CAPÍTULO 8 - EL FIN DE UNA PESADILLA

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Bruno cerró tras de si la gran puerta circular de su gruta de visiones, y como si fuese algo maligno la miraba y se alejaba de ella, levantó las manos y se las miró, sus ojos no enfocaban bien, pero temblaban, las lágrimas todavía caían por su mejilla.

Intentando regular su respiración miró a su alrededor y mientras lo hacia notó como sus piernas le fallaban y caía al suelo sentado, dejó de apoyar las manos y se dejó caer de espaldas sobre la arena, y comenzó a pensar en lo que había pasado, en como había estado a punto de matar a Camilo.

Eso que tanto le asustaba y había intentado evitar, lo estuvo a punto de hacer él mismo. Nuevas lagrimas brotaron de sus ojos.

—No puedo mas —dijo entre sollozos —Milo, lo siento mucho... estarás más seguro sin mí.

Sus ojos comenzaron a emitir un brillo verde y la arena a su alrededor comenzó a moverse y como si de arenas movedizas se tratasen comenzaron a tragarle. La arena reptaba como su fuese agua, cubriendo poco a poco el cuerpo del hombre, la arena iba tragándose el cuerpo de Bruno, hasta que en pocos minutos lo acabó sepultando completamente hasta que solo eran visibles unos destellos verdes, que al poco se apagaron.

Un silenció sepulcral invadió la gruta de visiones, solo roto por algunas ráfagas de viento que movían la arena.

De pronto, el silencio fue opacado por unos pasos que corrían dirección a la gruta, la puerta se abrió violentamente, los pasos entraron en el círculo de arena, acompañado por sonidos de roedores, unas manos penetraron la arena y agarraron el cuerpo de Bruno sacándolo a la superficie, y con ayuda de su ruana amarilla, Camilo quitó de la cara del hombre los restos de arena.

Horas después, Bruno abría los ojos de forma pesada, tardó un rato en saber donde estaba, su vista no enfocaba bien, solo veía manchas de colores. Tras acostumbrarse un poco a la luz, pudo distinguir su habitación, a su lado, sentado en un sillón se encontraba Camilo, dormido, recostado en el respaldo, en su regazo se entraban las seis ratas también dormidas.

El mayor se movió un poco para incorporarse, pero al moverse despertó al chico, que al ver que tenía abiertos los ojos soltó a las ratas en el sillón y se acercó a él.

—Bruno, ¿estas bien? —dijo el chico arrodillándose y agarrándole una mano.

—S-sí, ¿Qué ha pasado?

—De repente, Dolores comenzó a oír como te ahogabas y fui corriendo y al subir y entrar en tu gruta de visiones te vi enterrado en arena y te saqué —decía le chico de forma rápida.

Bruno entonces, recordó todo lo que había pasado. Inconscientemente se soltó de la mano del chico que dio unos pasos hacia atrás.

—Bruno, perdonadme por favor, yo no quería hacer nada de lo que hice, estaba enfadado y no sé porque pensé que transformándome en él me harías caso.

Bruno miraba al chico sin decir nada, todavía no tenia clara la mente, no podía pensar de forma fluida.

—¿Han llegado todos? —preguntó el hombre ignorando al chico.

—No, todavía no.

—¿Quién está en la casa?

—Dolores, Mariano, tú y yo.

—Diles a Mariano y Dolores que vengan.

—Pero...

—Hazlo —dijo el hombre de forma severa.

El chico encogió la cabeza y se retiró de la habitación. Al salir, las ratas que se habían despertado por el grito del hombre, subieron a la cama y lo saludaron, Bruno se alegró de verlas y acarició a todas, Rigoberta le dio unos chillidos.

El Camaleón que Bailaba sobre Arenas Movedizas (Camilo x Bruno) (Brumilo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora