CAPÍTULO 10 - REENCUENTRO

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Poco a poco, el resto de la familia fue llegando, hasta el momento que todos se sentaron para comer, Pepa y Julieta comentaban con Bruno la foto y hablaban de aquellos tiempos, para Camilo fue muy agradable ver a su tío feliz, pero, sobre todo, lo mejor fue que volvía a mirarle, cada poco tiempo que hablaba con sus hermanas, lanzaba una mirada al chico, y Camilo solo podía responder a eso con una pequeña sonrisa.

—¿Os acordáis cuando os metisteis en el bosque sin permiso para buscar no sé qué plantas y acabó Bruno herido?

—Si, Juli, nos acordamos —dijo Bruno intentado evitar recordar ese día.

—Yo me acuerdo cuando conocí a Víctor —dijo Pepa levantando la ceja mirando a Bruno —fue en los campos mientras aquí mi hermano le devoraba con la mirada.

—Eso no es verdad —protestó Bruno algo ruborizado.

—Que no, dice, ja, yo os vi... —dijo señalando a Bruno imitando a la bruja de algún cuento.

—Y le invitaste a cenar —dijo Julieta.

—Me acuerdo de esa cena —dijo Alma —era un chico muy amable.

—Y esa noche tuvo su primera cita con Bruno —dijo Pepa señalando unas comillas en la palabra cita.

—Pepita no hace falta que lo cuentes todo —dijo un Bruno avergonzado.

—Venga cuñado —dijo Agustín —si ya conocemos toda la historia.

—No lo dudo, par de chismosos —dijo Bruno dirigiéndose a sus cuñados —pero sus hijos no tienen porque saberlo todo.

—Yo quiero saber —dijeron Luisa e Isabela al mismo tiempo.

Camilo contemplaba alegre como su padre y Agustín contaban todo eso, mientras sus primas y hermana atendían sin quitar atención a sus padres. Bruno intervenía para aclarar algún punto, entre medias miraba a Camilo y lo sonreía.

—Ya sabemos de donde sacó Mariano su gusto por la música y su cursilería —dijo Isabela.

—Oye —protestó Dolores mirando a su prima.

—Es verdad —se defendió la chica del vestido multicolor —sin ofender, por supuesto.

—No te preocupes Isabela —la disculpó Mariano que también atendía la conversación.

La comida pasó rápida, y el resto de la tarde cada uno estuvo a lo suyo, Camilo y Bruno habían quedado en verse por la noche, y por seguridad prefirieron no pasar tanto tiempo juntos de momento, pero eso no quito que, en un momento de la tarde, mientras Camilo se dirigía al patio trasero, alguien lo agarrase del cuello de la camisa y lo metiese rápido en la biblioteca, mientras le tapaba la boca con la mano.

Camilo estaba de pie en la puerta de la biblioteca, alguien detrás de él le tenía pasado el brazo por delante y le tenía tapada la boca, no fue difícil distinguir ese olor tan característico a menta.

—Milo, voy a soltar tu boquita, y te vas a dar la vuelta y me vas a dar un besito, ¿vale?

Camilo asintió enérgicamente. Y notó como la mano que le aprisionaba la boca lo iba soltando, y una vez despareció de su campo de visión se volteó y sin decir nada, buscando la boca de Bruno. le dio un tierno beso, rápido.

Bruno le sonrió y dándole una palmadita en el culo le hizo salir de allí, Camilo obedeció y salió contento y algo rojo.

Bruno vio como su niño salía corriendo y con una sonrisa se sentó en el sillón de la biblioteca para leer un poco, al rato un pequeño se encontraba a su lado.

—Tío Bruno.

Bruno miró.

—¿Si, Toñito, que pasa?

—¿Vuelves a ser novio de Camilo?

Bruno levantó la cabeza y miró a la puerta, gracias a Dios no había nadie.

—Antonio, no digas eso en voz alta.

—Perdón, se me olvidó que era un secreto.

—Así me gusta.

—¿Entonces, sois novios otra vez?

—Si.

—Que bien —dijo el niño contento —Camilo ha estado triste mucho tiempo.

—Lo sé, pero te aseguro que no va a volver a estar triste.

—Vale, pero si Camilo vuelve a estar triste mandaré a todos los animales del Encanto a que te muerdan —dijo el chico con una sonrisa.

Bruno se quedó un poco ojiplático, luego se rio de forma nerviosa.

—Te prometo, Toñito que no va volver a pasar.

—Me alegro —dijo el niño yéndose contento.

Finalmente, la noche llegó, tras la cena, Camilo fue el primero en desaparecer escaleras arriba, en la mesa todos miraron algo extrañados, pero tampoco le prestaron mucha atención, momentos después, cuando todos se iban a sus habitaciones, Bruno subía las escaleras con algo de impaciencia y excitación, sabía que Camilo estaba esperándole en su cama, necesitaba a su niño, hacía mucho que no lo tenía en brazos.

Entró en su habitación y al pasar la cortina de arena, vio la cúpula erguida y la puerta cerrada, se acercó y tras dar un suspiro abrió la puerta, y mientras entraba, vio como Camilo se encontraba recostado en la cama, únicamente tapado con su ruana amarilla, no llevaba más ropa encima. Tras cerrar la puerta y entrar, Bruno se detuvo en medio de la habitación a contemplar aquel monumento.

—Vaya, vaya, no sabía que mi habitación era un museo, porque menuda obra de arte –dijo mirando fijamente al chico.

Camilo rio de forma tímida, pero seductora.

—¿Viene a destapar esta obra de arte? —dijo dando un meneo a su ruana haciendo que con el movimiento se percibiese más su piel, ya que en la posición que se encontraba la ruana le tapaba precitamente todo, solo le dejaba al aire los brazos y las piernas.

—Las obras están para contemplarlas en todo su esplendor.

—Pues venga, y hágame suyo, señor Madrigal.

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[PARTE CENSURADA POR LAS NUEVES POLITICAS DE WATTPAD, QUE ENTRAN EN VIGOR EL 15 DE ABRIL DEL 2024.]

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Tras exprimir hasta la última gota, se dejó caer en la cama al lado del chico que intentaba volver a regular la respiración, mientras se incorporaba y besaba a Bruno.

—Te he echado mucho de menos, por favor no te vuelvas a ir.

—No lo hare, mi niño bonito, no volveré a dejarte solo.

El Camaleón que Bailaba sobre Arenas Movedizas (Camilo x Bruno) (Brumilo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora