Una vez fuera, me lleva hasta su coche y, para mi sorpresa, me abre la puerta. Me quedo parada, cruzada de brazos, mirándolo. Siempre me obligaba a subir, pero ahora fue dulce.
—¿Adónde vamos? —Alzo ambas cejas.
—A uno de mis lugares favoritos.
—¿Y eso es...?
—Tienes que saberlo todo de antemano, ¿verdad?
—Sí..., me gusta... —respondo con sinceridad—. Después de todo, estoy estudiando Psicología y quiero que mi vida esté ordenada.
—¿Controlarlo todo? —Rasca su mejilla—. Creo que no te está funcionando muy bien.
No contesto. Sé que tiene razón, pero yo soy así. No pienso cambiar por un hombre que no me gusta como soy.
—Bueno, no voy a decírtelo hasta que hayamos llegado..., lo que será dentro de unos cinco minutos.
Me relajo en el asiento de piel de su coche y vuelvo la cabeza para mirar a la parte de atrás. En un lado hay una pila desordenada de libros de texto y de papeles sueltos y, en el otro, una gruesa sudadera negra. Ahí dentro tiene tantas cosas que me sorprende, aunque no sé lo que estoy buscando.
—¿Ves algo que te guste ahí atrás? Creo que tu mente es más sucia que la mía y eso me gusta —comenta Javier, sorprendiéndome para mi vergüenza.
Decido ignorar por completo su comentario sobre mi mente sucia, pero niego.
No pienso hablar sobre eso. Sé que no tengo una mente demasiado limpia, pero me gusta cómo pienso. Siendo sincera, esta vez no estaba pensando en nada malo. Solo veía que tiene las cosas acomodadas en su vehículo y eso me sorprendió.
—¿Qué coche es este? —pregunto. Necesito distraerme, tanto del hecho de no saber adónde vamos, como de que me haya llamado la atención por ser curiosa.
—Es un Chevrolet Camaro —responde.
Continúa contándome detalles sobre el coche, aunque no entiendo nada de lo que me está diciendo. Aun así, me gusta observar sus labios mientras habla; ver cómo se mueven lentamente mientras las palabras brotan de su boca más lentamente todavía. Después de mirarme unas cuantas veces durante la conversación, al final dice sin reparos:
—¿Qué es lo que estás pensando al verme los labios? —Sin embargo, a continuación sonríe ligeramente.
—¿De qué hablas? No... Yo... ¡Nada!
El camino se hace silencioso, pero me agrada. Casi de inmediato veo que nos dirigimos hacia donde fue la fiesta, pero él detiene su auto y niego.
—Hemos llegado —anuncia.
—No quiero estar aquí —le respondo abrazando mis piernas sin ganas de salir del auto—. Javier, no quiero ir ahí.
Él se estira un poco y lleva su mano a mi muslo, acaricia mi piel con la yema de sus dedos y sonríe con delicadeza.
—Te demostraré que no es necesario recordar lo malo. Podemos tener un momento feliz y solo tienes que recordar ese instante de felicidad, Katy —dice con un tono de delicadeza en su voz. Es como si engatusara mis oídos—. La próxima vez que vengas aquí, solo debes recordar lo feliz que fuiste.
Lo miro a los ojos con el ceño fruncido. Definitivamente esto no es lo que pensaba que iba a suceder. Nunca me imaginé que su lugar favorito era donde nos arruinaron la vida. A veces, me siento tonta por todo lo que sucede en los lugares.
Creo que Javier tiene razón con respecto a la felicidad de un ambiente, solo debes encontrar tu lugar feliz y los temores se irán para siempre. No le puedo echar la culpa a un lugar y un evento; tengo que echarles la culpa a las personas que me hicieron sufrir.
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1. Jamás: El comienzo (Completo) ✅
RomanceKatherine London, una joven estudiante de la UBA (Universidad de Buenos Aires), donde se encuentra cursando su último año de psicología. Con apenas 21 años de edad, excelentes notas y una vida completa junto a su prometido, al menos eso es lo que el...