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El festejo duró apenas 1 semana, la tradición por lo general dictaba que debía de ser un mes entero, pero teniendo en cuenta la lejanía de sus reinos era mejor empezar a construir un pasaje seguro entre ambas tierras.

Por mientras Chan se quedaría en el reino de los Lee hasta que pasaran al siguiente mes, ahora ambos estaban en la habitación de Felix, encerrados en su pequeña burbuja de feromonas para tranquilizar al rubio.

Por supuesto que para Felix no pasó desapercibida toda esa aura de rabia y dolor que emanaba Hyunjin, a pesar de no ser un alfa dominante sus feromonas fueron lo suficientemente fuertes como para que él en medio de una fiesta con tantísima gente lo oliera.

Y mucho menos se perdió el escándalo que hizo al final de la fiesta en donde se emborrachó y comenzó a gritar la injusticia y quien sabe que más, algo que sin dudas alteró demasiado a Felix, por lo que Chan se lo llevó de ahí no sin antes darle un puñetazo al alto y hacer que seguridad se lo llevara.

Evidentemente la familia Hwang se disculpó por los desfiguros y se retiraron rápidamente de la celebración.

Claro que el daño ya estaba hecho pues Felix estaba terriblemente nervioso y ansioso, lo que hizo que Chan y él se encerraran el resto de la noche en la habitación, alejando a Felix de tantos aromas y emociones.

Justo como ahora.

Felix dormía acurrucado en el pecho del pelinegro, Chan se encargaba de acariciar su cabello con tanta paciencia y cariño que lo arrulló, sus feromonas volaban por el aire, manteniendo a Felix rodeado de ese rico aroma, aunque el que emanaba de Felix también era delicioso, Chan lo sentía distinto, un poco más dulce tal vez, era diferente y le agradaba, pero también le preocupaba.

No era normal que el aroma de un omega cambiara.

Al menos no por cosas malas.

Temía que Felix hubiese enfermado por culpa del estrés o la preocupación y que eso estuviera afectando a su organismo directamente, en la noche hablaría con él, por el momento dejaría que descansara, las últimas noches no había podido dormir bien a causa de las pesadillas.

Las horas pasaron y tocaron a la puerta anunciando que traían la comida, Chan pidió que pasara y la dejaran, pues no se podía mover mucho, Felix lo tenía apresado en sus brazos y por la fuerza con la que se aferraba a su ropa probablemente no era un sueño bonito el que estaba teniendo. Así que apenas se fue el sirviente, Chan besó la frente de su esposo y acarició con cuidado su rostro.

—Lix... cariño despierta—lo movió con suavidad y el menor despertó de un brinquito por el susto—Ey, tranquilo... no pasa nada solo soy yo.

Felix respiró profundo y asintió acurrucándose de nuevo, había estado teniendo una pesadilla y agradeció mentalmente que su esposo lo hubiera despertado.

—No bebé, no duermas tienes que comer algo.

—Lo intentare...

Y ese era otro tema, tal vez era por los nervios y la situación estresante en la que el menor se sentía, pero desde hace unos cuantos días apenas probaba algo 20 minutos después lo vomitaba, no era con todo, solo con comida muy grasosa o con demasiadas especias, pero aun así era preocupante, por eso la dieta del príncipe era más ligera que de costumbre, mucha verdura y frutas, de vez en cuando algún pastel o galletas, sopas y caldos en su mayoría, todo lo que necesitara con tal de no vomitar.

Chan lo ayudó a sentarse, tomó la bandeja que les habían dejado hace un momento y comieron en un inevitable silencio, el pelinegro estaba muy pendiente de cada acción y reacción de su esposo, Felix comía, o al menos lo intentaba, cada bocado era minuciosamente masticado hasta que su mandíbula se cansaba y se veía obligado a tragar.

Tardaron bastante más de lo normal en comer, pero Chan no iba a presionar al menor de ningún modo, cuando vio que Felix apartó el plato ya casi vacío dejó un beso en su mejilla y acomodó todo de nuevo en la bandeja para irla a dejar a la cocina.

—¿Cómo esta? —preguntó la señora Lee, interceptándolo en la cocina.

—Se comió casi todo el plato, así que puedo decir que esta mejor, lo he mantenido tranquilo lo mejor posible pero aún está preocupado...

—¿Ha vomitado?

—Aún no, lo deje recostado y casi todo lo comió sin nauseas, aunque no se si este vomitando ahora o lo haga cuando llegue.

—Deberías de intentar convencerlo que me deje llamar al curandero...

Y esa era otra cosa, Felix se reusaba a que lo revisaran, ya que según el "no era nada de salud" sino sus nervios, preocupación y ansiedad por culpa de la situación, claro que también estaba el constante miedo de que de verdad estuviera enfermo y que fuera algo horrible que lo mataría.

—Hare lo que pueda—dijo el pelinegro y se retiró de regreso a la habitación.

Claro que él le había insistido un par de veces sobre ese tema, pero cuando Felix decía no, era bastante definitivo.

Entró a la habitación, suspiró de cansancio al escuchar como vomitaba desde la puerta del baño, se encaminó ahí entonces, abriéndola un poco para ver al rubio.

—No mires...—pidió con voz débil.

—¿Necesitas ayuda cariño?

Felix no respondió, se quedó un momento en silencio para después volver a vomitar.

Chan decidió entrar para ayudarlo, se quedó a su lado acariciando su espalda y alzando un poco su flequillo para que no se le pegara al rostro por culpa del sudor. Fueron casi 20 minutos vomitando, hasta que ya no quedo nada en el estómago del menor, fue que pudo detenerse.

El pelinegro lo ayudó a levantarse para que se enjuagara la boca, también limpió su rostro con un paño húmedo y lo terminó cargando de regreso a la cama, lo arropó y dejó un beso en su frente, sentándose a su lado.

—¿Ya podemos llamar al curandero?

El menor se quedó en silencio un rato hasta que después asintió.

Era momento de aceptar que algo no estaba bien con él.

Solo que le daba miedo averiguarlo.

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