15. Fuera de línea

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AFUERA, TODO ME RESULTA ATERRADOR. Los sonidos urbanos destellan en distintas direcciones y, para mi tortura, no puedo evitar acercarme cada vez más al costado de Travis. Cuando anunció ayer en la cena que saldríamos por la mañana, estaba tan agotado físicamente que no tuve las agallas de negarme. Ahora, me recrimino por no haberlo hecho. No ayuda en nada todas aquellas miraditas cómplices que se lanzaban Travis e Ilya. Los ojos de mi hermano siempre terminan regresando a mi corte de cabello; para este punto lo dejo ser, concentrándome mejor en lo que pasará hoy. No me dijo mucho, así que prácticamente me estoy dejando llevar hacia un lugar desconocido, otra vez. Recuerdo las palabras de Jin, sobre sobreponerme por el bien de Adam. Él sí salió muy feliz del departamento, prometiéndome que me llevaría al restaurante de su padre. Resguardo esa promesa para impulsarme a sobrevivir otro día más.

Sigo obedientemente a Travis hacia su auto; admito que una parte natural de mí quiere protestar, pero el semblante calmado y, me atrevería a asegurar, feliz, que desprende de él me hace aguantar un poco más. Conduce por la ciudad y, aunque cada vez siento que nos vamos alejando, guardo la compostura. No es que sienta miedo, solo es la inevitable inseguridad que he cargado a lo largo de los años. Para este punto ya debería tener desarrollado delirio de persecución. Tal vez Spencer siempre tuvo razón: verdaderamente soy medio estúpido. Me concentro en observar las calles desde la ventana, dejándome arrastrar por la nostalgia de mi ciudad natal llena de recuerdos, malos sobretodo, pero al fin recuerdos. Al cabo de unos quince minutos más, Travis conduce hacia un estacionamiento público. Desde aquí ya escucho las olas del mar.

Salgo detrás de él. Observo que el sol ha salido y pronto los turistas empiezan a llenar el malecón. Un letrero grande reza Rockaway Beach y le sigue una flecha que señala hacia una playa extensa. Mi atuendo de hoy no concuerda con la atmósfera playera; llevo unos jeans azul marino grandes y una playera de manga larga blanca y encima una camisa básica de color rojo. Travis al menos lleva una playera suelta de algodón azul claro. Desechando mi falta de moda, lo sigo hacia un restaurante, "Margie's", que nos recibe con una decoración compuesta por colores náuticos. Nos sentamos en una de las mesas pegadas a la ventana. No intento sacarle plática al estar tan concentrado en mi entorno; por su parte, Travis teclea en su teléfono. Después de unos minutos reparo por fin en él, todavía advirtiendo su armoniosa presencia, un poco perturbante si me lo preguntan.

―¿Qué hacemos aquí?

―Jin sugirió que salieras ―responde sin más.

Detrás de esa respuesta hay una acción premeditada, lo sé.

―Ya veo ―tamborileo la mesa, pensativo.

Una mesera se acerca a nosotros y Travis es rápido en espantarla, a la par de que la puerta del lugar se abre revelando a dos sujetos. Llevan atuendos básicos y grises, ambos con las cabezas rapadas al ras y con pinta de haber venido de robar un banco. Me tenso al ver que se acercan en nuestra dirección. Saludan con un asentimiento a Travis y uno de ellos me empuja contra el borde del asiento para que le dé espacio de sentarse a mi lado.

―Eh... ―mico con pánico a Travis; sin embargo, su atención está en ellos.

―Qué tal jefe ―dice el otro sentándose en el asiento de al lado de Travis.

―¿Lo trajeron? ―Travis pregunta con serenidad.

El que le habló chasquea la lengua al que está sentado a mi lado y este saca de su chaqueta una carpeta. La desliza hacia Travis y este la abre revelando varios documentos y, entre ellos, advierto fotografías impresas. No puedo evitar estirarme para reconocerlas mejor. Las alarmas pronto se activan en mi cerebro al reconocer las armas que vi en el almacén. Las falsas. En las fotos hay tomas más cercanas, revelando sus detalles. Van desde pistolas semiautomáticas, carabinas y fusiles. Curioso como en manos de estas personas me parecen armas peligrosas, pero en manos de los Wolff son herramientas de protección. Sea como sea, me ponen la piel de gallina al entender poco a poco hacia dónde me estoy acercando.

La Manada de los WolffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora