142. MAMMA ITALIANA.

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Hacía tiempo que no cenábamos tan calmados ni tan relajados, lo hacemos despacio disfrutando de cada sabor nuevo y diferente. Las paredes del restaurante están repletas de botellas de vino a modo de decoración, el lugar es cuánto menos pintoresco.
-Sanem: Ay Can, que necesario era tener tiempo de calidad para nosotros.
-Can: Toda la razón. Era muy necesario...

Tomo su mano y se la beso lo que hace que mi mujer haga lo mismo con la mía aunque ella tiene que estirarse más que yo para dejar un beso pequeño seguido de una sonrisa.
-Can: ¿Tomamos postre?
-Sanem: He visto al camarero pasar con una bola de chocolate, de ella salía como una especie de nitrógeno líquido, eso hay probarlo.

Además del postre yo remato la cena tomándome una copa de whisky y tras hablar calmadamente durante un buen rato subimos a la habitación, mi esposa se quita sus zapatos de tacón nada más llegar y yo mis collares y anillos y los dejo en el pequeño aparador que hay justo en la entrada. Sanem pasa al baño y sale unos minutos después con el albornoz blanco que nos han dejado de cortesía puesto y el pelo recogido en un moño.
-Sanem: Voy a llenar la bañera.

Abre el grifo y coge un paquete de la bandeja de la bañera donde también hay varias botellas de tamaño pequeño.
-Sanem: Esta bomba de sal tiene muy buena pinta... Contiene sal de epsom.

Se sienta en uno de los bordes y empieza a leer los ingredientes.
-Sanem: Bicarbonato, ácido cítrico, fécula de maíz, y extractos de lavanda, passiflora y damiana de california.

Rasga el envoltorio para llevárselo a su nariz e inhalar el olor. Luego sigue leyendo lo que contienen los otros botecitos, al parecer además de geles y champú hay variedad de aceites y esencias naturales. Mientras ella está entretenida me quito los zapatos, el cinturón y me siento en los pies de la cama, cuando el agua está por la mitad de su capacidad Sanem suelta la bomba efervescente y enseguida comienza a desintegrarse impregnando toda la suite de un olor muy agradable. Mi mujer sacude sus manos, rueda la bandeja de madera hacia adelante y se gira hacia mí.
-Sanem: Can, la gracia de esto es disfrutar del agua caliente, no tardes mucho en entrar.

La cinta que se ajustaba alrededor de su cintura se afloja y toda la prenda de felpa blanca cae por sus hombros hasta quedar abullonada a sus pies, trago saliva al ver cómo se ha quedado desnuda. Cada una de sus curvas están totalmente definidas, Sanem es tan sexy como natural y es imposible apartar mi mirada aunque intento no ser demasiado descarado, la miro con deseo, eso no se puede discutir pero también la miro con admiración y por supuesto con muchísimo amor.

Con toda tranquilidad mi mujer se mete en la bañera, primero un pie, luego el otro para después agacharse y sentarse apoyando su espalda y su cabeza sobre uno de los bordes, cuando todo su cuerpo está sumergido cierra los ojos y muerde su labio. Termino de desnudarme, dejo todo lo más recogido que puedo y estiro mi mano para dejar mi albornoz cerca de la bañera pensando en el momento que tenga que salir del agua. Completamente desnudo avanzo para entrar en ella, Sanem abre los ojos y sonríe tímidamente. Puedo notar como buena parte del flujo de sangre de su cuerpo se ha acumulado en sus redondos cachetes.
-Sanem: ¿Te pones tú delante de mí?
-Can: Como tú lo prefieras.

Cojo una toalla pequeña y la enrollo para ponerla detrás de su cuello a modo de almohadilla y me meto en el agua sintiendo una sensación más que agradable, Sanem me hace hueco para encajar perfectamente con ella, se deshace de mi coletero muy despacio y me invita a posar mi cabeza sobre su hombro. Poco a poco va mojando mi pelo para luego introducir sus manos en él y masajear mi cuero cabelludo.
-Can: Mmm, lo haces muy bien. Si sigues voy a quedarme dormido.
-Sanem: La intención es que te relajes.

Todo está en perfecta armonía; el olor, el sonido y la temperatura del agua, su toque...

Mi mujer sube sus piernas rodeando mi caderas y me pide que le alcance una de las botellas de aceite que hay sobre la bandeja de madera, cuando la tiene en sus manos la esparce con mucha suavidad por mis cervicales y mis hombros, mientras tanto yo deslizo mis manos por sus suaves piernas y luego por sus pies.
-Sanem: Me haces cosillas, Can.

El Amor Todo Locura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora