Toco la puerta de la casa y me remuevo incómodo. Instantes después, la puerta se abre, revelando a mi madre, quien me recibe con una enorme sonrisa.
—¡Volviste! —exclama ella mientras camina hacia mí, pero se detiene vacilante.
Creo que mi aspecto es suficientemente claro para darle a entender que estoy hecho polvo.
—Yo... —No sé qué decir.
—¿Quieres un poco de chocolate caliente? —ofrece entonces.
Suspiro y cierro los ojos por un momento. Cuando salimos de la Madriguera, no pensé mucho en pedirle a Travis que me llevara de regreso con mi madre, y él no se opuso. El viaje fue silencioso, para mi sorpresa, lo que me dio tiempo de elaborar un discurso para mi madre. Pero ahora me quedo en blanco.
—Seguro —respondo sintiéndome un poco derrotado.
Entro en la casa sin dirigirle la palabra a Travis.
—¿Quieres quedarte para la cena? —le pregunta mamá, lo cual aprieta mi corazón un poco.
—Tengo que ocuparme de unos asuntos, pero regresaré por la noche —Travis responde con un tono de voz que no le conozco.
—Está bien. Tal vez te envuelva algo.
—No estaría mal. Gracias, Marian.
No me quedo a escuchar su intercambio de palabras. No soporto el hecho de que todo este tiempo Travis supo de ella y la conocía, mientras yo la daba por muerta. Contengo el impulso de subir las escaleras y encerrarme en una habitación. Joder, de correr en realidad. Pero recuerdo mi lugar. Vine aquí por ella.
—¿Quieres ayudarme en la cocina? —me dice mamá al cerrar la puerta.
La sigo hacia la cocina y descubro que ya tiene los ingredientes esparcidos con cuidado en la encimera. Ella se ajusta un delantal mientras de algún lugar se escucha música instrumental. Su cabello está recogido en una coleta y lleva arremangadas hasta los codos las mangas de un suéter de lana. Esta imagen, la de una mujer cocinando pacíficamente en una cocina integral, en una casa hermosa, en el pasado sería un producto de mis fantasías. Esta mujer es más grande de lo que recordaba, pero aun así luce más joven que la última vez que la vi. No me opongo cuando me pone a cortar en rodajas el tomate mientras ella prepara una pasta.
—Entonces... ¿Ellos... te trataron bien? —pregunta, dejándome con el cuchillo en el aire por un momento.
—Sí —respondo, humedeciéndome los labios resecos.
Ella asiente pensativa.
—Eso es bueno. ¿Vas a la escuela?
—Sí. Un colegio privado —Aunque bajo el nombre de Travis Wolff.
—Eso está muy bien.
—Sí.
Ella licua la salsa y la vierte en el sartén, mientras tararea al ritmo de la música. No puedo negar que esto es lo más incómodo que he estado en el día, superando incluso mi encuentro con Carmine. Esta es mi madre, la única persona en el mundo que de verdad me conocía. ¿Cómo era eso que siempre decía? ¿Nosotros dos contra el mundo? Trago saliva. Podría recriminarle tanto ahora. Sin embargo, lo único que me dio la valentía de pisar Nueva York fue esto, el tenerla aquí conmigo. Todo este tiempo intenté apartarla de mi mente, sabiendo que el recordatorio de su "muerte" me nublaría el pensamiento. Ahora ella está aquí haciendo la cena. Decido entonces seguirle el juego y, cuando todo está puesto en la mesa, me obligo a comer con tranquilidad, intentando disfrutar estos momentos insólitos.
—¿Qué te parece? —me pregunta ella, mientras me observa llevar un bocado a la boca.
En otro tiempo lo hubiera disfrutado. En un mundo paralelo estaríamos en otra casa, lejos de todo esto, y yo respondería con sinceridad, pues en ese mundo paralelo mi apetito no se ha ido. No como ahora, que siento un nudo en el estómago.
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La Manada de los Wolff
Teen FictionNoah no ha dejado de correr desde el día en que unos hombres asesinaron a su padre a sangre fría enfrente de él. Desde ahí siempre supo que se las vería por sí solo. Pero todos sus planes se complican cuando un día, un hombre llamado Gerald Wolff...