El Amor Todo Locura.

165. NUESTRO AMOR CRECE.

Justo cuando voy a sacar el coche del párking Sanem se percata de que hay prensa. No sólo nos han sacado fotos, ahora que ya hemos salido del área de la clínica nos hemos dado cuenta de que también nos siguen. Ella comienza a ponerse nerviosa y yo de muy mal humor.
-Sanem: ¿Qué vamos a hacer?

No me queda otra que suavizarme y no contagiarle mi malestar. Todo lo que quiero es que esté tranquila.
-Can: Tomarnos algo, ¿No es eso lo que te había prometido?

Digo intentando mostrar indiferencia.
-Sanem: Me refiero con la prensa, Can.

Sanem resopla y a la misma vez apoya su codo sobre la ventanilla.
-Can: Nada. No haremos nada.
-Sanem: Van a preguntarnos cuando nos bajemos del coche y a mí se me nota todo en la cara.
-Can: ¿Son personas importantes para nosotros? No, ¿Verdad? No tenemos que dar ninguna explicación de nuestra vida privada, no perderemos el tiempo con esos asuntos, a ellos ni les va ni les viene lo que hemos hecho en la clínica. Cuando a tí te apetezca haremos un comunicado en nuestras redes sociales y ya está.

Sanem se queda mirando indecisa, incluso se mordisquea el dedo pulgar para luego coger las gafas del estuche y ponérselas. Cuando aparco el coche un reportero viene hacía nosotros. Primero nos pregunta si los dos estamos bien de salud para luego ir a tiro hecho y preguntar si Sanem está embarazada.

Porque claro, una pareja sólo puede ir a la clínica si se está esperando un bebé o si se está al borde de la muerte.
Salimos del paso diciendo que hemos venído a hacernos una revisión rutinaria. Entiendo perfectamente que quieran saber de nosotros pero no de esta forma. Sanem se siente mal por haberles mentido pero no les iba a confirmar su embarazo de esta manera; en la calle, con prisas, de un modo tan frío y poco nuestro. Me niego.

En cuanto podemos deshacernos de los periodistas entramos en la cafetería. Una vez tomamos asiento la camarera anota la comanda, yo he pedido un té y Sanem una taza de chocolate y para compartir un cruasán francés, hace frío, las temperaturas han dado un bajón importante y nos sienta genial tomar algo caliente y hablar de las sensaciones que hemos tenído en la ecografía.
-Sanem: Cuando he escuchado el primer latido he sentido una punzada en mi corazón. Ha sido tan bonito...
-Can: Ha sido muy emocionante.
-Sanem: Nuestro bebé, Can.
-Can: Ahora sí, ¡Esto va en marcha! Cuando nos demos cuenta tendremos a un niño en los brazos de cada uno y nos sentiremos más llenos que nunca.

Sanem traga saliva, sonríe emocionada y una lágrima rueda desde la comisura de su párpado hasta su barbilla.

SANEM:
El hecho de imaginarnos con nuestros hijos en brazos me emociona muchísimo y estoy deseando que eso suceda pero no puedo dejar de pensar en Emir. Siempre ha tenído nuestra total atención y cuando llegue su hermanito no va poder seguir siendo así. No voy a agobiarme, estamos en el inicio del camino y martirizarme sólo me hará daño innecesario, confío en que Can y yo haremos todo lo posible porque Emir se sienta igual de querido que siempre.

Después de recogerlo en casa de Selin, donde se ha portado muy bien, por cierto, volvemos a casa. Aunque es Can el que lo baña y el que le da de cenar, me reclama cuando empieza a sentir sueño. Lo cojo en brazos y subo la escalera, vamos al baño para lavar sus manos y sus dientes y le pongo el pañal de la noche aunque la mayoría de veces se despierta con él seco. Emir se mete sólo en la cama y cuando voy a arroparlo me pide que me tumbe a su lado. No dudo ni un momento en hacerlo, me quito las zapatillas y me acuesto, paso mi mano por su pelo, él me mira y toca mi cara.
-Sanem: Si me sigues mirando con esos ojitos me vas derretir.

Sus ojos marrones penetran mi corazón, aún me sigue pareciendo increíble que este precioso niño de casi tres años haya salido de mí. Su mirada es capaz de hacerme temblar, es pura, limpia, noble... Ojalá nunca cambie. Su pequeña mano recorre el contorno de mi cara.
-Sanem: Descansa, mi sol. Te quiero mucho.