Hago una mueca con mis labios sabiendo que esto no va a funcionar. Lo miro por un instante y luego niego con la cabeza tan solo una vez. Ahora se me ocurrió una cosa y creo que va a funcionar mejor que el plan que tenía hace un instante, bueno, no tenía ningún plan hasta ahora.
—Creo que lo mejor es ir a la residencia y quedarme ahí. Tengo que hacer los preparativos para mañana y no quiero llegar sin tener idea —le comento a Javier—. Sé que será complicado regresar, pero no puedo hacer como si nada hubiera sucedido. Seguro que mi madre se está muriendo y no puedo dejarla sola.
Javier suelta un suspiro sonoro de sus labios ante mi respuesta, pero luego asiente seguro de lo que vamos a hacer. Comienza a manejar de regreso a la universidad, no falta mucho, solo un camino de dos horas. Sé que lo confundí demasiado con respecto a todo lo que está sucediendo y me siento muy culpable de hacer que su domingo se vuelva una película de Rápidos y furiosos, pero no tengo de otra que acudir a él. En este tiempo me di cuenta de que no estoy tan sola como me lo imaginaba cada vez que cerraba los ojos para que el día acabe, ahora solo deseo abrirlos y verlo a él. Muy en el fondo, sé que está mal lo que quiero, pero no puedo hacer nada para que eso cambie.
El camino ya no me molesta cuando vamos callados, es un sonido bonito, ya que solo están nuestras respiraciones y el ruido de la calle: los trabajadores, los mecánicos, las familias y perros. Todo es una locura, supongo que por eso prefiero mantener la boca cerrada. No quiero escuchar más barullo del que hay, aunque me alegraría escuchar la voz de Javier en algún momento del trayecto de regreso al campus. Cuando visualizo la residencia, suelto un suspiro y giro para verlo a él. Javier hace una mueca con sus labios, que luego se vuelve una sonrisa tierna.
—Hemos llegado —anuncia.
Asiento con la cabeza tan solo una vez.
Ambos bajamos de su auto, me acerco y dejo un beso sobre su mejilla, pero cuando me estoy separando de él, sus manos toman mi cadera acercándome nuevamente. Lo miro fijamente a los ojos y niego tan solo una vez para separarme y luego escuchar los gritos desesperados de mi madre. Javier sale corriendo a su auto y desaparece (su costumbre al parecer).
—¡Katherine!
Ruedo los ojos y me acerco con una enorme sonrisa. Ella me abraza con fuerza y le respondo.
—¿Qué pasa, madre? —Pregunto sin comprender lo que está pasando.
Ella se separa y luego me observa.
—¿Qué tienes puesto, hija? —Alza ambas cejas—. Sucede que estoy aquí desde ayer y tú te fuiste. Me atendió tu amigo y me dijo que estabas ayudando a alguien, ¿todo está bien, Katherine?
Rasco mi mejilla un poco confundida, pensé que James no le diría a mi madre todo, bueno, no lo hizo, pero todo lo que ella sabe ahora la va a volver loca. Necesita respuestas, pero cómo le voy a explicar todo. Sin duda, le va a resultar una locura.
Agarro su brazo con cuidado y comienzo a caminar hacia mi cuarto, pero ella en el transcurso del camino me sigue preguntando. Trato de ignorarla por un tiempo, no quiero que la gente que vive por ahí se entere de cosas que no deben.
—Ahh, sí. Es que estaba practicando para las pasantías. Había un chico que se quería matar por problemas personales y luego... traté de ayudarlo —le respondo cuando ya estoy en mi cuarto—. Es por eso, al parecer estoy muy capacitada.
Mi madre se queda sorprendida por lo que le estoy respondiendo. Cuando veo que se va a sentar sobre mi cama le dedico una sonrisa y ella hace una mueca quedándose parada. Ruedo los ojos y me siento obligándola a hacer lo mismo que yo.
—¿Estás lista para las pasantías de mañana? —Cuestiona con esperanza en su mirar.
Asiento con la cabeza.
—Sí. Este lunes siento que va a nacer una nueva Katherine.
—¿Te darán hospedaje?
Hago una mueca con mis labios y luego asiento.
—Sí, en la residencia de un hospital. Estaré con todos los que estudian medicina, será algo nuevo y genial, ¿no crees?
Mi madre se queda pensando seria en lo que le acabo de decir. No parece que está feliz por eso, pero no puedo hacer nada.
—¿Vendrás para Navidad a casa?
Sonrío amplia y luego asiento. Señalo hacia el calendario decorado y ella observa todos los preparativos con diferentes colores. Se ve feliz por lo que está mirando.
—Claro que sí, madre.
Su ceño se frunce con algo de resistencia y luego me señala con su dedo índice.
—No me respondiste sobre la ropa, ¿qué es eso?
Me quedo pensando seriamente en lo que debería responder.
—Bueno, tenía mi ropa puesta, pero el sujeto al que salvé del suicidio la ensucio. Después, cuando reaccionó me prestó ropa de su hermana —invento con facilidad—. Y bueno, por eso estoy hecha un asco.
Mi madre asiente poniéndose de pie. Me mira con una enorme sonrisa y luego me abraza con delicadeza.
—Te dejo así puedes preparar todo para mañana —comenta ella abriendo la puerta.
Cuando lo hace, aparece Paul golpeado.
—¿Puedo hablar contigo? —Me pregunta él.
Mi madre empuja un poco a Paul y sale. Noto su nerviosismo en su andar hasta que desaparece de mi vista. Me hubiera gustado poder seguir hablando con ella, pero tengo muchas cosas que hacer.
Ruedo los ojos y los focalizo en Paul en mi radar.
¿Qué es lo que este hombre quiere ahora?
—Necesito hablar contigo, Katherine.
¿Qué tanto me tendrá que decir? No estoy muy segura de querer entablar una conversación después de lo que ocurrió ayer.
—¿Realmente quieres hablar conmigo?
Él asiente con seriedad en su mirada. Me empieza a entrar el pánico.
—¿Paul, estás bien? —Me atrevo a preguntar.
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1. Jamás: El comienzo (Completo) ✅
RomanceKatherine London, una joven estudiante de la UBA (Universidad de Buenos Aires), donde se encuentra cursando su último año de psicología. Con apenas 21 años de edad, excelentes notas y una vida completa junto a su prometido, al menos eso es lo que el...