CAPÍTULO 24 - EL REGALO

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Un sonido de maquina despertó de forma brusca a Mirabel, que del susto se incorporó rápido en la cama, frente a ella, sentado en su mesa de costura estaba Camilo, parecía que estaba cosiendo algo.

—¿Camilo?

—Mirabel, no puedo hablar ahora, sigue durmiendo.

—¿Cómo me voy a dormir con este ruido? ¿Qué hora es?

—Es muy temprano...

Mirabel buscó le reloj y apenas habían dado las seis de la mañana. Con mucho cansancio la chica volvió a tumbarse tapando su cara con la almohada.

—Primo, si ni siquiera son las seis...

—Pero es que tengo que devolverle esto a Bruno y no había podido acabar y me está costando mucho... —el chico sonaba algo apurado, sin contar que le dolía la parte baja de la espalda y las piernas le flaqueaban.

—¿Te ayudo? —preguntó la chica que había desistido de volver a dormirse.

—No, lo quiero hacer yo solo... ahh...

—¿Qué te pasa? —preguntó la chica alarmade de oír la queja de su primo.

—Nada, solo me duele la espalda.

—Anda, túmbate un rato yo sigo.

—No, Mirabel, lo necesito hacer yo solo —decía el chico mientras apretaba los dientes por el dolor.

—¿Pero que te ha pasado para que te duela?

—Ayer por la noche tuve un percance.

—¿Percance?

—Fue con Bruno...

La chica se puso roja al escuchar eso.

—¡¡Camilo!!

—Tú has preguntado.

Sin decir nada la chica agarró una manta y se la echó por al cabeza a su primo.

—Eh... ¿Qué haces?

—Estate quieto que me voy a vestir, no mires...

Tras unos segundos, Camilo notó como le quitaban la sabana de la cabeza y aparecía Mirabel, ya vestida dirigiéndose a la puerta.

—Voy a ver si hay algo de comida para ti, ahora vengo.

—Gracias, prima.

Una vez Mirabel salió por la puerta y aguantando como podía el dolor, siguió cosiendo, llevaba casi una hora ahí, y apenas había bordado una pieza.

—Esto es imposible...no puedo...soy un inútil... —decía le chico mientras no paraba de coser —no, no, Bruno me dijo que tenia que confiar más en mí, yo puedo con todo...

De pronto, en su mente apareció la imagen de aquella foto, donde estaban sus padres con Bruno y Víctor, una sensación algo desagradable surgió en el chico.

—Bruno es mío, tú te fuiste, no te lo mereces —decía Camilo en voz baja a la imagen mental de aquel joven Víctor que besaba a Bruno en esa foto —sí, definitivamente aquí no tienes espacio —tras eso agarró una de las piezas que había hecho y la tiró a la papelera.

Al poco, Mirabel entró con un par de arepas.

—Mira primo, de la cena de ayer, come.

Camilo agarró las dos arepas y se las comió de una vez, al instante su cuerpo dejo de doler.

El Camaleón que Bailaba sobre Arenas Movedizas (Camilo x Bruno) (Brumilo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora