16. Bajo los efectos

2.8K 273 147
                                    

Madness - Ruelle

—NOAH ―la voz de Reiner me trae de regreso

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—NOAH ―la voz de Reiner me trae de regreso.

Estamos tan cerca que sólo basta una inclinación.

―Vuelve a la cama ―dice.

―Ven conmigo ―respondo.

Reiner deja salir un gruñido bajo, lo suficiente para hacer que mi pecho martillé, y también lo otro...

Mi agarre en él no se debilita, no cuando su piel se siente tan caliente y viva, como si sus poros respiraran bajo mis dedos.

―No lo hagas ―dice en algún momento.

―Se siente bien ―balbuceo de nuevo, llevando mis dedos hacia la parte trasera de su cuello. Puedo sentir como una corriente eléctrica serpentea hasta su nuca.

―Por su puesto se siente bien ―cruje apretando sus dientes entre sí, con sus manos aún pegadas a sus costados―, te metieron LSD, eso dura ocho horas.

¿LSD? Debería estar preocupado, pero la respiración pesada de Reiner me incita a pegarme más a él. Tengo que mirarlo fijamente, recordando la manera en que sus ojos se dilataban. Ahora están normales, pero de alguna forma tienen algo diferente.

―¿También lo sientes? ―dejo que la pregunta se cuele por mis labios, tomando levemente su muñeca, dejando que su mano caiga en mi palma.

Reiner observa nuestro tacto, dejado que por un momento sus dedos se entierren en mi mano.

―No tanto como tú ―explica, dejando que su toque suba hasta mis antebrazos―, el éxtasis trabaja más rápido.

Contengo la respiración, dejando que sus manos soben mis brazos, lo suficiente lento para volverme loco. Mi corazón palpita apresurado, buscando a tientas su piel desnuda, trazando un camino por lo largo de su cuello, hasta volver a su pecho y seguir bajando. Mis dedos juguetean, dejando que el cuerpo de Reiner se tense. No parece querer detenerme a pesar de tener un conflicto en su interior.

Decido seguir, sin poder detenerme. Me acomodo sobre sus piernas, llevando mis labios hacia su cuello, dejando besos mojados mientras mis manos parecen querer seguir bajando. Lo escucho llamarme, diciéndome que pare. Pero no puedo hacerlo, no quiero hacerlo.

Así que, apartándome de él, dejo que mis manos tomen el contorno de sus pantalones, dejando que unos de mis dedos se enganchen en el elástico. Mis dedos buscan lujuriosamente bajar la tela, esperando verlo expuesto por primera vez. Y lo deseo tanto tanto que la única forma que logra apartarme es jalarme el cabello hacia atrás.

―Joder ―gruño alejándome, alzando la vista para notar su rostro rojizo y su respiración acelerada.

―No lo hagas ―espeta, incluso pareciera más asustado que enojado, tal vez un poco inquieto.

La Manada de los WolffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora