CAPÍTULO 38 - DESCANSA EN PAZ

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Bruno y Camilo caminan por el sendero que lleva al centro del pueblo, no van pegados, pero si muy juntos, es por la mañana y la gente ya empieza a salir a trabajar y hacer sus quehaceres. Varias personas los saludan al pasar y ellos responden a esos saludos.

En uno de los senderos toman el camino que lleva al oeste del Encanto, una larga calle que lleva directa a la zona del pueblo que no suele tener muchas visitas, el cementerio. En los cincuenta y un años que tiene de vida el Encanto, poca gente había muerto, pero ya contaban con una gran explanada donde se almacenarían llegado el momento.

—Bruno, ¿seguro que podrás?

—Tengo que intentarlo, te lo debo a ti y se lo debo a él.

Camilo, al ver que no había nadie por allí, lo agarró del brazo y se pegó a él mientras caminaban.

—Yo estaré contigo.

Bruno no dijo nada, solo se dejó abrazar y agradeció silenciosamente la presencia del chico. Su corazón a cada paso latía mas fuerte, estaba nervioso, nunca había sido capaz de ir a su tumba, ni siquiera sabía donde estaba.

Tras recorrer la larga calle, finalmente llegaron a un gran arco de color blanco, un letrero les anunciaba que estaban frente al cementerio del pueblo, ambos se detuvieron. Camilo miró al frente, él nunca había estado allí, sabía que existía pero nunca había ido, por su parte, Bruno miraba al frente, donde divisaba varias tumbas; comenzó a temblar.

—Bruno, tranquilo, yo estoy aquí.

—L-l-lo se...

Levantando la vista al cielo, tomó aire varias veces y atravesaron el arco, al avanzar un poco llegaron a una zona circular que se dividía en varios corredores.

—¿Dónde es? —preguntó Camilo.

—No lo se.

—Ah, es verdad perdona, no me acordaba.

Bruno le quito importancia.

—Milo, ¿te importa dejarme ir solo?

—¿Estás seguro?

—S-s-s-sí.

—Esta bien, pero cualquier cosa me llamas, ¿vale?

—Vale.

Camilo vio un banco que había en esa zona circular y se sentó, mientras Bruno se adentraba por uno de los pasillos de tumbas, miraba a todos lados leyendo cada inscripción buscando el nombre de Víctor, y al llegar al final de ese pasillo no llegó a encontrarlo. Se dispuso a mirar el siguiente.

A lo lejos, Camilo lo seguía con la mirada, se sentía algo mal por dejarlo ir solo, pero él se lo había pedido y el chico entendía que eso debía hacerlo solo. Lo veía andar moviendo la cabeza buscando entre las tumbas.

Camilo encontró ese sitio mas calmado y menos terrorífico de lo que podría llegar a pensar, el sol estaba en todo lo alto, corría una brisa muy agradable, había mucha paz en ese sitio, Camilo seguía a Bruno con la mirada cuando lo vio detenerse de golpe, sabiendo lo que había pasado de los ojos del adolescente cayeron unas lágrimas solitarias.

Bruno caminaba, a cada paso su corazón iba mas deprisa, apenas leía completo el nombre de las personas, el buscaba una V. Busco y buscó en los dos próximos pasillos y no encontró nada.

—¿Dónde estás? —dijo el hombre en voz baja.

De pronto, una mariposa blanca cruzó por su cara y se detuvo sobre una lápida, también de color blanco que se encontraba a unos metros de él, al acercarse su corazón se detuvo. La lapida blanca, pulcramente tratada, tenía grabado con letras negras la frase:



El Camaleón que Bailaba sobre Arenas Movedizas (Camilo x Bruno) (Brumilo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora