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ADVERTENCIA: SMUT —pero poco que no es mi campo dd—




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"¿Por qué sigues preguntándomelo? Dímelo sin más, Heather. Siempre te contesto que sí, siempre quiero saber cualquier cosa que te apetezca contarme"

El día que dejo de nevar en Alaska, Alice Kellen,

ELOISE NO VOLVIO PARA TERMINAR SU SEPTIMO AÑO, SE DECÍA QUE LOS MORTÍFAGOS HABIAN TRATADO DE darle caza pero nadie entendía porque —poco a poco se volvía más claro que ser nacido de Muggles era el peor crimen que alguien pudiera cometer—, así que sin ella al inicio del curso y con su ausencia en nuestra habitación, las chicas parecían paranoicas, en especial Leanne, porque ella era Mestiza. Ni Olympe ni Leanne sabían algo sobre ella, las ultimas noticias que recibieron fue una simple carta con la siguiente frase: "Agradezco su amistad, espero nos volvamos a encontrar"

Rompimos en llanto cuando las tres descubrimos que habíamos recibido la misma carta que más que carta parecía una despedida, durante el verano las tres habíamos intentado visitar su casa en el Londres Muggle, siendo Olympe la guía porque ella había pasado unos días hace un par de veranos atrás en la Casa Dobbs pero el escenario que encontramos no hizo otra cosa más que inquietarnos, lo que antes parecía una Casa de color amarillo suave y un jardín precioso ahora era la triste sombra de eso, las ventanas rotas y el techo tenia un enorme agujero que dejaba a la vista casi toda la segunda planta y el jardín estaba hecho trizas, una cinta color amarillo con las palabras "Prohibido el paso" era lo que rodeaba la entrada.

Ninguna se animo a acercarse más así que con la primer opción descartada, nos mantuvimos a la espera de tener noticias de nuestra amiga, pero no tuvimos suerte. Desconocíamos si tenía más familia y aunque todo apunto a malas noticias, decidimos aferrarnos a la esperanza de que la veríamos al volver a Hogwarts, lo cual no había sucedido.

La ceremonia de selección paso de manera lenta no preste real atención a nada, solo cuando Dumbledore se puso de pie e inicio con su discurso habitual fue que mire hacia el frente, Leanne y Olympe parecieron tener la misma idea, así que tan rápido como el profesor Dumbledore volvió a tomar asiento, nosotras tres nos levantamos y como un resorte Minnie hizo lo mismo, advirtiéndonos con la mirada que no armáramos una escena, quise protestar al segundo en el que entendí su orden silenciosa pero la mano siempre amable de Remus envolvió la mía. Con los ojos inundados en lágrimas mire hacia él, me regalo una sonrisa y asintió cuando me lance para abrazarlo, Sirius acariciaba mi hombro en un gesto de consuelo y frente a nosotros James nos miraba con pena, entendiendo lo que estaba sucediendo, Evans a su lado arrugo la frente y aguanto las lágrimas como una campeona.

La Guerra aún no había sido declarada pero el Ministerio se mantenía alerta, no entendía que era lo que estaban esperando si decenas de familias Muggles habían sido asesinas durante el verano y no podía ser solo una coincidencia, el terror en el Mundo Muggle era cien veces peor que en la Comunidad Mágica, ellos no entendían porque de repente se sentían tristes o las extrañas muertes en las que no podían encontrar ni una sola pista, para nosotros era claro que se trataba de un Dementor si de repente nuestro alrededor pasaba de tener un clima normal a uno lúgubre y claro que comprendíamos que la falta de pistas se debía a Magia Oscura, papá nos había dicho que aunque el Estatuto Internacional del Secreto Mágico aplicaba para todos existían ciertas excepciones como el Primer Ministro Muggle así que aunque no eran capaces de entender todo al menos su propio representante trataba de proteger a su Comunidad.

Cuando me encontré mejor, deshice el abrazo en el que Remus me tenia envuelta y bese sus labios, recordando el rostro de nuestras familias cuando compartimos la noticia de nuestro noviazgo, papá pego un grito en el cielo y le reclamo a Sirius el hecho de que no habían sido capaces de ver que el enemigo —porque en años anteriores Remus se quedaba en casa—, había estado bajo el mismo techo, mamá y mamá Hope también gritaron pero sus chillidos fueron de emoción más que de cualquier cosa y cuando las dos se fundieron en un abrazo se felicitaron por haber criado a un chico/chica tan maravillosos, el padre de Remus, Lyall, nos observaba con una sonrisa y nos regalo un pequeño asentimiento, en ese momento la mirada de Lunático y la mía se encontraron, ambos con el rostro brillando en medio de un sonrojo por las escenas que estábamos viendo pero al final nuestra vergüenza paso a ser éxtasis total.

INEFABLE.© | remus j. lupinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora