Camilo bajó las escaleras con la mirada fija en la puerta, no se fijo que había alguien en el piso de abajo, y sin percatar en su presencia salió de la casa. A paso rápido siguió el camino que llevaba al pueblo, no tardó mucho en llegar a la plaza, allí pudo ver como Julieta y Pepa hablaban mientras comenzaban a guardar las cosas, Camilo las evitó y entró en la calle dirección a la casa de Arturo, minutos después ya estaba en su puerta, sin esperar mucho llamó a la puerta.
Al instante, la puerta se abrió y un chico de piel oscura, pelo corto y rizado lo miró algo sorprendido.
—Camilo, ¿Qué te trae por aquí?
—Necesito hablar contigo —dijo Camilo con la voz algo apagada.
—Oh, claro, pero estamos a punto de comer... ¿quieres quedarte?
Camilo lo sopesó por un instante.
—Si no es mucha molestia, sí.
—Claro que no es molestia, pasa.
Camilo antes de entrar miró al cielo. Le vendría bien alejarse un poco y desconectar.
—Dolores, dile a mamá que me quedo a comer en casa de Arturo.
Tras eso, bajó la cabeza y sonriendo al chico entró en la casa. Una vez dentro los dos caminaron por el pasillo hasta llegar al salón, donde una mujer estaba poniendo la mesa.
—Mamá, ¿te importa que Camilo se quede a comer?
La mujer miró a los dos chicos y desvió su mirada a Camilo que la miraba con algo de incertidumbre.
—Claro que no hay problema, Camilo, bienvenido.
—Gracias, señora.
Camilo se unió a Arturo para ayudar a la mujer a colocar el plato extra y cubiertos, para finalmente sentarse en la mesa y comenzar a comer.
—Que bueno tener visita, Arturito no suele traer amigos a comer.
—Mamá... —dijo el chico algo avergonzado.
—Yo estoy encantado de venir, Arturo es un gran amigo me ha ayudado mucho últimamente —dijo el chico con la mejor de sus sonrisas.
La mujer miró a su hijo sonriendo.
—Hay mas si quieres repetir —dijo la mujer al ver que Camilo acababa con el palto.
—Muchas gracias señora, pero no quiero molestar.
—No es molestia —la mujer se levantó y fue a la cocina.
—Que amable es tu mamá.
—Si, no está costumbrada a que traiga amigos y está contenta.
—Pues yo vengo cuando quieras —sonrió el chico, lo que provocó un poco de sonrojo en las mejillas de Arturo.
La señora Vázquez volvió y rellenó el plato del Madrigal, y la comida pasó rápido, halaron de cosas del pueblo, y de la tienda.
—Ahora ustedes vayan a reposar la comida que yo limpio —dijo la mujer al acabar la comida.
—Pero mamá eso lo hago yo...
—Hoy te doy permiso.
—Arturo no contradigas a tu madre —dijo Camilo agarrando al chico de la manga de la camisa y atrayéndolo fuera de la mesa.
—Vale... ¿vamos a mi habitación?
—Te sigo.
Arturo atravesó un pasillo y subió unas escaleras hasta llegar a una puerta, la abrió y dejó pasar a Camilo, entraron en una habitación no muy grande, pero bastante luminosa, de color verde, en la habitación destacaba un escritorio lleno de papeles, un armario y una cama, había poco más.
ESTÁS LEYENDO
El Camaleón que Bailaba sobre Arenas Movedizas (Camilo x Bruno) (Brumilo)
RomanceContinuación directa de mi anterior historia "El Camaleón Enterrado en la Arena del Futuro". Ha pasado un año desde que se representase la obra de Romeo y Julieta, salvo que en esa ocasión Camilo y Bruno no se besaron frente a todos. Su relación sig...