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"¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio"

—Albert Einstein.

COMENCÉ A NOTAR EL EXTRAÑO COMPORTAMIENTO DE REMUS, al final de nuestro segundo año. Desaparecía por unos días y cuando volvía tenía una pinta de haber estado en el mismísimo infierno. Los días previos a su desaparición recurrente, tenía un humor de Troll y la menor de las bromas lo hacía enfadar. Pronto entendimos que era mejor no meternos con el cuándo eso ocurría.

Sabía que al finalizar el año no tendría oportunidad de consultar la biblioteca, así que, durante las últimas semanas de clases, prácticamente hice camping en ella. Dispuesta a encontrar lo que sea que le pasaba a mi mejor amigo.

—Por aquí debe de haber algo.

Un poco cansada y con el optimismo inicial casi inexistente, deje el libro encima de la mesa en la que me encontraba y dirigí mi vista hacia la lista que anteriormente había hecho con los "síntomas" que presentaba Rem.

—Mal humor.

—Heridas posteriores.

—Desapariciones constantes.

Mi vista se concentró en el último punto de mi lista haciendo clic instantáneamente. Busque entre todos los libros un calendario e hice memoria de los días en los que Remus desaparecía, haciendo mi mejor esfuerzo logré crear una línea del tiempo de los últimos tres meses.

Con el corazón en la mano, me dirigí hacia un estante donde se encontraban muchos más calendarios, en busca de uno lunar. Cuando al final del pasillo lo encontré, volví a trote a mi mesa y rápidamente lo compare con la línea del tiempo. Coincidían en una luna.

Luna llena.

Por supuesto que antes había considerado la idea, pero la descarte de inmediato porque era Remus de quién estaba hablando, grave error sin duda.

Me llevé ambas manos a mis ojos y los frote, estaba cansadísima y lo que acaba de descubrir era demasiada información para procesar. Necesitaba investigar más sobre ello, pero eso sería en otra ocasión. Ordene todos los libros y los acomodé.

Antes de salir de la biblioteca hice una última parada, casi al fondo se encontraban los libros sobre criaturas mágicas, no estaba totalmente segura si Hombre Lobo calificaba como una criatura mágica, pero valía le pena intentarlo. Sin éxito, cambie de pasillo y me dirigí a la salida, vendría mañana y con un poco de suerte encontraría un libro que me diera respuestas.

En la comunidad mágica los Hombres Lobo se consideraban bestias, claro que sólo ciertas personas pensaban de esa manera. Mi papá era un claro ejemplo de que no todos piensan igual, claro que su caso era distinto pues era un Magizoologo enamorado de su profesión, para él podrían considerarse como pequeños cachorros.

Por supuesto que aún no sabía si Remus era un Hombre Lobo, el simplemente podía tener una salud terriblemente mala ¿no?

Claro que sí. Tal vez, sólo tal vez yo había mal interpretado todo.

Con la mente en otro lado, camine sin rumbo por los pasillos del colegio.

[...]

Estaba confirmado. Remus era un hombre lobo, había leído todo sobre ellos y la literatura los describía como mounstros, peligrosos, sin ningún derecho.

Pero mi mejor amigo no encajaba para nada en ninguna de esas descripciones, sin embargo, cuando estaba a su alrededor no podía evitar ponerme tensa, lo seguía con la mirada y miraba con extrema atención cada uno de sus movimientos. Por supuesto que él se daba cuenta de las miradas furtivas —o no tan furtivas— que le dirigía y cuando eso pasaba yo solo lo ignoraba y miraba hacia cualquier otro lado.

INEFABLE.© | remus j. lupinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora