El Pecado del Alquimista 11 [+18] (Genshin Impact)

Capítulo 84

Scaramouche

5 de Abril – 13:36 PM

Inazuma – Tenshukaku – Habitación de Kairi y Scaramouche

El día de la coronación, cuando lo vio en el trono, algo sucedió dentro de Kairi. Su mirada se iluminó por un instante que, pese a ser fugaz, fue lo suficientemente intenso como para hacer sus actos aún más extraños.

Incluso, cuando recibió esa carta de su hermano, en lugar de quemarla directamente... la leyó. El contenido era simple: "Kazuha está en la prisión del palacio. No piensa en otra cosa que no seas tú."

Después la tiró, haciéndome creer que ahí terminaba el asunto.

No obstante, al regresar hoy a nuestra habitación, ¡ahí estaba aquel gusano!

-Kazuha: hola, sombrerito –sonrió, osando incluso faltarme al respeto. Se le debía haber subido a la cabeza su liberación.

Busqué a Kairi por la habitación, pero, al parecer, estaba en el baño en aquel momento.

-Scaramouche: ¿oh? Para haber sido derrotado por uno solo de mis ataques, te ves muy confiado –le recordé, manteniendo la compostura-. ¿Acaso crees que ahora puedes vencerme con alguna artimaña?

-Kazuha: no... Sé que yo no puedo –debía aceptar, hecho que me hizo sonreír con elevada soberbia-. Pero él sí puede.

Y, sin pronunciar siquiera su nombre, supe a quién se refería.

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.

***

Scaramouche

5 de Abril – 21:33 PM

Inazuma – Tenshukaku – Habitación de Kairi – Cuarto contiguo

Aquel mismo día, dejé de dormir en su misma cama. La "sangre azul" me relegó al cuarto de al lado, en la que solían descansar los amantes del noble.

Cuando le pregunté el motivo por el que había traído al peliblanco a nuestra habitación, simplemente dijo que ella devoraría a quien y a cuantos quisiera, no sólo a mí. Y además agregó: "si le haces algo, me encargaré de ti."

Siempre me había dicho que yo era un mero instrumento para su descendencia, descendencia que no habíamos conseguido. No obstante, cuando ahora estaba tumbado en aquella cama individual y con el asqueroso samurái en otra a mi derecha, realmente volví a sentirme como el instrumento en el que me convirtió cuando me marcó.

Sin duda, aquella parecía mi eterna condena: ser un maldito muñeco para los demás.

Y, para mi desgracia, yo sólo pensaba en una humillante cosa. En no morir a manos de un dragón y... en regresar a dormir con ella pronto.