29. Grita por tu vida o calla

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Paranoia - Liza Anne

Paranoia - Liza Anne

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NIKOLAI MARKOVIC. Tenía mucho que no escuchaba a alguien llamarme por ese nombre. Por un momento lo extraño.

Luego recuerdo que ese es el nombre que me dio mi padre, el de mi vida secreta, entonces todo empieza a tambalearse como una báscula desmedida.

¿Qué cómo es que Sebastian lo sabe? No lo sé, y no me quiero quedar para descubrirlo.

Antes de que se den cuenta, llevó mi pierna hasta impactar con la pantorrilla de Maverick, este suelta un graznido que me regala los segundos perfectos para darme una media vuelta y propiciarle un buen guantazo en su mejilla. El dolor en mis nudillos sube tan rápido a como acabo.

Trato de soltar aire al mismo tiempo en que esquivo un puñetazo de Maverick. Giro del lado contrario a donde se dirige el golpe y me agazapo para darle otro golpe, esta vez en la entrepierna. Atrás de mí escucho a Sebastian farfullar, pero no parece tener la intención de meterse a la pelea, así que cuando dejo a Maverick tocarse sus pelotas con dolor, salgo corriendo hacia el largo pasillo.

En estos momentos me recrimino en no tener celular. Aun así corro por mi vida, sopesando la idea de gritar a los hermanos Wolff por ayuda. Pero antes que logre abrir la boca, caigo sobre el piso, impactando mi barbilla en el suelo.

Maverick se aferra a mi tobillo, incluso entierra sus uñas en mi piel, que me hace proferir una maldición.

Ahora estoy como en las películas de terror. Yo aferrándome del suelo, tratando de avanzar, mientras el ente maligno me jala hacia él.

Por supuesto, el ente maligno gana.

Maverick me gira sobre mi espalda, posicionándose sobre mí, alzando el puño listo para el golpe final.

—Detén tus puños, Maverick.

Sebastian llega hacia nosotros, con el ceño fruncido y los brazos cruzados. La nariz de Maverick se infla antes de rodar los ojos, quitándose de encima de mí, llevándome con él al tomarme del cuello de mi uniforme.

—Bien, me tienes —espeto zafándome bruscamente de Maverick—. Ahora explícame como carajos sabes mi nombre.

Ya no tiene caso que siga fingiendo. Ellos saben mi nombre, con eso basta para saber que ahora ya no estoy del todo protegido.

—Mi padre no ganó su poder y fortuna por simple suerte. Por supuesto que mi familia y yo estamos metidos hasta el cuello de estas bandas mafiosas. —Sebastian se encoje de hombros como si me estuviera contando su lista del supermercado—. No te sorprendas si descubres que la mayoría de nosotros estamos en esto al igual que tú. No eres único, Nikolai.

Dejo que el miedo me pese. Cierro por un momento los ojos, tratando de acomodar mis ideas.

Sebastian sabe quién soy.

La Manada de los WolffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora