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"Y lo mejor de vivir en un mundo triste, fue transformarlo"
—El chico de las estrellas.

POR LA MAÑANA, LOS CHICOS Y YO esperábamos ansiosamente el desayuno, esperando encontrar a las víctimas de nuestra magistral broma

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POR LA MAÑANA, LOS CHICOS Y YO esperábamos ansiosamente el desayuno, esperando encontrar a las víctimas de nuestra magistral broma. Al despertar trate de alistarme rápidamente para poder bajar a la sala común y esperar a los chicos, me habia despertado extra temprano a pesar de que en realidad las horas de sueño que tuve no fueron suficientes, pero me reconfortaba pensar que la cara de esos Slytherin valdría totalmente las horas de sueños perdidas.

Una vez lista, dirigí mi vista a mis compañeras de habitación, le daba gracias a los Dioses y a Merlín porque la pelirroja y yo no compartíamos habitación, de otra manera esto sería constantemente el lugar de una guerra. Mis actuales compañeras eran agradables, no es como si conviviera mucho con ellas, pero no eran Evans, lo cual era suficiente para mí, aunque no pasaba el tiempo suficiente con nadie, siempre estaba con los chicos.

Ellos y yo.

Sin hacer el menor ruido posible me abrí paso a la gran puerta y baje las escaleras de dos en dos, encontrando una sala totalmente vacía.

Tenía que esperarlos, lo hacíamos siempre y hoy era un día especial, asi que tome asiento en uno de los sofás que daba directo a la chimenea, mi vista se perdió en las llamas, que bailaban con un ritmo lento.

—Les digo chicos, si pisan las escaleras que van hacia los dormitorios de las chicas ¡se convierten en un tobogán!

—Sirius, eso no es posible —contesto James. —¿Por qué no pasa lo mismo con nuestras escaleras?

Rei al escuchar la tonta conversación que mis amigos estaban teniendo, me puse de pie y alise mi falda, revise que mi varita se encontrara donde siempre, detrás de mi oreja y asi era.

—De hecho, James, eso es cierto.

—Bella durmiente, madrugaste —exclamaron.

—¿Cómo es que saben de cuentos infantiles muggles?

Ambos contestaron. —Remus.

Divertida dirigí mi vista hacia el antes mencionado.

—¿Asi que cuentos muggles?

—Mi madre es muggle —dio como respuesta y abrí mis ojos al escuchar eso.

—¿Cómo es que yo no sabía eso?

Sirius me dirigió una mirada como si tratase de adivinar mis pensamientos.

—No me digas que tu familia es de esas que creen en la pureza de la sangre.

James, Peter y Remus me miraron esperando una respuesta.

—¡Claro que no! Es solo que ellos me dan mucha curiosidad.

Peter que se veía más confundido que todos pregunto. —¿Los muggles te dan curiosidad?

Asentí fervientemente y me dirigí al lado de Remus.

—¡Pues claro! ¿Cómo es que pueden hacer todo sin magia?

Todos compartieron una mirada extraña y mis tres amigos se adelantaron a cruzar por el agujero del retrato, dejándonos a Remus y a mi atrás. Mire a Rem hasta que el me dedico una sonrisa.

—¿Crees que pueda conocer a tu madre, Rem?

—¿Por qué? —pregunto extrañado.

—Bueno es obvio, ella es muggle, los muggles despiertan mi curiosidad ¡prometo ser amable!

Remus empujo el retrato y me cedió el paso, me miro divertido pensando que era una broma o algún chiste de mi parte, pero al no ver ningún rastro de broma en mi rostro contesto.

—Seguro, le enviare una lechuza y le contare.

Salte de emoción. —Tu eres el mejor amigo de todos Remus Lupin.

Él se sonrojo violentamente y se sacudió el cabello, gesto que hizo que a mis ojos pareciera totalmente adorable.

—Hay que ir al comedor ¡tenemos que ver a las serpientes entrar!

Lo tome del brazo y lo obligue a acelerar el paso, los pasillos se encontraban inusualmente vacíos y eso facilito extraordinariamente el camino hacia el Gran Comedor. Al llegar pudimos ver con facilidad a los chicos sentados estratégicamente para poder tener una vista perfecta hacia la mesa de Slytherin, corrí hacia ellos aun con Remus del brazo y tomé asiento frente a ellos.

—En cualquier momento —susurro Sirius mientras se frotaba las palmas de sus manos.

—Creo que tienen que actuar con naturalidad chicos, de otra forma alguien se dará cuenta.

—No sé qué haríamos sin ti, Rem —agradeció James.

Todos tomaron un plato y lo empezaron a llenar de las delicias que poco a poco aparecían en la mesa, lentamente nos sumergimos en una plática sobre Quiddith, al paso de los minutos el comedor se fue llenando de todos los estudiantes de otras casas y justo cuando creímos que no habia funcionado nuestra magistral broma una gran carcajada resonó por todo el lugar.

Un Ravenclaw habia sido el primero en ver la cara de todos los desafortunados Slytherin, llevaban una mezcla de pintura en todo su uniforme e incluso algunas de las chicas el cabello, parecían un arcoíris, nada más irónico para una serpiente, uno a uno atravesó la puerta y a paso lento se dirigían a su mesa, James fue el primero en dejar salir una risotada que fue seguida por todos los demás estudiantes.

Los murmullos no se hicieron esperar, todos se preguntaban quien habia sido el autor de esa broma, que si bien era algo inocente fue dirigida a veinticinco por ciento de la población que carecía de sentido del humor o al menos la mayoría de ellos.

Pude notar la mirada traviesa en los ojos de James y Sirius y no pude hacer otra cosa más que asentir en su dirección, feliz porque habíamos hecho algo por aquel pequeño niño.

Lástima que la felicidad no dura mucho, pues desde la mesa de los profesores una en especial nos dirigía una mirada de muerte. Los chicos y yo compartimos una mirada de preocupación.

—¡¿Cómo es posible?!

Todos retrocedimos un par de pasos y sin querer Peter derramo un bote de tinta completo, él se apresuró a tratar de limpiar todo mientras el resto seguíamos congelados en nuestros lugares.

—Cuatro Gryffindor se colaron a la sala común de otra casa ¡e hicieron una broma! —gritaba la profesora McGonagall.

—¿Cómo se enteró? —intento susurrar Sirius en nuestra dirección, todos abrimos los ojos asustados porque aquel claramente no habia sido un susurró.

—El año escolar va iniciando y cuatro de mis estudiantes desobedecen las reglas.

—Profesora, prometo que no volveremos a entrar a otra sala común que no sea la nuestra —hable, pero sabía que estaba mintiendo, pero por si las dudas, me lleve una de mis manos hacia mi espalda y entrelace mis dedos.

Estaba segura de que ella sabía a ciencia cierta que no lo decía en serio.

—Están castigados, los cinco.

—Pero profesora... —empecé, dispuesta a hacer que a Remus le levantaran el castigo y de ser necesario asumir la culpa.

—Dije sin excepciones señorita Theoí. Lupin, aunque sé que no se vio implicado, pudo haber hecho algo.

Me rendí, no valía la pena discutir con nuestra jefa de casa.

INEFABLE.© | remus j. lupinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora