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"Lo importante es que cuando lo tengas lo quieras aun mas que cuando luchabas por tenerlo"

—Lección para imbéciles.

—¡ESTÁN CASTIGADOS! ¡PASARÁ DOS MESES ANTES DE QUE PUEDAN CAMINAR POR LOS PASILLOS libremente! —gritaba una Minerva fuera de sí. La vena de su frente parecía a punto de explotar y eso más que asustar a mis compañeros de crimen los hacía querer reír.

Discretamente le di un pisotón a James para que guardara silencio y porque era el que estaba a mi alcance.

—¡Ni siquiera ha terminado el año escolar y yo ya quiero que se vayan! —continuó gritando —, ¿que estaban pensando cuando se les ocurrió semejante barbaridad?

Di un paso adelante. —En realidad profesora...

—¡Era una pregunta retórica, señorita Theoí!

—Si me dejará explicarle —trate de hablar.

Ella me miro interrogante. —¿Y qué me va a decir, que no sea peor excusa que la última vez? —reto.

—Oh vamos Minnie, no seas tan dura con nosotros —soltó Sirius.

—¡Profesora McGonagall, para usted señor Black!

—Sin embargo, tu puedes decirme Sirius, Minnie —continuó—, no es necesaria tanta formalidad.

Para ese punto no sabía si reír o golpear a Sirius, pude sentir como temblaba mi ojo derecho. Rogar a Merlín y a los dioses ya se había hecho una total costumbre, lo peor del caso es que no importaba cuántas veces nos atraparan, volvíamos a hacerlo.

—A la oficina del director —anunció la profesora McGonagall —, le enviaré lechuzas a sus familias, sin excepción.

—¡A nuestros padres no, Profesora! —gritamos todos al mismo tiempo.

Minerva se rio encantada de haber encontrado lo que ella creía era nuestro talón de Aquiles y sin decir una palabra más, se dirigió a la puerta de su despacho y espero a que la siguiéramos. Derrotados caminamos uno de tras de otro, incluso los gemelos tenían grabada una cara de preocupación, en silencio todos caminamos siguiendo a nuestra jefa de casa.

Siendo honestos, esta no era la primera vez que éramos enviados a la oficina de Dumbledore y tampoco era la primera vez que la Profesora enviaba cartas a nuestros padres y sabíamos que nos sería la última.

Después de una larga caminata, llegamos al despacho del director, donde una enorme estatua de Ave Fénix custodiaba las escaleras en forma de caracol.

—Varitas de regaliz —pronuncio solamente Minnie.

—Bueno —comenzó a hablar Gideon.

Fabian pasó un brazo por los hombros de su hermano. —Fue un placer hacer bromas con ustedes.

Soltamos el aire que todos estábamos reteniendo y subimos por las escaleras, esperando encontrar a un Filch con las cadenas listas. En cambio, lo que nos recibió fue algo totalmente diferente.

—¿Quieren un dulce, niños?

El profesor Dumbledore se encontraba detrás de su gran escritorio y con esa aura de tranquilidad con la que siempre caminaba.

Espero pacientemente hasta que alguno contestara. —¿Y bien, van a decirme quién fue el autor de tan magistral broma?

Abrimos nuestras bocas de par en par sin poder dar crédito a lo que nos preguntaba y sin saber muy bien porqué todos empezamos a reír de una forma descontrola.

INEFABLE.© | remus j. lupinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora