CAPÍTULO 47 - LA ESPADA DEL CABALLERO (1ª PARTE)

108 13 13
                                    







Camilo entró en la casa y con un beso en la frente de su madre se despidió de ella. La señora Vázquez cerró la puerta e hizo entrar al chico hasta el salón.

—Es un placer volver a tenerte aquí, Camilo.

—Muchas gracias señora, el placer es mío.

—Arturito, acompaña a Camilo a la habitación de invitados.

—Si, mamá.

Así, los dos subieron las escaleras en un silencio incomodo hasta llegar a la habitación, Camilo dejó las cosas encima de la cama y oyó como la puerta se cerraba a su espalda, se giró y vio a Arturo recostado en ella.

—¿Qué haces aquí?

—Arturo, tengo que hablar contigo.

Arturo se acercó a paso rápido hacia el hasta quedar a menos de un palmo de su cara.

—Camilo, yo no quero hablar —dijo y puso sus manos en la cintura del Madrigal.

—A-A-Arturo... es enserio.

—Y lo mío también —Arturo apretó el cuerpo de Camilo contra el suyo haciendo que el chico posase sus manos sus hombros.

—Arturo, por favor... —Camilo, aunque se resistía empezaba a notar calor, notaba gusto en donde las manos del chico estaban puestas.

—Camilo, dime que no quieres hacer nada conmigo y te suelto.

Camilo no dijo nada en un principio, lo miraba fijamente, su vista enfocó sus labios, por un momento le parecieron lo mas apetecible del mundo.

—N-no quiero hacer nada contigo...

De pronto, Arturo lo soltó y se alejo de él. Se frotó las manos contra su pantalón y se acercó a la puerta y la abrió.

—Después de cenar hablamos lo que quieras —y sin decir nada mas se fue.

Camilo se quedó allí solo, notaba que le costaba respirara, tuvo que sentarse ya que había sido mucha intensidad lo que había pasado. Se sentía algo mal por Arturo, sabía que no era buena idea haber venido y menos hoy.

—Tonto, tonto, tonto —decía Camilo en voz baja para él, mientras se golpeaba la cabeza.

Comenzó a notar falta de aire y presión en el pecho, sabía lo que pasaba por lo que se sentó en el suelo se agarró las piernas y comenzó a respirar y expirar despacio. Hacia mucho que no tenía un ataque de ansiedad.

Una vez se hubo calmado, se incorporó y a paso lento, salió del cuarto y bajó las escaleras hasta el salón, allí vio que estaban poniendo la mesa.

—Perdón, ¿les ayudo?

—No tranquilo, eres el invitado —decía la mujer mientras Arturo no le dedico ni una mirada.

Camilo entonces, se sentó en uno de los sillones del salón mientras no apartaba la vista de Arturo, lo veía llevar platos, cubiertos, una jarra con agua, en ningún momento lo miró, lo notaba algo triste y enfurruñado. ¿Por qué todos se acaban enfadando conmigo?, se preguntó le chico mentalmente.

Al pasar la cena, Camilo fue hacia su habitación y se puso el pijama, esta vez completo, con parte de arriba y todo. Se sentó en la cama a esperar a que Arturo llegase, y no pasaron ni diez minutos cuando su puerta se abrió y también en pijama, entró el chico. Se acercó y se sentó en el suelo.

—Bueno, ¿Qué quieras hablar?

—Lo pr-primero es que quería pedirte perdón por lo de esta tarde, creo que no hice lo correcto y te metí en un compromiso.

El Camaleón que Bailaba sobre Arenas Movedizas (Camilo x Bruno) (Brumilo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora