Javier me mira fijamente a los ojos ni siquiera parpadea un instante, su mirada está llena de sentimiento y dolor. Es algo único, algo mágico que solo él logra entender. Quiero empezar a comprender lo que pasa por su cabeza, no quiero que se sienta solo.
Trato de ayudarlo, pero él no desea ayuda, no quiere mi ayuda. Supongo que necesita asistencia y no entiendo por qué no querer la mía, mi ayuda podría ser buena para él. Javier quiere superar sus problemas sin necesidad de meter a alguien en sus quilombos.
Necesito ayudarlo a superar aquel miedo que corre por su cuerpo y no lo deja ser aquel individuo que conocí; en pocos momentos en los que él se abría a mí sin querer, me di cuenta de que no es malo, solo está roto.
Sé que él es un buen hombre, sé que puede cambiar y superar lo que sea que le está sucediendo. Él trata de ayudarme, todavía me está brindando su ayuda. Así que yo pienso hacer lo mismo por él.
Es una de las pocas personas que está ayudándome a superar todo lo que me está pasando y le doy las gracias por eso.
Él me entiende de un modo diferente, ya que le ocurrió algo muy similar que a mí. Estar en estos momentos a su lado me ayuda a entender lo que me sucede, pero Javier es un callejón sin salida. No puedo comprenderlo tan fácilmente.
Cada vez me hundo más en la oscuridad del callejón y tengo miedo de no encontrar el modo de salir de ahí cuando lo necesite.
Observo unos segundos sus bellos ojos y luego el suelo, mejor dicho, la alfombra que se encuentra cubriendo el territorio de la planta alta de la casa.
Si mis padres vieran a Javier con zapatos y pisando la alfombra, les agarraría un ataque cardíaco, ya había aprendido bastante, por eso, me encuentro sosteniendo mis zapatos negros.
Es como una pequeña obsesión que ellos posen y supongo que ahora me la pasaron a mí; el saber que la pobre alfombra está siendo pisada por zapatos que pudieron pisar cualquier cosa antes de entrar me está volviendo completamente loca, estoy desquiciada y seguramente mis ojos de loca total ya son realmente notorios en mí.
—Siéntate —susurro tomando asiento en la alfombra. Coloco mis zapatos sobre el regazo de Javier cuando toma asiento frente a mí—. Sostén mis zapatos y que no toquen el suelo o te mato, ¿me oíste? —Pregunto con un tono de diversión.
—Sí —dice observando mis zapatos con admiración—. Eres bonita dando órdenes.
Me estiro un poco para tomar los tobillos de Javier y él suelta una carcajada sonora. No puedo evitar sonreír, me alegra oírlo reír sin esfuerzo alguno. Es una risa verdadera, auténtica y se oye muy bien.
Con trabajo puedo quitarle sus zapatos, me da un poco de miedo que me pegue sin querer una patada. Si eso sucediera, ya estoy muerta. Una de esas patadas me dejaría internada en el hospital.
—¿Por qué me los quitas? ¿No prefieres sacarme otra cosa? —Pregunta con un tono de voz juguetón y con su ceño fruncido mirando mis ojos—. Tienes unos ojos perfectos.
Suelto una carcajada sonora y niego sosteniendo sus zapatos.
—Deja de coquetear y arriba —comento con una gran sonrisa sobre mis labios.
—Qué aburrida eres, pero es cierto... —Susurra sentándose mejor—, esa es la verdad, esa es la única verdad —dice mirándome fijamente a los ojos.
Mi ceño se frunce inmediatamente al ver como deja los zapatos sobre la alfombra, niego acercándome para tomarlos, pero no logro demasiado, ya que sus manos apresan mis muñecas.
—Javier, la alfombra. —Trato de hacer que me suelte, pero es inútil.
—No importa, Katy, es solo una pequeña... Gran alfombra —comenta divertido.
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1. Jamás: El comienzo (Completo) ✅
RomanceKatherine London, una joven estudiante de la UBA (Universidad de Buenos Aires), donde se encuentra cursando su último año de psicología. Con apenas 21 años de edad, excelentes notas y una vida completa junto a su prometido, al menos eso es lo que el...