CAPÍTULO 86 - UNA DESPEDIDA Y UNA BIENVENIDA

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La lluvia caía sobre la hierba fuera de la casa Madrigal, en la parte trasera, dos personas se encontraban frente a un montoncito de tierra removida. En frente, Bruno estaba de rodillas y miraba la pequeña tumba de forma desconsolada. A su lado, Camilo con lagrimas en los ojos, también contemplaba la tumba, con cierto disimulo alargó su mano para ponerla sobre la del hombre. Bruno agradeció ese gesto y apretó la mano del chico sin apartar la vista.

Hacía unos momentos que los demás habían estado allí, sabían que las ratas de Bruno eran importantes para él y al saber la muerte de una de ellas, todos ser reunieron para darle el ultimo adiós, incluso Pepa, a la que las ratas no le agradaban, había ido a acompañar a su hermano, y verle así de triste, le hizo sentir lo mismo y por eso el cielo de Encanto estaba cubierto de nubes y una fina lluvia caía. Y poco a poco todos fueron entrando en la casa hasta que solo quedaron tío y sobrino.

—Bruno, deberíamos entrar —dijo Camilo —estas empapado.

—Entra tú, si te resfrías, tu madre me va a matar —dijo el hombre sin apartar la mirada de la tumba de su amiga mientras usaba un tono de voz apagado.

—Pero no te quiero dejar solo.

—Milo, por favor...

A regañadientes, el chico se levantó y entró en la casa, empapado. Subió a su cuarto para agarrar algo de ropa y pasar por la ducha y minutos después, una vez seco y limpio, se acercó a una de las ventanas para mirar a la zona trasera de la casa, allí seguía Bruno, sin decir nada, mirando el montón de tierra removida que debido a la lluvia se estaba convirtiendo en barro. Gracias a que Isabela hizo crecer pequeñas flores alrededor de la tumba, esta estaba libre del agua.

Al verlo ahí, corrió a la puerta y se detuvo justo debajo del porche.

—Bru... tío Bruno —corrigió sabiendo que no estaba solo —entra, te vas a enfermar.

El hombre no hacía caso, no apartaba la mirada. Camilo se sentía impotente, pero no podía dejarle allí mas tiempo.

—¡¡¡Mami!!! —gritó Camilo volviendo a entrar en la casa.

En la mente de Bruno, aun estaba muy presente, casi como si estuviese pasando ahora mismo, el momento en que Rigoberta se posó en sus manos sin apartar sus ojos y como al acurrucarse pudo ver como moría en sus manos. Nuevas lagrimas comenzaron a salir de los ojos de Bruno.

—Bruno.

El hombre al oír la voz de su hermana, se volteó. Pepa estaba detrás de él con un paraguas en la mano.

—Vamos dentro.

—No puedo...

—Hermano —dijo la mujer —seguro que tu rata no hubiese querido que te enfermaras por ella, ¿a qué no?

—No —respondió el hombre sonando algo infantil.

—Pues vamos dentro, además, mi hijo está preocupado por ti.

Bruno levantó la vista y pudo ver a Camilo, en el porche andando de un lado para otro de forma nerviosa mientras los miraba. Bruno, por un momento se sintió un egoísta, no había pensado en como se podría sentir Camilo.

Los dos hermanos se encaminaron al interior de la casa y una vez dentro, con un Bruno completamente empapado y calado hasta los huesos, se detuvo y miro al chico.

—Perdona por preocuparte, sobrino —dijo Bruno eligiendo bien las palabras ya que Pepa todavía estaba allí.

—Vale, pero no lo vuelvas a hacer.

El Camaleón que Bailaba sobre Arenas Movedizas (Camilo x Bruno) (Brumilo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora