CAPÍTULO 32

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Katy —repite él tomando mi rostro entre sus manos—. Me asusté.

Sonrío ampliamente como una completa boba. Me encuentro algo fuera de mí y lo comprendo, después de todo, casi moría en el fondo de aquella piscina, pero no siento nada.

Ya no siento absolutamente nada, me siento un poco vacía. Con cuidado en mi accionar tomo asiento y observo los ojos de Javier, sus pestañas son largas y mucho más lindas que las mías. Me sorprende que él pueda verse tan... ¿Bonito? Niego con la cabeza para sacarme de la cabeza esa idea patética.

—¿Por qué te asustaste? Tú también te lanzaste a la piscina, ¿por qué yo no podría hacerlo?

Su mirada me demuestra un poco de enojo, pero no me puede hacer ninguna escena tonta. Después de todo, no soy nada de él. ¿Por qué se preocupa tanto por lo que me pasa? Él mismo me dijo que se había asustado, pero... ¿Por qué?

—No importa. Una cosa soy yo que sé nadar, pero tú, tú solo lo hiciste sin pensar en nada, Katy —Acomoda uno de mis mechones detrás de mi oreja.

Tengo el impulso de besarlo, pero no lo hago. Solo le dedico una dulce sonrisa y me guardo los comentarios en mi cerebro. Espero que él no intente sacarme información, es bueno haciendo eso.

—No es gusto que tú puedas hacer cosas que otros no. Sé que no tengo idea de nadar, pero... en algún momento pienso aprender. Creo que esta fue una gran idea para aprender, ¿no? —me atrevo a decir.

La cara de Javier cambia. Su ceño se frunce y se cruza de brazos ante mi pregunta. Se ve que no le gusta lo que le acabó de decir, pero es lo que pienso y nadie me puede decir que decir o no.

—Eso que acabas de decir no es más que una estupidez —dice, y lo golpeo en el brazo.

—Solo estoy tratando de sacar lo mejor de la situación.

—Entonces, no está funcionando tu idea. Esto es una verdadera mierda.

Suelto una gran carcajada sonora de mis labios cuando escucho lo que me dice, pero no entiendo lo que me divierte, y juego como una niña pequeña salpicando el agua con mis pies, suena estúpido, pero aun así me es suficiente como para pasar desapercibida de todo el caos que se desarrolla entre nosotros.

No quiero saber lo que pasó, por lo que me pongo de pie sin observar nada más que los ojos de Javier.

Le tiendo la mano con una sonrisa ladina sobre mis labios, cuando él se pone de pie y toma mi mano comenzamos a caminar con lentitud en nuestros pasos.

Parece que estoy volando, realmente no logro sentir que mis pies tocan el suelo.

Con lentitud caminamos por el jardín. Posee una gran sonrisa sobre mis labios, miro todo lo que nos rodea.

La casa es realmente hermosa y eso es muy claro por todo lo que nos rodea. Debo confesar que, necesito saber de quién es, las cosas que hay de decoración son perfectas.

Suelto una carcajada sonora al ver a los chicos reunidos en la misma zona del balcón. Con Javier subimos las escaleras sin decir ni una sola palabra, el silencio es realmente incómodo, pero no le doy importancia alguna a la situación.

Al llegar con los presentes, exceptuando, a Elena que supongo que ya se habría retirado, me sonríen de una manera bastante extraña, pero admirable.

—¿Te sientes bien, Kath? —Pregunta con un tono de preocupación James colocándome sobre los hombros una gran toalla.

Suelto la mano de Javier y asiento a la pregunta de James.

—Lo estoy, creí que iba a morir... Por un segundo, creí que podría hacer cualquier cosa, simplemente estaba ebria y supongo que aún lo estoy. No puedo creer lo que pasó...

James suelta una carcajada sonora de sus labios. Le resulta bastante interesante lo que comenté, no comprendo la diversión que él le ha encontrado a mis palabras.

—Traquila, Kath, todo está bien —me responde el rubio con una tierna sonrisa sobre sus labios—. Tuviste un héroe muy cerca de ti.

Mi mirada se va en dirección a Javier y le sonrío, a lo que él me responde con delicadeza. Me gusta su sonrisa, es muy atractiva. Me tengo que sacar esos pensamientos de la cabeza, Javier no tiene que estar en mi mente por mucho más tiempo.

—Tuve mucha suerte —anuncio.

—Javier siempre es un buen amigo, ¿verdad? —le pregunta James.

—Sabes que sí, bro —responde Javier con un tono de diversión.

No entiendo la razón por la que ahora Argentina está repleta de ingleses y un escoses. Definitivamente, esto tiene que ser un sueño peculiar del que no despierto. Bueno, quizás sigo muerta.

Javier asiente con la cabeza tan solo una vez y se trata de secar el cabello con una de las toallas. Cuando comienza a secar su abdomen me lo quedo viendo, noto que casi no hay espacio para nada ahí, está repleto de tatuajes. Sin embargo, el que más me llama la atención es el de la cabeza de un caballo. Él se da cuenta de que lo estoy mirando sin descaro alguno, entonces, se acerca y alza una de sus cejas.

—¿Te gusta lo que ves?

Mentir no tiene gracia y menos cuando acabo de morir, así que asiento.

No puedo negar que realmente me resulta atractivo, pero sé que no puedo sucumbir al deseo de mi inconsciente. Maldito inconsciente, es una parte oscura de todos, pero es la única que nos demuestra quiénes somos.

—Sí... me gusta tu tatuaje de caballo —respondo con un tono de voz un poco nervioso.

Me estoy poniendo nerviosa, pero no entiendo la razón. Casi tengo sexo con él en su auto y ahora me incomoda que actúe así. Soy una persona muy extraña.

Su ceño se frunce al escuchar mis palabras.

—¿Solo eso? —Toma una de mis manos y cuando la está por poner sobre su piel escucho la voz de Ellie.

Rápido me separo y sonrío para ver lo que está pasando. 

1. Jamás: El comienzo (Completo) ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora