Youngblood - 5 Seconds Of Summer
LA ELECTRICIDAD de la cabaña está estropeada. El dueño no sabe explicarlo, según él, siempre le dan mantenimiento. Supongo que ese ya no es nuestro problema. Ahora nos queda pasar la noche sin luz, en una cabaña en medio de la nada.
Terminamos todos dispersos en la sala de abajo. Unos en los sillones y otros tendemos mantas en el suelo, acurrucándonos cerca de la chimenea puesta. Reiner está a un cuerpo de mí. Para tener catorce años, Ari ronca como un viejo con asma.
Me encuentro tentado en estirarme y patear a Reiner. Quiero y no quiero continuar en lo que nos quedamos. Quiero que olvide lo que le dije, o que no me haya entendido. Pero Reiner es un maldito genio. Por supuesto que me entendió.
El sueño termina ganándome y al día siguiente soy el último en despertar. Los chicos deambulan por la sala, con sus cuerpos pasando la cruda de anoche.
―Mierda ―Liz dice mientras abre y cierra el refrigerador de la cocina―. Debimos comprar algo para el desayuno.
Coop va hacia ella, tropezándose con el tapete de la entrada.
―Aun así, no podemos quedarnos aquí.
―¿Qué te dijo el dueño sobre la reparación? ―Dallas se gira a Spencer, este está doblando las mantas junto con Christi.
―Puede que para mañana esté.
―¿Puede? ―Tegan gime.
―¿Mañana? ―dice Dallas.
―Joder...¿Entonces qué hacemos? ―Coop se talla su dedo gordo del pie, con él que se dobló por el tapete.
―¿Rentar un cuarto de hotel? ―Spencer se encoje de hombros.
Los chicos sueltan un gemido colectivo. Ahora la experiencia en lo apartado se nos está destruyendo.
―¿Podemos pensarlo después de comer? ―Liz cierra el refrigerador con desgana―. Necesito comer algo.
Así nos cambiamos y decidimos manejar hasta el comedor más próximo. Es un poco más cutre que el anterior, pero los huevos revueltos y las tortitas nos vienen bien a todos.
A mi lado, Sebastian captura mi mirada perdida en el vacío. Él se inclina cerca, esperando que nadie lo escuche.
―No pensarás que el apagón es obra de Travis, ¿verdad?
Trago gordo. Por supuesto que pienso que Travis tiene que ver con esto. Sebastian me da una mirada.
―Reiner me dijo que lo dejara en Nueva York ―digo, revolviendo con mi tenedor la miel de maple que inunda mi panqueque.
―Reiner tiene razón.
Arqueo una ceja. Sebastian se encoje de hombros.
―No siempre tienes que correr, Noah.
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La Manada de los Wolff
Novela JuvenilNoah no ha dejado de correr desde el día en que unos hombres asesinaron a su padre a sangre fría enfrente de él. Desde ahí siempre supo que se las vería por sí solo. Pero todos sus planes se complican cuando un día, un hombre llamado Gerald Wolff...