5. Herencia Wolff

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Papa Carmine es aterrador. Sobre todo porque parece alguien simpático. Esperaba encontrarme con el mismísimo Vito Corleone: un hombre regordete, con anillos de oro en los dedos y un ceño fruncido como adorno; sin embargo, se aleja de esa imagen. Es robusto, sí, pero demasiado vigoroso para la edad que calculo que tiene. Su mata de cabello gris y sus ojos sorprendentemente oscuros destacan. Intento encontrar algún atisbo de parentesco entre él y yo, y lo único que percibo son unas pecas salpicadas en su nariz y mejillas, pero podrían ser producto de la vejez. Esperaba hallar en su mirada un desprecio ineludible. Definitivamente, esperaba que atentara contra mi vida en cuanto me reconociera. Lo que encuentro es una bienvenida sorpresiva: un apretón de manos, una palmada en el hombro, una sonrisa de oreja a oreja y, por supuesto, mi nombre en sus labios. Mi verdadero nombre.

—Nikolai, quién lo diría: te pareces mucho más a tu padre de lo que creía.

Estoy atónito, porque, por supuesto, él me conoce, mientras que yo apenas lo estoy prácticamente conociendo.

Miro a mi alrededor en el momento en que mis oídos dejan de zumbar tras el aturdimiento. Los ojos de todos en la sala están fijos en mí, expectantes, atentos a mi reacción. No me sorprendería que ya tengan las manos aferradas en la culata de sus pistolas. Contengo el aliento y lo único que logro hacer es girarme hacia Travis y exigirle que me explique con su mirada si esto realmente está ocurriendo. Él asiente.

Bueno, mierda.

Me recompongo. Enderezo la espalda y sostengo la mirada del némesis de la familia Wolff: el que mató a mi padre indirectamente, el que ocultó a mi madre de mí, el que obligó a un Noah de catorce años a huir de ciudad en ciudad, el que ha convertido la vida de los Wolff en un infierno. K.T. casi muere, Reiner casi muere, yo casi muero. ¿Por qué espera que lo reciba con los brazos abiertos? Vine a Nueva York con la intención de sacar a mamá y sabía que sería una trampa, pero no esperaba que Carmine apareciera.

Mierda. Todo se fue al carajo.

En realidad, todo se fue al carajo desde el momento en que puse un pie fuera de la mansión Wolff, alejándome de su protección, de las promesas de Reiner y de Gerald. Yo me lo busqué y yo lo tengo que resolver.

―No sabría decirlo, he olvidado su rostro.

Mi respuesta basta para tensar el ambiente. Es como si le dijera: "Me lo quitaste cuando era muy chico", pero de manera sutil. Travis me lanza una mirada que no descifro. Carmine, para sorpresa de nadie, niega levemente con la cabeza y me palmea la espalda. Trato de no sobresaltarme, pues aún tengo vendas en las heridas.

―El mundo en el que te tocó vivir es duro, muchacho. Lamento tanto las acciones de tu padre.

Aprieto los labios. Al entender que no pienso responderle ni discutir, vuelve a mostrarme su dentadura, probablemente postiza, y se gira hacia sus hombres.

―Es un gusto verlos a todos reunidos ―comienza, observando a cada uno. Travis, no sé por qué, se acerca un poco más a mí mientras Carmine nos da la espalda―. Como sabrán, no han sido días fáciles. Pero soy un hombre de palabra: prometí que volvería y así lo hice. Espero que no hayan perdido los ánimos en mi ausencia.

Se gira hacia Travis y le sonríe.

―No estaba preocupado, por supuesto, los dejé en buenas manos con mi nieto.

Travis esboza una sonrisa apretada.

―Ahora, esto solo es el comienzo ―continúa Carmine, cambiando su tono a uno más firme y sereno―. Los que nos quieren ver caer pronto descubrirán que pierden el tiempo. Somos un grupo fuerte y, con la ayuda de más, lograremos tomar lo que nos pertenece.

La Manada de los WolffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora