164. EN PRIMAVERA NACEN LAS FLORES.

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Me mata ver su mirada así, sentirla insegura e inconforme. Para mí es lo más preciado y tengo que hacerle saber, ya que ahora mismo no lo puede ver por sus propios medios, que está equivocada.
-Can: Nunca me cansaré de tí. Lo que me enamoró no fue tu físico solamente; me enamoré de esa mente tan perspicaz, de esa forma tan distinta de ser, de tu personalidad arrolladora, de tu madurez, de tu risa loca, de tus ojos profundos y de tu inteligencia. Me enamoré de la Sanem como conjunto, y sí, tu cuerpo y tu cara me volvieron loco desde el principio y lo siguen haciendo pero sin la totalidad de lo que eres tú jamás me hubiera enamorado de esta forma.

Odio ver su mirada de dolor. Odio sentirla así, tan vulnerable y tan frágil, odio ser el culpable de sus lagrimas.
-Can: Eres una embarazada preciosa, dentro de tí llevas lo más grande que ninguna mujer me ha dado, un trocito de mi corazón crece en tu vientre por segunda vez. Estoy enamorado de tí, como esposa, como madre de mis hijos y no pienso en nadie que no seas tú, tú eres la única que haces que mi corazón se desboque y la misma vez se pare.

Sello mis palabras con un beso sobre sus labios, dejando cuánto amor siento por ella por si todavía hubiera algún tipo de duda, pongo su pelo detrás de su oreja, ella sostiene mi nuca para enfatizar más el beso que poco a poco se vuelve más intenso, tan intenso que comienzo a marearme por la falta de aire. Cuando nuestras cabezas se separan unos pocos centímetros Sanem me mira con unos ojos tan brillantes y oscuros que me hacen tambalear para seguidamente unirse a mí y besarme como una leona enfurecida.

Su cara sigue húmeda por las lágrimas y su respiración se escucha y se siente agitada.
-Can: ¿Estás bien?

No me responde. Sanem me vuelve a besar y lucho para no perder el control, no porque no la desee, porque la deseo como nunca, sino porque pienso que el momento la está llevando a actuar de una manera de la que mas tarde puede arrepentirse. Creo que lo mejor ahora mismo es que se desahogue, que coma algo y que descanse.
-Can: Déjame servirte la cena, debes estar hambrienta.

Le digo mientras rozo su cara con la yema de mis dedos.
-Sanem: No quiero cenar.
-Can: ¿No tienes hambre?

Pregunto extrañado por la hora que es.
-Sanem: No quiero hablar Can, no quiero comer, te quiero a tí.

Cuando menos lo espero la tengo sentada sobre mi regazo, sin camiseta y lanzando la mí por los aires. Sus manos me tocan con seguridad; primero los hombros, luego los brazos y seguidamente el pecho. Besa mi cuello, y tira de mi coletero, antes dijo claramente que me quería a mí y está demostrando que no eligió una palabra aleatoria, me quiere a mí, sólo para ella y en este preciso momento.

La separo sin que se sienta rechazada y hago que se ponga de pie. La llevo de la mano al dormitorio pero no pasamos por la cama, directamente vamos al baño, me coloco detrás suya y la pongo frente al espejo. Me desprendo de su sujetador y beso esas marcas en la piel que la presión de la prenda le han causado en este largo día.
-Can: Mírate, eres una mujer preciosa.

No sé si serán ilusiones ópticas pero me parece ver un leve aumento en sus pechos, sus pezones están erizados por los besos que reparto entre su cuello y su hombro.
-Can: Eres tan sexy.

Me agacho para quitar su pantalón y de paso también lo hago con sus braguitas, dejándola totalmente expuesta ante su propio reflejo.
-Can: Muero por este cuerpo, me encantan tus pechos, tu ombligo, tus caderas.

Sanem comienza a suspirar. Rozo mi erección contra sus nalgas, beso su cuello y acaricio su vientre plano.
-Can: No dejo de pensar en lo afortunado que soy al tenerte.

Mordisqueo su hombro sin dejar de verla en el espejo. Sanem une sus labios y agarra mi cabeza como si no quisiera que me fuera jamás, subo lentamente mis manos para tocar sus pechos y sentir el calor que desprenden, noto una leve hinchazón y su gemido me confirma cuan sensibles están. Dejo la mano izquierda sobre su pecho izquierdo y bajo la derecha para encontrarme con su pubis ligeramente poblado cosa que me hace estremecer de placer.

El Amor Todo Locura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora