CAPÍTULO 36

20 7 0
                                    

—¿Disculpa? —me atrevo a preguntar—. ¿Cómo fue que me llamaste?

—Zorra. Te llamé zorra —repite sin dudarlo.

No tiene vergüenza de hablar fuerte y claro cuando no debería hacerlo.

No puedo creer que me esté llamando así. Primero, soy la santa y ahora parece que soy la zorra. Deberían ponerse de acuerdo.

Estoy harta de que la gente les ponga etiquetas a todos. Ni siquiera conocen la historia de la persona y ya van poniéndose sobrenombres horribles. Deberían preguntar antes de hablar.

La estupidez humana sorprende cada día y no para bien: es todo lo contrario.

—No soy una zorra, Elena —digo con seriedad.

Ella suelta una carcajada sonora de sus labios y comienzo a gritar zorra con todas sus fuerzas.

No comprendo nada y no encuentro a Javier para que me pueda ayudar. Esto me está matando y no puedo hacer nada para que se termine.

—¡Zorraaaa!

Las personas se comienzan a juntar para lograr oír lo que está sucediendo en el viñedo.

Yo estoy dentro y Elena en la puerta, todavía no ha ingresado al lugar. Su mirada es de odio y posee millones de emociones dentro, no comprendo lo que está sucediendo o cuál es el plan de esta locura que solo ella tiene idea.

No quiero que las personas se imaginen que soy una zorra. Solo soy un ser humano que... ¿Dónde demonios está Javier?

—Ya basta... —murmuro con mis ojos cristalizados.

—Ay, la zorrita va a llorar —dice con un tono de diversión en su voz—. Mi vidita, ¿acaso así es cómo consigues a tus hombres? ¿El llorar te da sexo?

—¡Cállate! Ni siquiera me conoces, ¿cómo te atreves a hablarme así?

No para de llamarme zorra y lo estoy sintiendo dentro de mí, siento que ella tiene razón con respecto al adjetivo calificativo que me otorga en esta noche. Me siento de ese modo, después de lo que hice, ya no sé qué pensar con respecto a la verdad, con respecto a mi verdad.

Quería probar algo nuevo y me dejé llevar por la experiencia de Javier. Me demostró que no hace falta tener sexo para sentir a otro y conseguir placer. Sin embargo, duele pensar que soy una zorra.

—No es así...

—¿No? —Cuestiona—. Yo no tengo ni la menor idea, pero casi te vi con las manos en la maza, zorra.

—No viste nada. No sabes nada. Solo eres una metiche que no tiene nada que hacer aquí —digo sin importar lo que ella pueda usar en mi contra—. ¡Déjame en paz!

—¿Qué pasa? Quiero pelear contigo, ¿tú no? —Alza una de sus cejas—. ¿No quieres pelear con alguien de tu tamaño?

No puedo hacer que su voz calle, en ese momento, me percato que no es tan diferente a Laby. Recuerdo que la primera impresión de Elena, me había dejado bien claro que ella es muy diferente a su hermana, pero ahora puedo notar que son iguales.

Ambas son igual de horrendas por dentro. Se pueden ver adorables por fuera, pero en su interior solo hay porquería. Me duele que ella piense así, no sé lo que pensará su hermana.

No logro comprender que de una joven tan fina se despliegue de sus labios aquellas asquerosidades, toda mi vida guardo silencio y no digo ni una sola grosería o como dicen los niños: malas palabras.

—¡Zorra! —Grita con todas sus fuerzas la pequeña Elena—. No eres más que eso: ¡Una zorra sin escrúpulos!

Niego con la cabeza tan solo una vez. No es cierto lo que ella me está diciendo. Nada de lo que sale de sus labios tiene verdades, pero las tomo y guardo en mi interior.

—No... —Respondo con la mirada fija en sus ojos—. No soy una zorra, Elena.

Las personas que nos oyen gritan contra mí, todo el mundo parece odiarme y buscar pelea con todo lo que está sucediendo.

Yo nunca he peleado y no sabría qué hacer si Elena se lanza contra mí para atacarme.

No tengo a nadie a mi lado, tampoco es que tenga que tener un salvador. Sé que yo puedo salvarme a mí misma, sé que soy capaz de todo lo que yo me proponga. Lo que sucede es que no tengo ganas de pelear.

Quiero despertar de esta pesadilla y poder hacer las cosas bien.

—Tienes prometido y te revuelcas con el mejor amigo. —Un aplauso sarcástico de parte de Elena es lo que oigo—. Si eso no te convierte en una gran zorra, no sabría lo que eres.

¿Acaso ella no sabe que Laby está con Paul?

—No es as... —No me deja terminar con mi oración, ya que ella comienza a hablar nuevamente.

—¿No es así? —Pregunta entre risas y gira para ver al público. Su vestido marrón gira junto con ella, parece una pequeña princesa—. ¿Creen qué no es así?

Todas las personas en unísono gritan no.

Es como si supiera lo que tiene que decir para atraer al público. No es justo que sepa hablar y decirle cosas malas a esas personas cuando ella no sabe nada de la situación actual.

—Tú no sabes toda la historia, y ninguno de ellos —digo con el tono de voz alto para que todos me puedan oír con claridad.

Ellie se ríe como nunca antes y observa a la gente para luego retomar la mirada hacia mí.

—Cuenta. Lo único que yo vi fue que eres una zorra, seguramente que si llegaba unos minutos más tarde le estarías pidiendo más. ¡Zorra! —Las palabras de Elena son mucho más dolorosas de lo que yo creo.

Nunca imaginé que unas palabras serían mucho más dolorosas que una bomba que estalla frente a mí. Estoy aturdida, estoy destrozada y no comprendo nada de lo que está sucediendo. Simplemente trato de seguir adelante con esa locura, ¿Es una locura? ¿Qué está sucediendo?

Quiero responder todo lo que ella me está diciendo, pero no sé cómo. Estoy tan ebria y desolada que me duele imaginar la situación.

¡Cállate! No abras la boca, no debo.

1. Jamás: El comienzo (Completo) ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora