No entiendo por qué siempre las personas que me rodean no son buenas, ahora sí, estoy perdida. No quiero morir en las manos del mejor amigo de mi prometido, esto es una locura. Quiero regresar a casa y dormir por un año.
—¿Qué? —Javier vuelve a preguntar. Estira su mano y baja el volumen nuevamente.
—Ya te he dicho, mañana tengo un examen muy importante y no puedo llegar tarde al campus. —Le explico sin saber lo que está ocurriendo—. No te entiendo, disculpa.
Alzo ambas cejas mirándolo fijamente por el reflejo de la ventanilla del vehículo, todavía sigo detenida en el semáforo.
Me encojo de hombros con una pequeña sonrisa sobre mis labios, descubro que es bastante explosivo en cuestión de segundos. Es como una bomba a punto de estallar y creo que eso me divertirá.
—Dímelo en la cara, niña. Repíteme lo que me dijiste sobre mí.
Giro para verlo a los ojos, ya que me está mirando. Abro mi boca para volver a decirle, pero decido decir algo mucho mejor y hasta podría decir que Cliché. Me siento completamente inteligente y a la vez una verdadera tonta de la vida.
—Yo no repito mis palabras. Si no me escuchaste, perdiste tu tiempo —murmuro y al final de lo dicho le guiño un ojo.
El semáforo cambia, ya es tiempo de movernos rápido. Detrás del vehículo hay muchos más en la espera de moverse de una vez por todas, supongo que todos están muy apurados. Hoy en día es así, la sociedad se encuentra en una constante incertidumbre ligada al tiempo. Cuando digo: ligada al tiempo, quiero decir, que todos quieren lo que más desean en el instante.
Deseo que este auto se mueva, pero no quiero abrir la boca y Javier me está obligando a decirle algo que pienso con seriedad. Ya me estoy hartando de sus actitudes peculiares. No lo conozco del todo, bueno, no sé si es Javier.
—¡Dímelo! —Exclama con un tono de voz mucho más alto que lo normal.
El claxon del vehículo de atrás nuestro comienza a sonar. Javier no le da importancia, él quiere que le repita lo que dije y ya le dije que no lo haré. Podríamos estar aquí todo un año.
—Te he dicho que no y debes moverte, ya está en verde. —Señalo con mi dedo índice el semáforo.
—¡Arranca, idiota! —Se oye del vehículo de atrás.
Miro a Javier con el ceño completamente fruncido. Se tiene que mover de una vez por todas, ya que el hombre del vehículo parece que muy pronto bajaría a repartir golpizas.
Rasco mi mejilla derecha con mis uñas, esto ya me está poniendo realmente nerviosa y todavía no ha sucedido nada para poseer los nervios que corren por todo mi cuerpo.
—Arranca de una vez por todas, Javier... —Susurro con voz baja.
No sé lo que podría suceder en un momento como este, lo único que no quiero es que él estalle ahora mismo. Si ambos conductores estallan, esto se volverá una verdadera locura. Una pelea clandestina que no me gustaría ver ni siquiera saber cómo terminaría.
—Dime. Si me lo repites, arranco y no pasará nada. —Alza una ceja en la espera de mi respuesta.
Suelto un suspiro de mis labios. Me acomodo en el asiento con nerviosismo y logro visualizar, gracias al espejo retrovisor que, el conductor del otro vehículo está abriendo su puerta. Supongo que para darle una merecida a Javier, después de todo, cualquier ser humano que pase unos minutos con este hombre quisiera romperle la cara de muñequito parlante que posee.
Trago saliva sonoramente y vuelvo a ver a Javier a los ojos. Sus ojos amielados se encuentran con mi mirada marrón oscuro, bajo la mirada por un momento para ver mis pies.
—Bien... —Susurro sin ganas.
Esto es demasiado para mí, nunca me había sucedido algo así en la vida, ahora me siento mal por tener que ser alguien que no soy. Quiero despertar de esta locura y mostrarle al mundo que puedo con todo lo que me propongo, pero el problema es que me cuesta mucho demostrar cosas que no puedo. Sé que Javier no me conoce, pero no me puede obligar a nada, pero he caído por miedo a que él haga una estupidez.
Tengo que despertar de este pensamiento extraño que me está arruinando la vida. Por lo menos, ahora ya no estoy muy preocupado por James, ahora lo estoy por Paul, Laby y Javier. Creo que más por Javier, ya que estamos juntos en su vehículo y el miedo me está consumiendo con cada respiración que doy.
—¿Bien, qué? —Pregunta.
Mi ceño se frunce inmediatamente, levanto la mirada sintiendo como una de mis venas estallaría en ese preciso momento. Al parecer la única que estallaría como una bomba en ese momento soy yo.
«¿Qué demonios?», me pregunto.
—Ya basta... Me estás hartando —repito de mala gana.
No puedo creer que tuve que hacerlo. No puedo creer que le di el gusto de volver a oír lo que dije antes. Nunca antes había hecho eso y no me gusta para nada, ya nunca más lo volveré a hacer.
—Mucho mejor, no fue muy complicado —dice con una sonrisa victoriosa sobre sus rosados labios—. Andando.
La seguridad en su tono de voz es una de sus típicas características. En eso se parece mucho a Paul, supongo que todos los ingleses tienen esa característica.
No sé mucho de Inglaterra, ese país no me agrada demasiado y sé que no debería ser así. Esas personas no tienen la culpa de la guerrera por las Malvinas argentinas.
«¿Soy demasiado mala al pensar de ese modo?», pienso seriamente.
—Claro que no, bueno... En realidad, para ser justos... sí. Nunca vamos a estar de acuerdo con eso, niñata —comenta Javier como si supiera lo que está pensando con respecto a su país natal.
Me siento mal por todo lo que está pasando, solo espero que ahora las cosas mejoren. No quiero ser partícipe de una pelea sin sentido.
El vehículo comienza a moverse nuevamente y el hombre que había salido de su vehículo regresa.
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1. Jamás: El comienzo (Completo) ✅
RomanceKatherine London, una joven estudiante de la UBA (Universidad de Buenos Aires), donde se encuentra cursando su último año de psicología. Con apenas 21 años de edad, excelentes notas y una vida completa junto a su prometido, al menos eso es lo que el...