responde, pero luego abre la boca y dice:

—En el patio trasero. Está fuera de control —suspira resignado.

—Y ¿para qué me has hecho venir? —pregunto lo más amablemente que puedo.

«¿Qué tengo que ver yo con que Javier esté fuera de control?».

—No lo sé, sé que lo detestas, pero tú hablas con él. Está muy borracho, y se ha puesto muy agresivo. Se ha presentado aquí y ha abierto una botella de Bourbon de su padre muerto. ¡Se ha bebido más de media! Y después ha empezado a romper cosas: todos los platos de su madre, un armario lleno de papeles de Ferrari, y básicamente todo lo que ha encontrado. Sin contar con... —Hace una mueca con sus labios—. Destrozó el único regalo de su padre.

—¿Qué? ¿Por qué?

Javier me dijo que no bebía. ¿Eso también era mentira? Al menos, yo siempre que estaba bebiendo, él me trataba de sacar el alcohol y ahora me entero de que todo era una estúpida fachada.

—Su madre le ha dicho que va a casarse con Ferrari...

No tengo idea de quién es ese hombre. ¿Quién es Ferrari? Me suena familiar el apellido, pero no sé quién es.

—Bien... —Sigo confundida—. Y ¿Javier no quiere que se casen? —pregunto mientras Paul me guía hacia la amplia cocina.

Me quedo boquiabierta al ver el auténtico desastre que ha organizado Javier. Hay un montón de platos rotos tirados por el suelo y una vitrina grande de madera volcada, con los cristales de las puertas destrozados. Él ha roto todo lo que estaba a su paso.

—No, ni en sueños deseaba eso. Justo después de que su madre lo llamara para contárselo, se marcharon del país durante el fin de semana para celebrarlo. Creo que por eso ha venido aquí, para enfrentarse a ella y, más a él. Nunca pisa esta casa —me explica, y abre la puerta trasera.

1. Jamás: El comienzo (Completo) ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora