CAPÍTULO 85 - ADIÓS, RIGOBERTA

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Camilo llegó a casa, aún con un nudo en la garganta por su encuentro con Arturo, deseaba con todas sus fuerzas que su tía encontrase pronto el remedio. Al entrar vio a Bruno, lo estaba esperando en la puerta de la cocina, al llegar lo abrazó soltando la cesta en el suelo, enterró su cara en el pecho del hombre, el mayor le devolvió el abrazo.

—Milo, ¿estas bien?

—Yo sí, pero he ido a la tienda de Arturo y me duele verlo así.

—Te entiendo, veras como pronto Julieta encuentra la solución.

—Pero ya han pasado dos días y nada, ¿y si no hay cura?

—Confía en tu tía, ella puede hacer lo que se proponga.

Camilo no dijo nada y abrazó mas fuerte al hombre. Y una vez se sintió algo mejor se separó de él, agarró la cesta y la llevó a la mesa de la cocina. Una rata apareció sobre la mesa y miró al chico.

—Hola Rigo, ¿Qué tal?

La rata dio unos chillidos y se acercó al joven con intención de que le tendiese la mano y la dejase subir. Camilo lo entendió rápido e hizo el gesto de posar la mano en la mesa y escalando por su brazo, la rata se puso en su hombro, y acarició su hocico en la cara de Camilo.

—¿Qué te pasa? —decía Camilo entre sonrisitas —me haces cosquillas.

La rata dio un suave chillido y se subió a su cabeza y se tumbó entre sus rizos. Camilo miró a Bruno.

—¿Qué la pasa?

—No sé, lleva así desde esta mañana.

—¿Tendrá el celo? ¿las ratas tienen eso?

—No estoy seguro.

—En fin, me la llevo de paseo.

—¿Os acompaño?

—Si usted quiere está invitado, señor Madrigal.

Así, ambos salieron de la casa y comenzaron a caminar por el sendero que llevaba al pueblo, salvo que en vez de ir de frente giraron en dirección al parque de Isabela.

—Hace tiempo que no voy al parque, a ver que tal lo lleva.

—Tu prima tiene buen gusto, seguro está perfecto.

—Si... —dijo Camilo recordando hace un año, durante la reconstrucción de Casita que uno de los días, Isabela le ayudó con un problema que ni él sabía explicar ni ella tenia claro como hacerlo. Pero le ayudó y eso fue suficiente.

Al llegar a la entrada, vieron como una gran palma de cera surgió del suelo justo a sus pies asustándolos.

—Uy, perdonen —dijo Isabela que saltando entre arboles con lianas como si de Tarzán se tratase, aterrizó al lado de los dos amantes.

—Isa, ten cuidado.

—Lo siento... ¿querían algo?

—No, solo estamos dando un paseo —dijo Bruno.

—Pues aquí pueden estar tranquilos, porque ahora está cerrado y no viene nadie.

—Gracias.

Los dos entraron al parque cuando nuevamente Isabela los detuvo.

—¿Saben algo de Arturo?

Camilo negó.

—Sigue igual.

—Que pena —dijo la chica —no sentir nada es algo horrible, tienes suerte, primo.

—¿Por qué?

El Camaleón que Bailaba sobre Arenas Movedizas (Camilo x Bruno) (Brumilo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora