84. DEJAR HUELLA.

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-Can: Ya sabes lo que te ha dicho tu abuela, ¡Déjate cuidar!

Dice sin quitar la mirada de la carretera mientras conduce, mi marido cree que es el momento de burlarse de mí.
-Sanem: Mi abuela, mi hermano, tú... Todos creen que en vez de un bebé tengo una enfermedad o qué tal vez me vaya a partir de lo frágil que creen que estoy. Estoy bien, sólo han sido unos vómitos.
-Can: No te lo tomes a mal sólo nos preocupamos por tí.
-Sanem: Sabrá Dios como se habrá puesto mi madre cuando le has dicho que nos íbamos unos días fuera por recomendación de la doctora.

Can se ríe me mira y me da una palmada en el muslo.
-Sanem: ¿Te parece gracioso?
-Can: Conoces muy bien a tu madre, se ha puesto nerviosa, la pobre, pero la he calmado, tiene mucha confianza en mí y le he dicho que te iba a cuidar.
-Sanem: Qué bien... Tiene mucha confianza en tí...
-Can: Eres la niñita mimada de todos.

Giro mi cara hacia un lado para sonreír sin que Can me vea pero tiene toda la razón, lo soy aunque no quiera. ¿O sí?
-Can: Eres la única hija, la única nieta, la única nuera, la única cuñada...
-Sanem: ¡Y tu única! Que no se te olvide.
-Can: Ves, estás encantada de la vida.

Nuestro destino está a la afueras de Estambul y el camino en coche me relaja hasta tal punto que me quedo dormida, cuando me desvelo y me doy cuenta que me he dormido me sabe fatal haber dejado a Can tanto tiempo sólo mientas conducía, sobre todo porque es de noche, debe ser la una de la madrugada cuando hemos llegado a Çatalca. Can ha elegido un complejo de casas en forma de cabañas, por fuera se ven grandes y rústicas.

No me deja tocar el equipaje, va sacando nuestras maletas y sin esperarlo también saca el forro de su guitarra.
-Sanem: Can, ¡Has traído la guitarra!
-Can: Sí, pero es para tocarle canciones a mi hijo...

Le doy un manotazo en el hombro y se ríe. Cuando Can entra todas nuestras cosas hago un pequeño Tour por la casa, es preciosa y muy romántica. Indiscutiblemente Can es increíble; es muy detallista y cuidadoso, me enamora todo de él.

Sobre la encimera de la cocina hay una cesta y una nota dándonos la bienvenida. Dentro de la cesta hay un montón de frutas, chocolate, mermeladas, frutos secos y vino.
-Sanem: Qué detalle más bonito.
-Can: Pues sí, ¿Tienes hambre?
-Sanem: No... Tengo sueño, la casa es preciosa Can.
-Can: Ve a cambiarte, ahora subo.
-Sanem: De acuerdo.

Dejo mi móvil en la planta baja en modo silencioso y subo a la de arriba donde Can ya ha dejado nuestras maletas. El dormitorio tiene una cristalera gigante, cuando corro las cortinas la luz brillante de la luna ilumina todo, enciendo la luz de baño que es suficiente para que pueda ver, abro mi maleta para coger algo de ropa y después de asearme me pongo un camison, unas braguitas, me lavo los dientes y me acuesto.

Las sábanas huelen a suavizante de talco, cojo uno de los almohadones para ponerlo entre mis piernas y poder dormir más cómoda. Con la barriga cada vez me siento más rígida y mi espalda comienza a sufrir. Cuando estoy cogiendo el sueño siento los labios de Can besar mi cabeza.
-Can: Que descanses mi amor.

Dice en voz muy baja.
-Sanem: Y tú...

Duermo profundamente hasta que el sol me da justo en la cara, cuando abro los ojos regañada observo el paisaje, es increíble, el verde del bosque es radiante, y me pongo de pie para mirar con detalle el jardín, tiene una piscina con baldosas en color piedra que contrasta con la tonalidad del entorno, hay un montón de árboles que bordean la casa creando un ambiente acogedor. En la zona derecha hay una sucesión de cuatro cabañas más y puedo escuchar el ladrido de un perro y el cantar de los pájaros pero no hay rastro de ruido de coches y eso es maravilloso.

El Amor Todo Locura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora