La euforia inicial que sintió Camilo al saber que Bruno aun lo seguía quería fue apagándose durante los siguientes días, ya que seguía sin comprender porque lo había alejado de él, ¿si de verdad lo quería porque había pasado todo eso?
En su desesperación, a su mente llegó una idea que, en momentos normales y donde alguien tuviese estabilidad emocional lo vería terrible, pero Camilo no se encontraba bien, necesitaba respuestas y él vio en esa idea la única forma de obtenerlas.
Esa mañana, bajó a desayunar como siempre y tras saludar a todos se sentó, esta vez no buscó la mirada de Bruno, solamente estaba centrado en su idea por lo que apenas escuchaba lo que le decía su madre.
—Corazón, ¿me oyes?
Camilo volviendo en si miró a su madre.
—Si, mami, perdona, estaba pensando...
—Que novedad —se burló Isabela y en respuesta el chico le sacó la lengua.
—¿Puedes esta tarde pasar por la casa de los González, a llevarles una cosa?
—Claro, mami —dijo el chico pensando en que ya tenía la excusa perfecta para salir sin que nadie le preguntase.
—Gracias, corazón.
Unos momentos después, le chico se encontraba caminando por el pueblo dirección a casa de los Gonzales con una cesta, sin mucha demora entregó le pedido y amablemente se despidió y puso camino a su destino.
Mientras andaba, daba barridos con la mirada para ver si veía a alguien de la familia, pero por suerte todos estaban en sus cosas, al único que vio fue a Mariano a lo lejos entrando en el centro de animales.
Al llegar a su destino, pensó en que Dolores, seguramente, iba a escucharlo todo, por lo que ocultando su boca en sus manos dijo en voz baja.
—Dolores, se que me estas escuchando, te voy a pedir por favor, que no me prestes atención en los próximos minutos. Ya te lo contaré más tarde.
Tras eso, respiró y llamó a una puerta. Minutos después la señora Guzmán abrió la puerta y asombrada y contenta de ver a Camilo lo saludó.
—Buenos días Camilo, ¿Qué te trae para qui? —dijo la mujer que arrugó un poco la cara —¿le ha pasado algo a mi Mariano?
—No, no, señora, vengo a pedirle a usted si puede ayudarme.
—¿Yo?, claro, pasa.
Camilo entró en la casa y pasó por el largo pasillo hasta llegar al salón, allí la señora le dijo que se sentase mientras desaparecía por una puerta. Camilo hizo caso y se sentó, recordó la vez que allí, escribiendo una nota le confesó a Mariano que estaba enamorado de Bruno. Al poco pudo ver, colgado en la pared lo que venia buscando, ese retrato, el hombre de aspecto sereno, pelo corto negro como el carbón, un parecido increíble a Mariano, ese retrato de Víctor Guzmán o Sandoval, depende de a quien le preguntes.
Al poco, la señora Guzmán entró en el salón portando una bandeja con dos tazas de cafés y unas galletas.
—Muchas gracias, señora Guzmán, no tenía que molestarse.
—No es molestia, y menos si es para un Madrigal.
Camilo agarró la taza y dio un sorbito, y agarró un par de galletas y se las comió de golpe.
—¿Y que me necesitabas?
—Verá, venia a hablarle de su marido.
—¿De Víctor?, ¿Qué quieres saber?
ESTÁS LEYENDO
El Camaleón que Bailaba sobre Arenas Movedizas (Camilo x Bruno) (Brumilo)
Storie d'amoreContinuación directa de mi anterior historia "El Camaleón Enterrado en la Arena del Futuro". Ha pasado un año desde que se representase la obra de Romeo y Julieta, salvo que en esa ocasión Camilo y Bruno no se besaron frente a todos. Su relación sig...