Noah no ha dejado de correr desde el día en que unos hombres asesinaron a su padre a sangre fría enfrente de él.
Desde ahí siempre supo que se las vería por sí solo.
Pero todos sus planes se complican cuando un día, un hombre llamado Gerald Wolff...
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NUESTRA DERROTA en la carrera es la noticia del siglo entre los competidores, y por alguna razón llega hasta los oídos de la escuela. Nadie cree que Reiner Wolff fue aplastado por su enemigo Sebastian Shaw. Aún no entiendo que gana con todo esto. Si es para glorificar más su narcisismo, entonces ahora entiendo el problema que tienen los Wolff con él.
Reiner intenta actuar como si no le importara, pero estoy seguro que está siendo un golpe bajo a su orgullo. Tampoco lo entiendo a él.
¿Qué gana al tomarse tantas molestias? Estoy seguro que él sería el primero en formarse en la fila de odio para Noah Jensen.
La cosa es que él se embarcó en esto, a ayudarme. No sé si hay un truco, porque incluso sus hermanos no tienen ni idea. No he querido preguntarle a Reiner, pero es notorio el hecho de que no les ha informado a sus hermanos el trato que hizo conmigo.
Por un momento pienso que tomará ventaja de esto, que me tratará como su perro faldero, pero lo único que ha hecho desde el día del trato es hacer lo que me prometió.
El lunes en la mañana, antes de que el sol salga del todo, entra a mi habitación, y sólo noto su presencia cuando al poco rato siento su respiración pesada sobre mi. Reiner me contempla desde el extremo derecho de mi cama, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
¿Qué cuánto tiempo ha estado ahí? No lo sé, y no quiero preguntar.
—Buenos días princesa, es hora de levantarse —dice al cabo de unos segundos.
—¿Qué?
Reiner rueda los ojos.
—Dije que te levantaras.
Gruño, me tapo el rostro con la sabana, y espero que sea obra de mi imaginación. Al poco rato, no lo vuelvo a escuchar e ingenuo de mí pienso que a lo mejor ya se ha ido.
Así que no estoy preparado cuando de improvisto Reiner me quita la sabana. Sus dedos se ciernen alrededor de mi garganta obstaculizándome respirar por un momento.
Mis ojos se abren con pánico. Reiner está a un aliento cerca de mí. Sus ojos verdosos se entornan, otorgándome una mirada difícil de leer.
—¿No me escuchaste? —pregunta con aquel tono falsamente inocente.
Asiento, sin poder responderle. Reiner se tarda varios segundos enterrando sus uñas en mi cuello, al final su agarre se afloja, dándome la oportunidad de alejarme rápidamente de él.
—¿Qué quieres que hagamos exactamente a las seis de la mañana? —pregunto palpando mi cuello buscando algún signo de fractura.
—A correr —contesta sin más.
—¿Correr? Ni si quiera tengo ropa para...
Una bola de ropa cae sobre mi pecho. Bajo la mirada para encontrarme un par de Joggers y una camiseta oscura.