El sonido de la alarma me despierta. Es un pitido insoportable que, llega a mis oídos, puedo sentir como mis pies se mueven con cuidado y saco mi mano para poder detenerlo antes de quedar completamente sorda. Nunca me agradó el tema de las alarmas estúpidas, pero desde que empecé la universidad no me quedó de otra que adaptarme.
Hago una mueca con mis labios y tomo asiento sobre el colchón, llevo mis manos a mi rostro para restregarlo con el ceño fruncido. Lo único que quiero es dormir y descansar hasta que no tenga más nada que hacer.
Oigo el sonido de la puerta y me pongo de pie con rapidez acomodando mi cabello con una pequeña sonrisa sobre mis labios. Por suerte, el cepillo está cerca y puedo peinarme con suma tranquilidad.
Cuando abro la puerta, observo los ojos marrones de mi mamá y me acerco para dejar un beso sobre su mejilla, mejilla que se encuentra maquillada con un tono rosado cálido como ella.
Los ojos de mi mamá simplemente brillan con delicadeza y se adentra a mi habitación comenzando a limpiar y acomodar las cosas que están en el suelo. Sostiene uno de mis libros favoritos sobre sus manos y lo deja con una mueca de asco sobre la estantería que se encuentra en mi habitación.
Sé que a mi madre no le gusta mucho que leyera ese tipo de libros que a mi tanto me gustan, me paren reales y auténticos, por ese motivo, los leía con tanto esmero. Debo confesar que, los libros que me identifican me hacen sentir parte de él, yo puedo sentir que puedo tener una historia como esas.
Ruedo los ojos y tomo mi bolso para sacar la libreta de la universidad y poder escribir mi caso en ella. No sé me ocurre nada y mi mamá pasa caminando de un lado al otro por toda la habitación: dejo la libreta a un lado y le dirijo mi atención.
Su actitud me está desconcentrando y necesito aprobar el primer final para graduarme de una vez. No puedo perder las esperanzas, tengo que hacer las cosas bien y demostrar que soy mucho más que lo que dicen los demás.
Alzo ambas cejas mirándola fijamente con una pequeña sonrisa sobre mis labios y me pongo de pie negando con la cabeza tan solo una vez.
—¿Qué sucede? Madre, se supone que hoy a las seis de la tarde tengo que dar uno de los finales y, siendo sincera, dudo aprobar con tanto sonido —comento rascando mi frente con las uñas—. No me estás ayudando si caminas de un lado al otro.
Mi mamá detiene sus movimientos y toma asiento en el escritorio con una pequeña sonrisa sobre sus rosados labios, ahora que la veo con detenimiento puedo notar un pequeño brillo labial en ellos.
El vestido floreado que posee le queda perfecto con su tono de piel y sus zapatos rojos sin tacón.
—Lo sé, sé que muy pronto te graduarás y comenzarás una vida... —Dice ella tapando sus bellos ojos marrones oscuros—, pero, hija, hay cosas que no sabes y temo por ti.
Suelto una carcajada sonora al oír sus palabras y asiento con la cabeza.
Camino al placar para poder agarrar un vestido suelto de color blanco con escote corazón. Me dirijo al baño de la habitación y me cambio, al salir sostengo entre mis manos aquel vestido negro de la noche anterior y me siento en la cama para poder ver mejor a mi mamá.
—Madre, hay cosas que nadie sabe y no hay porque temer. Son cosas importantes, tarde o temprano, esas cosas serán reveladas —le respondo con una pequeña sonrisa sobre mis labios.
—¡Baja los pies a la tierra, Katherine! Tienes veintiún años y aún te comportas como una pequeña. —El tono de voz de mi mamá sube drásticamente—. Tienes veintiún años, hija. Ni siquiera sabes lo que harás de tu vida después de graduarte. No ayudas en la casa, no haces nada. Solo vives con tu filosofía y no respondes las preguntas que te hago.
Niego con la cabeza tan solo una vez. Me siento una ocupa: una persona que no hace más nada que ocupar un lugar donde cualquier otra mejor podría estar.
—Bueno, creo que si eso es lo que piensas, no hay mucho que hacer. Yo no voy a fracasar en la vida. Los seres humanos tarde o temprano se ajustan a las normas sociales, así que no te preocupes por mi actitud, ya que se irá en algún momento...
—Katherine, te estoy hablando.
Miro los ojos de mi madre y cuando está a punto de responder oigo los pasos de mi padre subiendo las escaleras con esmero. Cuando llega a la puerta, niega con la cabeza y su mirada se fija en los ojos de mi madre. No respondo, simplemente sonrío con delicadeza y miro a mi mamá a los ojos.
—Muchas gracias, ya me resolviste mi primer final. Tu ayuda me sirvió mucho, ma. —Sonrío con amplitud.
—¡Katherine! —Exclama mi madre con ímpetu.
Sé que las palabras de mi madre no habían sido lo que ella me quería decir, pero eso me ayuda a encontrar un buen caso para aprobar mi final.
Tomo mi libreta con la lapicera y bajo rápido las escaleras. Tomo asiento sobre el sofá y comienzo a escribir mi gran caso.
Las cosas que pienso al respecto me duelen, ya que me siento una gran tonta con todo lo que hago.
Quiero que las cosas mejoren ya; necesito dejar de pensar en Javier y ponerme manos a la obra con el primer final.
Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier.
Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier.
Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier.
Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier.
Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier.
Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier.
Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier. Javier.
¿Por qué me es tan difícil olvidar a ese hombre?
¿Qué tiene de especial?
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1. Jamás: El comienzo (Completo) ✅
RomanceKatherine London, una joven estudiante de la UBA (Universidad de Buenos Aires), donde se encuentra cursando su último año de psicología. Con apenas 21 años de edad, excelentes notas y una vida completa junto a su prometido, al menos eso es lo que el...